Esta vez es un relato corto.
HULE
Presumido hasta la exageración, Hule se exhibía ante la congregación de féminas. Los demás cangrejos, en un mohín de desprecio, avanzaban como ejército patoso, de lado, alejándose de la playa. Y era ésta la causa de la devoción de unas y del desdén de los machos. Hule, beneficiado por la naturaleza, era capaz de correr hacia delante. Siempre llegaba el primero a los alimentos, al amoroso encuentro, al refugio; y ellas, enamoradas de la diferencia, seguían a Hule como cola de cometa.
En el paraíso que Hule se había creado, erigido rey sin vasallos, pero con numerosas sirvientas, un incidente vino a romper la establecida armonía. Una gaviota, perdida de su colonia, estableció parada y fonda en el cangrejal. El temor invadió las arenas como cuando la marea sube y, semejando un islote en el mar, la figura de Hule destacó entre la precaución de todos. Arrogante, ya que no solo el don de andar hacia delante se le había concedido, proclamó a los siete mares su intención de acabar con la maligna. Admirada la congregación, vitoreaban unas y otros al temerario Hule. Ufano, henchido lo poco que permite el caparazón, se dirigió raudo a la posición de la gaviota. Cuando Hule se hubo aproximado lo suficiente, la gaviota, con un gesto de extrañeza, observó a su interlocutor. No le dejó acabar ni la primera palabra, ya que, de un certero picotazo, se tragó al orgulloso Hule. Una exclamación general fue la respuesta del cangrejal. Pronta fue la respuesta de unos y otras. Ellas olvidaron a su galán, fijándose en otro; ellos empezaron a fanfarronear nuevamente, era indispensable suplir al ídolo masculino aunque luego todos lo criticasen. La vida seguía tan plácida como de costumbre, allí, en la playa de los cangrejos.