Rebelión de Felicísimo y reforma monetaria
Durante el reinado de Aureliano tuvo lugar la única revuelta registrada de los acuñadores de moneda. El rationalis Felicísimo, un acuñador de Roma, se rebeló contra Aureliano. La revuelta parece haber sido causada por el hecho de que los acuñadores, y Felicísimo el primero de ellos, estaban acostumbrados a robar parte de la plata utilizada para la acuñación de las monedas y producir monedas de calidad inferior a la exigida. Aureliano quería eliminar esta práctica, y sometió a juicio a Felicísimo. El rationalis incitó a los acuñadores a rebelarse: la rebelión se extendió por las calles, incluso aunque parece que Felicísimo murió rápidamente, posiblemente ejecutado. La rebelión de Palmira en Egipto probablemente había reducido el abastecimiento de cereal a Roma, haciendo que cundiera la desafección entre la población respecto al emperador. Este levantamiento fue apoyado incluso por algunos senadores, probablemente aquellos que habían apoyado la elección de Quintilo, y así tenían algo que temer de Aureliano.
Aureliano suprimió la revuelta con la ayuda militar, ordenando a las cohortes urbanas, reforzadas por algunas tropas regulares del ejército imperial, que atacaran a la masa rebelde: la batalla resultante, que tuvo lugar en la Colina de Celio, marcó el final de la revuelta, aunque a un alto precio y algunos historiadores dan la cifra, probablemente exagerada, de 7000 víctimas mortales en ambos bandos. La mayor parte de los rebeldes fueron ejecutados, incluyendo a algunos de rango senatorial. La ceca de Roma fue cerrada temporalmente, y la creación de otras cecas hizo que la principal ceca del Imperio perdiera su hegemonía.
Su reforma monetaria incluyó la introducción del antoniniano que contenía un 5% de plata. Este tipo de moneda de mayor calidad hizo recuperar algo de la confianza de los ciudadanos en el sistema monetario. Los antoninianos llevaban la marca XXI o su forma en numerales griegos KA, que significa que 20 de tales monedas contenían la misma cantidad de plata que el antiguo denario. Considerar que esto era una mejora en relación con la situación precedente da una idea de la severidad de la situación económica a la que se enfrentaba Aureliano y de la devaluación que había sufrido la moneda en relación al valor del metal con la que estaba fabricada. El emperador luchó por reintroducir una nueva moneda «buena» retirando todas las antiguas monedas «malas» anteriores a sus acuñaciones. Se aprovechó del dinero recaudado en las provincias recuperadas que fluía a las arcas estatales. Con esta fuerza financiera pudo atacar la corrupción omnipresente. También reformó las leyes sobre comercio y agricultura ayudando a recuperar estos sectores.