Fernando VII, (1784-1833), era hijo de Carlos IV y de María Luisa de Borbón y Parma. (Lo de hijo de Carlos lo atestigua su hermosa nariz, propia de los borbones)
Con él dio comienzo en España La Edad Contemporánea.
Por motivos históricos, en los que no pretendo entrar, fue rey antes de que muriera su padre.
Es más, una vez proclamado rey, impidió que sus padres, que estaban en Francia e Italia, pisaran tierra española. Murieron ambos en el exilio.
Como Príncipe de Asturias fue “El Deseado”; como rey “El rey Felón”. Es con diferencia, y a juicio de los historiadores, el rey más nefasto que ha tenido España. He ahí lo de felón, que según el diccionario de la R.A.E, felonía quiere decir deslealtad, traición, acción fea.
Menéndez Pidal ya dijo de él:
“La aviesa condición de Fernando VII, falso, vindicativo, y malamente celoso de su autoridad, la cual por medio de bajísima ley aspiraba a conservar incólume, creando varias camarillas palaciegas” Fernando VII se casó cuatro veces: El primer matrimonio fue con Mª Antonia de Borbón Dos Sicilias. En un principio se pensó en casarlo con la princesa Augusta de Sajonia.
María Antonia no era muy alta. Sin embargo, su figura poseía nobleza y gracia. Sus cabellos eran rubios. Tenía una frescura que delataba su exceso de salud, no como Fernando, que fue enfermizo desde los 3 años.
Ella no hubiera necesitado silicona para sus pechos, porque estos eran lozanamente exuberantes. Su cultura era infinitamente superior a la inexistente de Fernando. Se casaron ambos con 18 años. ¿Cómo se casaron? Por poderes.
Cuando ella vio por primera vez a su ya esposo, quedó horrorizada. Escribió a su padre diciéndole:
“Bajo del coche y veo al príncipe; creí desmayarme. En el retrato que enviaron a Nápoles parecía más bien feo que guapo, pero comparado con el original es un Adonis…” Esa fue su primera impresión, pero faltaba la segunda. Esta llegaría su noche de bodas. A Fernando nadie le había dicho lo que tenía que hacer, ni siquiera que había que hacer algo, de modo que esa noche no hizo nada.
Como los dos yacían desnudos, quedó muy impresionado con los senos de su esposa, y eso le motivó para jugar con ellos. María Antonia pensaba que eso era el prolegómeno de la introducción, pero ahí quedó la cosa. Fernando, cuando se cansó de jugar con los pechos, rezó sus oraciones y se quedó dormido. Pero esto no duró ni una noche ni dos, sino muchísimas noches.
Fueron siete meses y medio sin consumar el matrimonio. Y lo curioso es que se pasaban las 24 horas del día juntos, unas veces en los jardines y otras en sus habitaciones privadas.
Al final, fue su padre, Carlos IV, quien tuvo que enseñarle lo que tenía que hacer. No obstante, no tuvieron descendencia, pero Fernando intentó recuperar el tiempo perdido en sus faenas amorosas. Hasta tal punto, que los frecuentes embarazos de María Antonia le llevaron a contraer tisis, de la que murió con tan sólo 21 años.
Tras su viudez, Fernando inicia sus correrías nocturnas por Madrid, lo que le acarreó popularidad en los barrios bajos de la ciudad. Siempre le acompañaba el duque de Alagón, Paquito de Córdoba, para los amigos.
El descubrimiento del sexo habían convertido al “ni siquiera hombre físicamente” como decía de él su suegra, en el arquetipo del macho ibérico, envidiado por los hombres y deseado por las mujeres.
Visitaba asiduamente a Pepa la Malagueña, cotizada hembra que se jactaba de conceder sus favores únicamente al rey.
Cuando visitó Sacedón para tomar baños termales, se trajo a Madrid a una guapa moza. En Aranjuez ocupólas noches visitando a una viuda.
Él decía:
“Los de mi sangre no son modelo de abstinencia, y todos odian el celibato”.Se referiría a la sangre de su madre, digo yo, porque lo que es la de su padre….
Algunas cosillas las he sacado de:
http://arkeologia.blogspot.com.es/2010/02/maria-antonia-de-napoles.htmlSaludos cordiales.