Svetla Balabanova quedó paralizada cuando vio los resultados de sus propios análisis.
A la prestigiosa médica forense alemana le habían encargado analizar varias momias buscando trazas de consumo de drogas en los gobernantes del antiguo Egipto.
Las muestras evidenciaban la presencia de altos niveles de cocaína, nicotina y tetrahidrocannabinol en aquellos cuerpos preservados durante miles de años.
Con rigurosidad científica, la doctora Balabanova repitió los análisis varias veces y envió muestras a otros laboratorios para que se realizaran pruebas independientes. Todos los análisis sucesivos confirmaron los resultados iniciales.
Pero la comunidad científica permaneció escéptica, acusando de incompetencia a los profesionales que habían hecho el descubrimiento.
Empezaron afirmando que las momias eran falsas hasta que se demostró fehacientemente que eran auténticas.
Entonces pasaron a argumentar que estaban contaminadas hasta que se demostró que es imposible contaminar el tallo interior de un cabello.
A continuación alegaron que los experimentos no eran reproducibles hasta que un grupo independiente de expertos halló trazas de cocaína y nicotina en otras momias egipcias de un museo británico.
Por último, terminaron defendiendo lo indefendible: que el tabaco y la coca en realidad no provenían de Sudamérica sino que se trataba de unas rarísimas variedades de origen africano.
Pero nunca fue encontrada evidencia alguna de cultivos de coca o tabaco en Africa, Europa o Asia antes de Cristóbal Colón.
Lo que las momias nos relatan es una noticia intolerable para la historia que nos han contado.
La coca y el tabaco son indudablemente originarios de Sudamérica. Los egipcios no tenían habilidades navales para cruzar el océano Atlántico.
De modo que forzosamente debió existir una civilización más avanzada hace miles de años.
Una civilización que disponía de conocimientos y tecnologías que ni los egipcios, ni los griegos, ni los romanos, tuvieron jamás.
Fuente:
http://itahisa.info/2013/06/28/la-evidencia-maldita/