Enterrado en la necrópolis de Casetes de La Vila Joiosa, vivió su particular reposo del guerrero un caballero íbero de la élite dominante, perteneciente a los albores de esa sociedad. Se fue a la tumba, como era tradición, con sus tesoros más preciados, sus armas y algunos objetos de lujo, que hoy se ponen en valor con una campaña de restauración.
Más de 2.600 años han pasado para que las armas y los objetos más preciados de un guerrero íbero del siglo VI a. C., uno de los primeros de la sociedad ibérica que se asentó en La Vila Joiosa, vuelvan a cobrar valor. Han pasado de ser los instrumentos de defensa y de riqueza, que otorgaban estatus al caballero, a ser un tesoro arqueológico de la sociedad vilera y alicantina, tras un largo y laborioso proceso de restauración que comenzó hace una década con las excavaciones de la necrópolis de Casetes y que culmina ahora con la reconstrucción de algunas de las armas y objetos más antiguos hallados en los yacimientos vileros.
Una de las piezas clave es un "soliferreum", una lanza de 1,80 metros de longitud que se construía de una sola pieza, y que los servicios arqueológicos han restaurado para devolverle su aspecto original. Al menos el que tenía cuando fue enterrada junto a los restos del caballero que la portó, pues está doblada y deformada, como era tradición hacer con los objetos que se introducían en las tumbas, "de modo que murieran con sus dueños legítimos y con el fin también de evitar expolios", según explicó el arqueólogo municipal, Antonio Espinosa, por lo que es habitual encontrar reliquias rotas e inutilizadas a conciencia.
El "soliferreum" restaurado era armamento de un sólo uso. Se usaba antes del combate cuerpo a cuerpo, cuando el guerrero se iba aproximando a su enemigo, lo lanzaba con el propósito de atravesarlo y herirlo de muerte o, al menos, de inutilizar sus defensas, tratando de clavarlo en su escudo para obligarle a soltarlo por no poder maniobrar.
La pieza se extrajo del yacimiento en la misma posición y ha permanecido en un entorno libre de humedad hasta su restauración. Varias de las reliquias se hallaron soldadas entre sí por la acción del tiempo, "en concreto el "soliferreum", un "pilum" (punta de lanza arrojadiza) y un magnífico broche de cinturón de guerrero de bronce, decorado con una lámina de plata repujada", explicó el edil de Patrimonio Histórico, Pepe Lloret. Esto ha jugado en favor de la conservación de una de ellas, gracias al fenómeno conocido como "pila seca", por el que, al unirse dos metales, se produce una corriente eléctrica que desvía o atrae más la corrosión hacia uno de ellos. En este caso, el "soliferreum" se ha "sacrificado" para conservar en perfecto estado el broche, que, de hecho, "será una de las 30 piezas clave del nuevo Museo de la Vila", indicó.
Para separar las piezas entre sí ha sido necesario usar pequeños discos diamantados. A partir de ahí, un laborioso proceso de restauración las ha sacado de nuevo a la luz tras su largo reposo. Comienzan ahora una nueva vida, lejos de la del caballero, miembro de la clase social dominante y privilegiada que les dio valor entonces y del que siempre quedarán sus huellas. Prueba de ello es la misma empuñadura del "soliferreum" ahora rescatado, más deteriorada que el resto de la pieza, por las sales del sudor de la mano del guerrero, que la empuñó hace veintisiete siglos.
Fuente:
http://www.diarioinformacion.com/benidorm/2011/10/15/reposo-guerrero-ibero/1178981.html