La relación entre Tarraco y la familia de los Escipiones fue recordada por una célebre noticia mencionada por Plinio (NH, III, 21) :
Regio Cessetania, flumen Subi, colonia Tarracon, Scipionum opus sicut Carthago [Nova] poenorum […]
La región de Cessetania, el río Subi, la colonia Tarrácon, obra de los Escipiones como Carthago [Nova] lo fue de los púnicos […]Llama la atención que Plinio, al referirse a la colonia Tarraco, transcribiera sunombre en griego, Tarrácon, afirmando que había sido obra de los Escipiones,Scipionum opus. La ciudad se integraba sin embargo en una región con nombre ibérico, la regio Cessetania, un nombre derivado directamente del topónimo grecolatino Kissa / Cissis transmitido por Livio y Polibio y de las amonedaciones ibéricas tardo-republicanas con leyenda Ke.s.e. En último lugar, Tarraco queda contrapuesta a (Nova) Carthago, la orgullosa fundación de Asdrúbal Barca (c. 230-228 a.C.).
En realidad, podemos entender el sentido de las palabras de Plinio repasandolos acontecimientos bélicos de la Segunda Guerra Púnica en Hispania entre losaños 218 y 206 a.C. según los relatos complementarios de Polibio, Tito Livio y Apiano. En el 218 a.C. conquista de Sagunto por Aníbal, declaración de guerra por parte de Roma y expedición sorpresa del cartaginés hacia el valle del Po,
dejando la impedimenta de su ejército en una pequeña ciudad ibérica del nordeste hispano que Polibio (III, 76) denominó en griego Kissa y Livio (XXI, 60) en latín Cissis.
En el mismo año, desembarco en Emporion el romano Gn. Cornelio Escipión,enviado a Hispania con una escuadra y un ejército, para llevar a cabo una campaña militar hacia el sur y el enfrentamiento con Hannón en la batalla de Kissa / Cissis apoderándose de las riquezas del campamento púnico y ocupando la ciudad calificada de humilde (Livio 21, 60 : “también Cissis plaza próxima al campamento que fue tomada. Pero el botín de la ciudad fue pobre, ajuar bárbaro y de viles esclavos”. (Se cree que el lugar de la batalla fue en la zona de Valls y la ciudad ocupada el poblado Ibero situado en la desembocadura del rio Francolí en la hoyTarragona).
Allí Gneo, creo unos primeros castra hiberna romanos en un puerto ya denominado Tarraco donde desembarcarían al año siguiente dos nuevas legiones al mando de su hermano y cónsul Publio Cornelio Escipión (Livio, XXII, 22).
El lugar fue transformado en la gran base militar de Roma, cuartel de invierno, centro de asambleas y presidio de rehenes (Ruiz de Arbulo, 1992a). La guerra continuó con suertes diversas hasta que en el año 211 ambos Escipiones murieron en combate y Roma tuvo que enviar apresuradamente refuerzos. Un nuevo ejército procedente de la Campania desembarcó en Tarraco (Livio, XXVI, 5) y al año siguiente se nombraría a un nuevo comandante en jefe con rango de procónsul.
El elegido, con solo 24 años, fue el edil Publio Cornelio Escipión el joven, hijo y sobrino de los anteriores, al que sus hazañas posteriores darían el sobrenombre de El Africano. En el año 209 partiendo de Tarraco, Escipión lograría conquistar Carthago Nova, la capital púnica (Polibio X, 8 y ss).
Tres años más tarde, en el 206, tras la rendición de Gadir y la huida de las últimas tropas púnicas de Hispania, el puerto de Tarraco debió engalanarse para despedirle en su regreso a Roma como vencedor al frente de una magnífica escuadra con el botín de guerra conseguido (Ruiz de Arbulo, 1991; 1992; Otiña y Ruiz de Arbulo, 2000; Mar y Ruiz de Arbulo, 2011).
Los tres Escipiones no actuaron en realidad como “conditores” o fundadores de una nueva colonia, cosa imposible de comprender en una fecha tan antigua y en plena guerra, sino que se limitaron a levantar una base militar en su calidad de imperatores al frente de sucesivos ejércitos con diferentes unidades romanas, itálicas y aliadas ibéricas. En este sentido es cierto que la ciudad fue en buena parte obra suya, Scipionum opus.
La Tarraco portuaria, populosa y activa que despidió en el año 206 a.C. a la flota del vencedor P. Cornelio Escipión de regreso a Roma, en poco podía parecerse al humilde oppidum ibérico costero que encontraron los romanos a su llegada doce años atrás (Otiña y Ruiz de Arbulo, 2000 ; Ruiz de Arbulo, 2006).
La entrada de los diferentes pueblos ibéricos en la economía monetal fue muy tardía. A fines del siglo IV a.C. tan solo existían tres cecas en funcionamiento en toda la Península Ibérica : las griegas Emporion y Rhode y la fenicia Gadir, seguidas poco después por los primeros bronces acuñados en la púnica Aiboshim (Ibiza).
Pero este panorama cambió con la expansión militar cartaginesa liderada por los Barca a partir del 237 a.C. y la guerra consecuente contra Roma. Las largas campañas militares, el mantenimiento y pago de grandes contingentes de tropas y el inmediato gasto de las soldadas ocasionaron la aceptación generalizada del patrón moneda y con ello la necesidad de poner en funcionamiento nuevas cecas para su acuñación.
La intensidad del esfuerzo militar y un teatro de operaciones desplegado hacia la Hispania levantina y meridional precisaron de la puesta en marcha de nuevas cecas monetales.
Surgieron entonces nuevas monedas que consistían en dracmas que imitaban los tipos emporitanos incluyendo o no leyendas ibéricas. Se trata de una serie muy amplia de acuñaciones en la que Villaronga (1994), ha detectado hasta 118 variantes diferentes y en este contexto monetal de carácter militar y global debemos situar la aparición de unas emisiones monetales de plata y bronce con leyendas ibéricas Tarakonsalir y Kese.
La importancia de estas monedas resulta singular al documentarse por primera vez el topónimo griego Tar(r)ákon transcrito en letras ibéricas.
Coetánea con las grandes emisiones militares de dracmas emporitanas fue también la aparición de unidades y divisores de bronce con leyenda ibérica Ke.s.e. La primera serie de estas nuevas monedas identificada por Villaronga presenta únicamente divisores de valor mitad con cabeza masculina, caballo al galope y leyenda Ke.s.e, mientras que la segunda serie incluye ya toda la escala monetal con valores 1,5 (cabeza masculina barbada / jinete con palma); unidades (cabeza imberbe / jinete); mitades (cabeza imberbe / caballo); cuartos (cabeza imberbe / medio pegaso) y sextos (cabeza imberbe / delfín). Ambas series utilizaban el sistema metrológico de 18 monedas por libra, anterior a la reforma del 211 a.C.
Las monedas de Kese destacan por su gran calidad artística y por su perfección técnica que las hace paralelizables a las griegas. En estas piezas no aparecen citados magistrados, ni así mismos signos ibéricos como marcas de valor, sino glóbulos, como los romanos, con igual significado metrológico, lo que permite su identificación, pero aplicado a su patrón propio, aunque esto no sucede siempre e igualmente el artesano a veces hierra en la aplicación de este sistema, lo que puede llevar a confusión, y que no siempre figuran en las fracciones.
Esta ceca acuñó todos los valores de bronce, desde el as a la uncía (exactamente, sus equivalentes) y, en plata denarios y quinarios. La utilización a partir de cierto momento de símbolos (ánfora, bucranio, caduceo, oreja o casco, cetro, cornucopia, clava, espiga, láurea, haz de rayos, maza, palma, proa, punta de lanza, timón), sustituidos posteriormente por signos ibéricos, así como los citados glóbulos representativos de cada valor (entre cuatro y uno, que representan una onza), son una valiosa ayuda para ordenar las distintas series/emisiones.
Desde un punto de vista tipológico, ha de destacarse que el modelo de “jinete ibérico” es originario de Kese, posiblemente copia de las monedas del tirano Hierón II de Siracusa (270-215 a.C.), aunque es de destacar que tanto este taller como la mayoría de las cecas del nordeste peninsular el jinete aparece llevando una palma, que se transforma en lanza a medida que esta iconografía penetra al interior peninsular.
Así mismo, también procede de Kese la representación específica de ciertos valores que se implantará de manera general en la amonedación de la Hispania Citerior: caballo suelto en mitades, medio caballo o pegaso en cuartos. La sustitución de Emporion por Tarraco como base operativa de Roma en Hispania durante el transcurso de la Segunda Guerra Púnica, habría potenciado la inclusión del sistema monetario de Kese en el circuito económico romano, por lo que su moneda se convertiría en el numerario a copiar en adelante especialmente en la zona del Valle del Ebro.
Denario de Kese (Tarragona). 220 a.C. - 20 a.C.
Metal: Plata.
Diametro: 19 mm.
Peso: 3,97 gr.