En medio de estos eventos, el coleccionista británico Reginald Huth encargó la acuñación de un pequeño número de monedas en honor al reinado de Liliʻuokalani. Estas piezas no estaban destinadas a circular como dinero oficial, sino que se produjeron exclusivamente para la colección personal de Huth y algunas fueron regaladas a sus amigos. Solo se fabricaron 50 ejemplares, lo que los convierte en objetos extremadamente raros, según Heritage Auctions.
Entonces no puede considerarse moneda como tal sino que fue un capricho de un excéntrico millonario inglés que se dio el capricho por el motivo que fuese...en éste caso a esa última reina.
«Fiat justitia et pereat mundus»