Hola a tod@s, hoy voy a presentar otra de esas monedas que tanto me gustan y que proceden de
un icónico enclave, testigo de la “Edad de Oro” de la piratería en el Caribe y que, muy de vez en cuando, aparecen en los mercados numismáticos internacionales. Se trata de
2 Maravedís acuñados en la ceca de
Burgos a nombre De los
Reyes Católicos. Esta moneda en cuestión ha sido rescatada de las ruinas sumergidas del
Puerto Viejo de “Port Royal”, ubicadas en la actual
Jamaica y que en
1692 sería arrasado por un terremoto y las fuerzas del mar como una suerte de “castigo divino” por todos los pecados que allí se cometían a diario.
Datos de la pieza:Nominal: 2 Maravedís (No se indica valor nominal expreso en la pieza y tampoco se aprecian correctamente los detalles de la misma dado el deterioro, pero se deduce el numeral debido al peso y a los elementos visibles del anverso.)
Año: Sin fecha explícita en la moneda, estableciendo el reinado de los Reyes Católicos entre 1479 y 1504. Algunos estudiosos sitúan estas acuñaciones en torno a 1497. No obstante, sabemos que se acuñaron monedas de distintos numerales a su nombre por los monarcas posteriores, hasta el reinado de Felipe II, por lo que esta pieza pudo haberse acuñado hasta casi finales del siglo XVI.
Ceca: Burgos (letra “.B.” visible debajo del castillo; en el anverso)
Metal: Vellón (aleación de cobre y plata cuya proporción puede variar)
Peso: 4 gramos (aprox.) frente a los teóricos 4,85 gramos. No obstante, en el peso de esta pieza se incluyen los sedimentos adheridos en ambas caras, sobre todo, en el reverso, por lo que el peso de esta moneda en si es sensiblemente menor.
Diámetro: 27 milímetros (aprox.).
Canto: Liso
Forma: Redonda, aunque un tanto irregular en este caso concreto.
Acuñación: A martillo
Estado de conservación: “Shipwreck effect”. El anverso muestra parte del castillo central, así como la marca de la ceca bajo el mismo. A la derecha, se aprecia un círculo como elemento ornamental. Las leyendas se aprecian de forma muy parcial, con fuerte corrosión sobre toda la superficie de la moneda y restos de arena del fondo marino en la mitad derecha de la pieza. Forma redonda, pero algo irregular por el deterioro, así como 2 grietas profundas a las 11h y a las 13h. En lo relativo al reverso, no se aprecia ningún elemento de la moneda, ni tampoco las leyendas. Se aprecia fuerte corrosión sobre toda la cara, con restos verdosos, así como sedimentos marinos arenosos adheridos en casi toda la superficie. Grieta profunda a las 11h. A nivel general, muy deteriorado por las circunstancias de la catástrofe y la acción marina, con gran corrosión, sobre todo en el reverso y una mezcla de colores debido a las condiciones naturales de los fondos de la bahía y la acción del mar. La pieza cuenta con su correspondiente documento acreditativo.
Variantes: Para este año y ceca en concreto, se acuñaron piezas con distintos elementos ornamentales a los lados del castillo (anverso) tales como veneras, medias lunas, puntos, cruces, círculos,… así como variantes en las leyendas que mencionan a los monarcas, abreviadas de distinta forma. En este caso, la pieza está muy deteriorada, pero se aprecia en el lado izquierdo del castillo (anverso) un círculo que, presumiblemente, también estaría en el lado izquierdo del mismo.
Referencias bibliográficas: “AyCal (Tipo 13)
#68”
Rareza: Muy rara. Ya no tanto por el numeral en sí o la ceca (bastante comunes) o por el estado de conservación, este último significativamente afectado por la corrosión marina. Sino que la procedencia de esta pieza es muy poco frecuente, siendo las monedas y artefactos rescatados de las ruinas muy apreciados entre los coleccionistas a nivel internacional, sobre todo los americanos dada su vinculación demostrada con las actividades piráticas.
Procedencia: “Port Royal Ruins”. En este caso, no se trata de un “pecio”, tal y como estamos acostumbrados. Más bien nos encontramos ante las monedas (y otros artefactos) rescatados de las ruinas del puerto viejo que fue azotado por un potente terremoto en 1692, arrasando las defensas marítimas que dejarían el camino despejado a varios tsunamis que lo siguieron, hundiendo definitivamente el enclave y con él, sus actividades ilícitas.
Ensayador: Sin datos.
Reinado: Reyes Católicos (1479-1504)
Dinastía: Casa de Trastámara
Leyendas:Anv.: “
+ FERNANDVS: ET: ELISABETH:” [O SIMILAR, LEYENDA PARCIALMENTE VISIBLE] alrededor de una gráfila circular de puntos que contiene un trazado de 6 lóbulos con 6 círculos y que guarda la representación de un castillo, como referencia a tal reino y, bajo él, la letra “
B” en alusión a la ceca de Burgos, entre puntos. A ambos lados del mismo, círculos. Fuerte corrosión sobre toda la superficie de la moneda y restos de sedimentos del fondo marino en la mitad derecha de la pieza. Dos grietas profundas a las 11h y a las 13h.
Rev.: “
+ D: G: REX :ET. REGINA: CAST: LIGIO: A” [O SIMILAR, LEYENDA NO VISIBLE] alrededor de una gráfila circular de puntos que contiene un trazado de 6 lóbulos con 6 círculos y que guarda la representación de un león rampante coronado y que mira hacia la izquierda. Se aprecia fuerte corrosión sobre toda la cara, con restos verdosos, así como sedimentos marinos arenosos en casi toda la superficie. Grieta profunda a las 11h.
Observaciones: La moneda en cuestión presenta las oxidaciones propias de una moneda que ha permanecido cerca de 300 años bajo el mar, pero que además sufrió un deterioro adicional por las circunstancias de la destrucción del enclave y las condiciones del entorno marino actual, muy contaminado. A pesar de ello, esta pieza es, sin duda, un fiel testigo de la historia española, europea y del desarrollo de lo que conocemos como el Caribe, siendo imprescindible contar su relato para el enriquecimiento cultural a ambos lados del Atlántico.
“Port Royal”: Originariamente fundada en el año 1518 por España y bautizada como “Santiago”, el enclave fue posteriormente capturado por los británicos en 1655 como consecuencia de la “Guerra anglo-española” (1655-1660) y renombrada como “Port Royal”. Ciertamente, era un lugar idóneo a priori para establecer una ciudad importante, pues estaba protegida por una barrera natural de arena, favoreciendo su rápido crecimiento a partir de 1659 hasta alcanzar una población estimada de unas 6500 personas y en torno a los 2000 edificios entre viviendas, almacenes y negocios de todo tipo, apenas situados en un espacio limitado.
Su ubicación estratégica favorecía la llegada continua de barcos de distintas potencias europeas, pero también de barcos capitaneados por piratas y corsarios que utilizaban el enclave como un refugio y, a la vez, “centro de operaciones”, para hostigar el comercio y los convoyes españoles, muy probablemente, previo acuerdo con los británicos. La ciudad serviría de refugio al famoso pirata Sir Henry Morgan, quien a su vez se convertiría en el “teniente gobernador” de Jamaica para el año 1673. También se instalarían en el lugar, al menos durante cierto tiempo, otros nombres famosos de la piratería, como Bartholomew Roberts, Roche Brasiliano, John Davis o Edward Mansyelt.
Con la llegada de estas tripulaciones sin escrúpulos a “Port Royal”, no es de extrañar que pronto se levantaran cientos de tabernas, casas de juego y burdeles, los cuales eran famosos por el consumo excesivo de alcohol y otros desenfrenos.
Ciertamente, todo esto llegó a oídos de la aristocracia en Londres, que no aprobaban las actividades que allí se producían, al igual que la nueva nobleza surgida en el propio enclave, pero que no se atrevían a tomar medidas por lo lucrativo de los negocios que allí estaban establecidos y los beneficios de tener a piratas y corsarios de su lado, que saquearan las arcas de la Corona hispánica y contribuían a su defensa y funcionamiento político. Entre los propios ingleses era conocida como la “Ciudad más malvada del mundo”, “la Ciudad del pecado y los excesos” o “la Sodoma del Nuevo Mundo”.
Con todo este panorama, “Port Royal” crecería hasta ser en la segunda ciudad más grande, además de convertirse en el puerto con mayor tráfico de las colonias británicas en aquel momento. Con Henry Morgan a la cabeza, ahora convertido en mandatario del enclave, se tomarían decisiones consideradas drásticas hasta aquel momento, fomentando el comercio de esclavos en la urbe y estableciendo fuerzas “profesionales” para la defensa de la ciudad. Esto último implicó que los piratas, actividad de donde provenía el propio Morgan, ya no eran tan necesarios, persiguiendo a la piratería e, incluso, se producían ajusticiamientos casi a diario.
La Ira divina: Los excesos de la ciudad finalmente tendrían los días contados pues, el 7 de junio de 1692, un gran terremoto sacudiría la ciudad por completo, hundiendo bajo las aguas circundantes la barrera de arena natural que protegía el puerto de los embates del océano. Muchas personas perdieron la vida bajo los escombros en una ciudad que había crecido de forma excesiva, de forma vertical, en un espacio muy limitado. No obstante, las desgracias parecían no haber cesado y, al poco tiempo, una serie de tsunamis producidos como consecuencia del anterior terremoto arrasarían con lo poco que aún quedaba en pie. Las arenas de la Bahía de Kingston, donde habían sido levantadas las edificaciones del enclave se convirtieron así en una trampa mortal, pues una vez golpeadas por los tsunamis cedieron como si fueran arenas movedizas, tragándose aquello que tenían sobre ellas. A modo de curiosidad, el propio bergantín de Henry Morgan fue arrastrado contra la ciudad por las olas que la arrasaron y zozobró entre los demás restos.
Se estima que entre 1.000 y 3.000 personas murieron como consecuencia de estas catástrofes, prácticamente la mitad de la población de “Port Royal” en aquel momento y aproximadamente dos tercios de la ciudad había sido destruido o engullido por el agua y las propias arenas que servían de base.
Las élites en la Metrópoli sintieron cierta indiferencia, algunos incluso simpatía, al considerarlo un acto divino para borrar esa ciudad repleta de pecados de la faz de la tierra, como en su día sucedió con Sodoma y Gomorra de acuerdo a los relatos bíblicos.
La vida después del desastre: Las labores de reconstrucción continuarían durante los años posteriores al desastre, aunque la destrucción de gran parte de la ciudad había sacado a la luz importantes problemas que lastrarían, posteriormente los nuevos trabajos. Sin embargo y, como colofón a la “Ira divina”, en 1704 se desató un fuerte incendio que destruyó la nueva ciudad por completo. La población superviviente, cada vez menor y ya muy desanimada, iniciaría nuevos trabajos para reconstruir la ciudad, pero en las décadas siguientes sería devastada parcialmente por huracanes.
Parecía como si de verdad existiera un afán divino por condenar aquel lugar y que jamás pudiera resurgir. Finalmente y, debido a todos estos acontecimientos, la sede del gobierno local acabaría por trasladarse a “Spanish Town” y el tráfico marítimo sería reconducido a través del puerto de Kingston, condenando a “Port Royal” al olvido y a la irrelevancia. Hoy en día es un lugar pequeño, en comparación con antaño, de unos 2.200 habitantes y con gran afluencia turística fascinada por la historia del lugar y el sueño romántico de la piratería. Tal es así, que las autoridades barajan su expansión como centro turístico para una mejor explotación de su reputación pasada.
Arqueología: En la actualidad las ruinas se encuentran a poca profundidad y se han elaborado varios documentales sobre ellas. Parte del área en la que se esparcen los restos está acordonada, pero otra parte no lo está y la gente puede acudir al lugar para bañarse o practicar buceo, aunque las autoridades lo desaconsejan dada la contaminación del agua.
Precisamente, debido al actual sistema de alcantarillado de la ciudad, las aguas bajo las cuales descansan las ruinas están muy contaminadas y la visibilidad bajo ellas es muy limitada. Esto supone un deterioro adicional constante a las ruinas y dificulta su estudio arqueológico.
Comercialización: Algunas de las piezas que hoy en día se comercializan proceden de la antigua colección del museo de “Port Royal”, que fue vendida el pasado siglo XX para poder hacer frente a las deudas contraídas por la Institución, en un periodo en el que la afluencia del público no era la misma que hay en la actualidad para visitar la ciudad. De esta forma, Joseph Becker, buzo retirado de la Marina Norteamericana, adquirió la mayoría de artefactos para incorporarlos así a su colección personal de objetos procedentes del antiguo puerto y que junto con otros buzos habían logrado recolectar durante años.
Por otro lado y, dada la limitada protección de parte de las ruinas, otras monedas y artefactos de pequeño tamaño han sido “rescatados” por buzos aficionados que luego han vendido a turistas o en subastas en portales como “eBay”.
La propia ANCS ha certificado algunas monedas de vellón que abarcan desde acuñaciones realizadas a nombre de los Reyes Católicos (como la que se muestra), hasta Felipe IV, algunas de ellas con los resellos realizados en la península, en distintos momentos, para establecer otro valor al margen del original.
No debemos pasar por alto otra serie de monedas de vellón (peninsulares) y de plata, acuñadas en el Nuevo Mundo, recuperadas en la década de 1950 durante las distintas obras realizadas en las partes de la ciudad que aún se conservan, con hallazgos posteriores al del propio terremoto y que fueron testigos de la decadencia de la ciudad.
Fotos:
Espero que os guste!
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