Hola a tod@s, hoy voy a presentar otra de esas monedas que tanto me gustan y que proceden de otro famoso pecio. Se trata de
8 Reales acuñados en la ceca de
México a nombre del Rey Don
Felipe V presentando una acuñación característica de las cecas del Nuevo Mundo y que serían “piezas de transición” hacia la nueva perfección técnica que veremos bajo la dinastía de los Borbones. La moneda que muestro presenta además otra característica que la convierten en una moneda muy singular pues, además de
pertenecer al hundimiento de una Flota trascendental para nuestro país,
corresponde al “segundo tipo” del escudo, donde ya
se incorpora el escusón borbónico.
Datos de la pieza:Nominal: 8 Reales
Año: 1714/1715. La fecha es visible de forma parcial, donde sólo se aprecia “X71X”, pero por el tipo de escudo y el año del hundimiento, sólo pueden ser posibles estas dos fechas. No obstante, casi con total seguridad, la fecha correcta sea la de 1714 en relación con otras piezas de la Flota que se han encontrado.
Ceca: México (“Mº”; en el anverso)
Metal: Plata de 931 milésimas
Peso: 24,3 gr (aprox.)
Diámetro: 44 milímetros (aprox.).
Canto: Liso e irregular. Macuquina (“Cob”, “Cabo de barra”).
Tipo de acuñación: A martillo.
Ensayadores: José De León (1705-1723). No visible en esta pieza en concreto, pero sabemos que para ambos años, sólo puede ser la letra “J”. Este detalle, también se indicó en la descripción del lote de la subasta.
Estado de conservación: “Shipwreck effect (G3/C)”. En el momento del embarque, estas monedas acababan de salir de la ceca, por lo que no llegaron a entrar en circulación. El mar y la acción de la arena en la zona del hundimiento han erosionado bastante la superficie de la misma. En el anverso, se aprecia buena parte del escudo, así como el escusón borbónico central que nos permite identificar la variante. También se aprecia el final del nombre del monarca, “PVS.” y parte de la fecha de acuñación “X71X”. El reverso muestra la característica cruz de la ceca de México y los cuarteles con castillos y leones. La leyenda no está visible. Se aprecia corrosión y pequeñas marcas por la fricción de la arena en ambas caras. Pátina oscura. No obstante, estos ejemplares, dada la necesidad de traer la plata a la metrópoli, se acuñaron de forma muy descuidada y no tienen todos los datos visibles. La pieza dispone de su correspondiente “COA”.
Variante: Con la llegada de la nueva dinastía a nuestro país, la ceca de México acuñó monedas con dos variantes distintas, afectando ambas al reverso de la pieza. La variante “tipo 1”, donde se le daba continuidad al escudo “antiguo”, sin el escusón central, acuñada entre 1701 y 1715. La variante de “tipo 2”, incorporaría las famosas Flores de Lis y se acuñaría entre los años 1714 y 1733. Como vemos, las fechas reflejadas para este ejemplar disponen de ambas variantes, pero en nuestro caso, queda claro que pertenece a esta última de ellas. No obstante, estas acuñaciones se realizaron de forma muy descuidada y puede afirmarse que cada moneda es única.
Referencias bibliográficas: “KM
#47”
Rareza: Muy rara. Ya no tanto por el numeral en sí, o por el estado de conservación, sino a que las piezas procedentes de este pecio en concreto son muy demandadas tanto por coleccionistas españoles, como por americanos y esto implica que los precios se disparan en cuanto una sale a subasta.
Pecio: “Flota del Tesoro Español de 1715”. Se trataba de una Flota compuesta por 12 barcos que partía hacia la península cargada de monedas de plata y oro tras años sin poder hacer llegar el envío regular de metales amonedados debido a la “Guerra de Sucesión” española. Así, una tormenta hundió 11 de los 12 barcos que partieron de La Habana (Cuba), esparciendo el cargamento por una gran área donde incluso, a día de hoy, sigue dando sorpresas agradables en la zona de “Vero Beach” (Florida). A bordo, se encontraban gran cantidad de monedas de oro y plata de las distintas cecas americanas, así como lingotes y joyas de altísimo valor, incluyendo en ajuar que el propio Felipe V había encargado para regalar a su esposa.
Pedigree: Ex "Sedwick Auction
#22, 1-3 Nov. 2017" (lote # 404-Conjunto formado por 25 monedas)
Reinado: Felipe V “El Animoso” (1700-1724) y (1724-1746)
Dinastía: Casa de Borbón
Leyendas:Anv.: “
PHILIPPVS. V D.G. X71X” [LEYENDAS PARCIALMENTE VISIBLES, MACUQUINA] alrededor del escudo de armas coronado de los Reinos de España, incorporando el escusón central con las “3 flores de Lis” borbónicas. En el lado izquierdo del mismo, la marca de la ceca (“
Mº”) y, bajo ella, la letra del ensayador (“
J”), ambas no visibles. A la derecha del escudo, el valor nominal (“
.8.”), no visible al tratarse de una macuquina. Corrosión marina y pátina oscura.
Rev.: “
HISPANIARVM REX” [LEYENDAS NO VISIBLES, MACUQUINA] alrededor de un cuartelado con castillos y leones dentro de una orla de ocho lóbulos, divididos por la Cruz de Jerusalén. Corrosión marina y pátina oscura.
Observaciones: La moneda en cuestión presenta las oxidaciones propias de una moneda que ha permanecido casi 250 años bajo el mar en una zona de fuerte acción marina, pero que a pesar de esto, no ha perdido la calidad de detalle que vemos en los elementos visibles (tanto en anverso como reverso) y que demuestran que esta moneda en cuestión es un fiel testigo de la historia tanto española, como americana. Así y, dado que aún permanecen visibles algunos de los elementos significativos de esta moneda (escudo y parte de la fecha), con restos de las leyendas sólo en el anverso, estimo que presenta un “grado 3 o C” en lo referente al estado de conservación.
Contexto histórico: En el año 1700, el último monarca de la dinastía de los Austrias en España muere sin descendencia. En su lecho de muerte, Carlos II, decide nombrar como heredero del trono español a Felipe, nieto de Luis XIV de Francia. Sin embargo, Leopoldo I, emperador por aquel entonces del Sacro Imperio Romano Germánico, deseaba que su hijo, el que sería conocido como el archiduque Carlos, fuera el que ocupara el trono hispánico. Leopoldo no recibió muy bien la noticia, pues pensaba que de alguna forma habían influido en el monarca español para inclinar la balanza a favor de Francia. Era necesario evitar por todos los medios una posible alianza entre Francia y España, donde las riquezas del Nuevo Mundo se antojarían determinantes. El conflicto estaba servido, pues Inglaterra y las Provincias Unidas de Los Países Bajos deseaban el debilitamiento del Imperio Español y sabían que España era muy dependiente de los cargamentos americanos. Ellos formarían un bando, frente a la propia España, Francia, Portugal, Baviera y Saboya por el otro, deseando frenar el dominio de los mares que Inglaterra parecía empezar a tener.
Es por esta última razón que las tradicionales rutas marítimas entre España y sus posesiones americanas ya no eran tan seguras y los envíos de metales nobles hacia la península prácticamente se detuvieron y empezaban a acumularse en los puntos de origen. Las cosas no empezaban nada bien para la nueva dinastía borbónica en España. Inglaterra parecía dominar totalmente los mares, con acciones devastadoras como la llevada a cabo en 1702, cuando una significativa fuerza naval penetró en la bahía de Vigo y logró hacerse con un limitado cargamento que procedía de las Indias, monedas que luego utilizarían para acuñar numerario inglés variado, con la leyenda “VIGO” en el anverso y el busto de la reina “Anna”. Las escaramuzas y choques constantes entre las marinas de ambos bandos ponían de manifiesto el declive del poder hispánico y sus aliados, haciendo fuertes a los ingleses y holandeses. Otros ejemplos significativos fueron el hundimiento de un barco cargado de metales nobles en 1708 cuando se disponía a partir rumbo a la península y la captura de otro del mismo convoy, además de otros hundimientos en 1711 frente a las costas de la isla de Cuba debido a la fuerza de un huracán. Las arcas hispánicas parecían quebradas una vez más. Ante este panorama y el avance indiscutible de la Guerra, también en suelo peninsular, con la toma de los territorios de la antigua Corona aragonesa favorables al aspirante de la Casa de Austria, la Guerra de Sucesión española terminaría en 1715 mediante la firma de una serie de tratados conocidos como la Paz de Utrecht. El saldo, de manera muy simple se resolvería con la aceptación de Inglaterra de la nueva dinastía borbónica en España, siempre que Felipe renunciara a sus derechos dinásticos sobre el trono francés. Claramente, se evitaba a toda costa la unificación de ambos reinos. Inglaterra recibiría los territorios de Terranova, la isla de San Cristóbal y la Bahía de Hudson. España por su parte, perdería sus posesiones europeas, pero mantendría intacto su imperio americano. La paz había regresado al Viejo Continente, pero las fricciones entre los antiguos rivales nunca terminaron.
La Flota de 1715: Llegados a este punto, estaba claro que España necesitaba urgentemente de los flujos de recursos económicos procedentes de América. Por orden del nuevo Rey no tardaría en reunirse una nueva flota para traer todos aquellos metales nobles que se habían ido acumulando durante el transcurso de la guerra. Los barcos designados para tan importante tarea estarían repartidos de la siguiente forma:
• Por una lado, tenemos la “Escuadra de Tierra Firme”, comandada por el Capitán General Don Antonio de Escheverz y Zubiza, y compuesta por seis naves. Él viajaría a bordo del que sería el acompañante de la nave Capitana de toda la Flota, un barco inglés capturado durante el largo conflicto y que era conocido hasta entonces como el “Hampton Court”. Dada su posición en el esquema, estaría fuertemente cargado con una gran cantidad de cofres de monedas de plata y oro, lingotes y polvo de oro, además de valiosísimas joyas. También se cargarían sus bodegas con productos tropicales para el consumo de lujo y exportación, una vez llegados a la península. No obstante, la “Almiranta” estaría casi igualmente bien cargada. El “Nuestra Señora de la Concepción” transportaba monedas y lingotes de oro, así como varios cofres que contenían monedas de plata. La fragata “San Miguel”, así como dos buques adicionales de menor tamaño completarían la escuadra.
• Por otro lado, estaban cinco barcos de la “Flota de Nueva España”, con el Capitán General Don Juan Esteban de Ubilla a los mandos. Él mismo navegaría en la Capitana, que llevaba unos 1.300 cofres que contenían en torno a los 3 millones de monedas de plata. El cargamento también incluía monedas y lingotes de oro. Se tiene constancia de la existencia de lingotes adicionales de plata y joyas, además de esmeraldas, perlas y preciadas piezas de porcelana procedentes de la China del emperador K´ang-Hsi, desembarcadas en México gracias a los “Galeones de Manila”. A su vez, la Almiranta llevaba en torno a los 1.000 cofres de monedas de plata y cada uno contenía unas 3.000 monedas en su interior. El Refuerzo llevaba 81 cofres de monedas, también de plata, además de otros 50 cofres que contenían plata labrada. Otro barco, un patache, transportaba unas 44.000 monedas de “8 Reales”. Finalmente, una fragata ayudó a completar esta variopinta, pero trascendental Flota. El barco francés “Griffon”, con el capitán Antoine De L´Air al mando, el cual había recibido el permiso necesario para cargar unas 48.801 monedas de “8 Reales” y navegar con la flota.
Todos ellos se encontraron en el puerto de La Habana, añadiendo carga adicional y embarcando las provisiones necesarias para un viaje tan largo. Distintos factores, entre ellos el mal tiempo, retrasaron la salida de la Flota en 2 años, pero transcurrido ese tiempo, al fin, estaba lista para zarpar.
Con este panorama, el historiador Mendel Peterson en su obra "The Funnel of Gold" (1975), estimó el valor del cargamento registrado de las dos Flotas combinada en unos 7.000.000 de monedas de “8 Reales”, lo que supondría aproximadamente unos 86 millones de dólares en el año de publicación del libro.
La travesía: Ante la situación financiera de la nueva Corona y las quejas de los comerciantes que no habían recibido la mercancía a bordo para su venta, la presión para que la Flota zarpara de inmediato había aumentado significativamente. Pronto veríamos como las prisas nunca llevan a buen lugar, ya que al sureste de Cuba empezó a desatarse un potente huracán, algo que parecía no estar en conocimiento de las autoridades de La Habana. La Flota parte rumbo a España en la madrugada del 24 de julio de 1715, aparentemente con un tiempo tranquilo y una suave brisa que facilitaría a los barcos alcanzar la corriente de Florida que transcurría hacia el norte y dejaba a todas las embarcaciones listas para emprender el rumbo en el mar abierto. Poco a poco, la Flota española navegaba por la costa este de Florida, aprovechando la corriente del Golfo sin incidentes durante los primeros 5 días de viaje. Sin embargo, el 29 de julio empezarían grandes olas procedentes del sureste. La atmósfera no tardó en cargarse de humedad, con el sol ligeramente visible a través de la bruma que acababa de formarse a modo de mal presagio. Los barcos empezaban a ser golpeados y la navegación era completamente distinta, hasta el punto que los navegantes más veteranos comenzaron a preocuparse, pues sabían que estos serían las primeras señales de la llegada una gran tormenta tropical. El huracán viajaba hacia el norte, situándose casi al este del convoy, pero aún a muchas millas de distancia.
La tormenta pronto se intensificó, con vientos en la parte central que alcanzarían unos temibles 160 km/h. Al caer la noche, el huracán cambió drásticamente su trayectoria, hacia el oeste. Así, durante la mañana del 30 de julio, a lo largo de toda la costa este de Florida, justo al sur de Cabo Cañaveral, los vientos habían aumentado a más de 20 nudos, alcanzando los 30 nudos a última hora de la tarde y las olas alcanzarían los 6 metros de altura.
Con una fuerza tan descomunal, la Flota sería arrastrada cada vez más hacia la costa como si se tratara de simples barcos de papel y el Capitán General dio orden de dirigir todos los barcos de la flota en contra del viento para evitar encallar en los arrecifes cercanos, pero la maniobra tuvo un éxito dudoso. La velocidad del viento siguió creciendo y la tripulación de los barcos casi no podía mantener el control de sus embarcaciones. Alrededor de las 4 de la mañana del 31 de julio, el huracán golpeó la Flota con toda su furia y fueron arrastrados contra las rocas sin remedio. La Capitana, donde viajaba el propio Ubilla se desintegró en cuestión de minutos, aplastada contra un arrecife. Casi toda la tripulación a bordo murió, incluido Ubilla. Se estima que de las casi 2.500 personas que viajaban con la Flota, más de 1.000 perecieron bajo la tormenta. El relato más extendido es que, precisamente, de los 11 barcos que integraban la Flota, sólo uno, el francés, logró escapar muy tocado del accidente. No obstante, realmente no se dispone de evidencias fiables que confirmen que el “Griffon” pudiera escapar a tan nefasto destino, por lo que podríamos que también sucumbió. Cuando por fin amaneció, aquella terrible mañana del 31 de julio, los supervivientes pudieron contemplar la magnitud del desastre. Las playas de Florida estaban llenas de restos de los barcos, pero también de cadáveres, mientras trataban de comprender realmente qué había sucedido aquella noche. Como los barcos se hundieron en posiciones distintas, incluso separados por varias millas de distancia, resultaba imposible a priori evaluar el alcance de los daños.
Sin embargo, los problemas no habían terminado, pues los supervivientes quedaron a su suerte, sin comida, alimentos o atención médica, muchos de ellos morían cada día, aumentando así el número de víctimas. El almirante Don Francisco Salmón, que se encontraba entre los supervivientes, después de determinar que todos los barcos habían sucumbido a la tormenta, decidió, el 6 de agosto, enviar a Nicolás de India, piloto de la embarcación del ya fallecido Ubilla, junto con 18 hombres, en una embarcación pequeña hacia la isla de Cuba para informar de lo sucedido y solicitar el rescate de los supervivientes. Finalmente, unos 10 días después llegaron a la Habana y la operación de rescate se había puesto al fin en marcha.
Intento de rescate: El principal buque de salvamento que operaba fuera de la isla de Cuba por aquel entonces era “El Príncipe de Asturias” que partiría junto con otros barcos del puerto de La Habana cargados con suministros, equipo de salvamento, funcionarios del gobierno y soldados, con el Marqués Don Fernando Chacón como responsable de la operación. Una vez localizados los campamentos de supervivientes, estos fueron preguntados por los acontecimientos y evacuados de la zona para dejar paso a las labores de recuperación de la carga.
Las balandras de salvamento rastrearon los fondos marinos colindantes y no tardaron en encontrar los primeros cofres con monedas, así como joyas y oro. Ante la magnitud de la carga, a la flotilla de salvamento pronto se le unirían barcos adicionales desde Florida, territorio del Imperio Español por aquel entonces, enviados directamente desde San Agustín para colaborar en las tareas de recuperación. A principios de septiembre fue tal el éxito del equipo de salvamento que el propio Almirante Salmón le escribió al Gobernador pidiéndole que enviara 25 soldados adicionales, así como munición variada para proteger el cargamento de Su Majestad, además de las mercancías privadas que habían sido rescatadas de los distintos naufragios. En este punto, el clima empezó a tornarse desfavorable y las labores de búsqueda y recuperación tuvieron que ser detenidas. El balance para el mes octubre de 1715 arrojaba que se habían logrado recuperar más de 5.000.000 de monedas de “8 Reales”, así como oro y joyas, sin duda, se trataba de una cantidad significativa dadas las circunstancias.
No obstante, los esfuerzos de recuperación continuaron hasta bien entrado el año 1718, pero las noticias del desastre ya se habían extendido por América y Europa y los corsarios de naciones rivales, piratas y saqueadores en general no dudaron en poner rumbo hacia donde sabían que habían transcurrido los hechos y donde se custodiaba todo lo que se iba rescatando del fondo del mar. Así, a principios del mes de enero de 1716, el pirata Henry Jennings a bordo de su balandra muy bien pertrechada, el “Barsheba”, de 40 toneladas y John Wills a bordo del “Eagle”, de 35 toneladas, ambos comisionados por Hamilton, por aquel entonces el gobernador de Jamaica, atacaron el campamento español en la zona y detuvieron a los defensores que lo custodiaban mientras saqueaban el enclave español. Curiosamente no se reportaron bajas durante este asalto. En su huida posterior, lograron llevarse un botín compuesto por unas 120.000 monedas de “8 Reales”, así como otros objetos de gran valor, además de mejorar su artillería con 4 cañones, 2 de bronce y otros dos de gran tamaño, fabricados en hierro.
A finales del año 1718, cuando el destacamento español y el equipo de rescate abandonaron el lugar, aún permanecía en el fondo del mar una cantidad inmensa de la carga que transportaba aquella Flota, incluso algunos de los enclaves guardaban restos de aquellos barcos siniestrados que podían apreciarse con facilidad, desde fuera del agua si la marea bajaba lo suficiente.
De acuerdo a documentos de la época se sabe que, durante los años posteriores, algunos barcos mercantes que navegaban por la zona lograron hacerse con partes del tesoro que yacían en los fondos marinos.
Así, parece que la totalidad de los naufragios tuvieron lugar al sur del Cabo Cañaveral, destacando el caso de la nave capitana de Ubilla, que naufragó en Palmar de Ays, frente al Río Ays, posteriormente bautizado como río Sebastián.
El redescubrimiento: En la década de 1960, Kip Wagner, un residente de “Sebastian Creek”, caminaba por la orilla de la playa después de que una gran tormenta azotara la zona y descubrió, casi por casualidad, un montón de “clump” formados por monedas y fragmentos de coral, todas ellas fechadas en 1714. Rápidamente le mostraría su descubrimiento a otro hombre, Kip Kelso, que no dudaría en buscar en la Biblioteca del Congreso de los EEUU información sobre la ubicación de la Flota naufragada. Con la información deseada en su poder, Kip Wagner, utilizaría una pequeña embarcación para realizar las primeras investigaciones en la zona y pronto encontró un viejo cañón perteneciente a una de las embarcaciones hundidas y que la tormenta había dejado visible. Después de reclutar a un equipo de buceadores profesionales, incluyendo un joven Mel Fisher, fundarían posteriormente la “Real Eight Corporation” y se lanzarían al rescate definitivamente, encontrando grandes cantidades de monedas de oro y plata, lingotes, ostentosas joyas, piedras preciosas y objetos de distinta naturaleza que hoy en día son muy demandados por coleccionistas de todo el mundo, estimándose en miles de millones de dólares.
Identificación: Curiosamente, en el inicio de las inmersiones no se logró identificar ningún barco en concreto, a excepción del denominado “Cabin Wreck”, a unas 2 millas al sur de la ensenada conocida como “Sebastian Creek”. Designado por la Oficina de Investigación Arqueológica del Estado de Florida (“FBAR”) como “8IR23”, fue el pecio del que procedían las monedas descubiertas por Kip Wagner. Esta supuesta identificación se sustenta en
tres pilares:
1. Un mapa elaborado por Bernard Romans en el año 1774 y publicado en 1781, donde se muestra el río Sebastián con una anotación que dice textualmente: “frente a este río, pereció el Almirante al mando de la Flota de la Plata en 1715, el resto de la Flota 14 en total. Entre este & Y e Bleech Yard“. Directamente debajo de esta anotación manual se indica un topónimo con el nombre “el Palmar” con pequeños dibujos de cinco pequeñas palmeras.
2. Documentos de variada índole custodiados en los Archivos de España y Cuba, donde se indica que el general Don Juan Esteban de Ubilla murió a bordo de su capitana frente al río Sebastián, que por aquel entonces era conocido como “Río Ays”.
3. La cantidad de monedas de plata, en su mayoría acuñadas en la ceca de México, encontradas en este naufragio en particular en la década de 1960, indicaban que se trataba de un buque de guerra, en este caso una Capitana de la “Flota de Nueva España”.
No obstante, a día de hoy se sigue considerando que no se han identificado con total seguridad los barcos descubiertos, algunos rescatados por los españoles poco después de conocer la noticia y otros que aún no se han encontrado.
La lista de los que los caza tesoros dicen haber localizado serían:
• El “Urca de Lima”
• Ex “HMS Hampton Court” (1678)
• “Santo Cristo de San Román”
• “Nuestra Señora de las Nieves”
• “Nuestra Señora del Rosario y San Francisco Xavier”
• “Nuestra Señora del Carmen y San Antonio”
Finalmente, el Archivo Nacional de Cuba hace alusión a un barco denominado “Rita”, que sería rebautizado como “Margarita”, justo antes de unirse a esta Flota y partir rumbo a la península. Esto pudo verse en el episodio correspondiente de la serie “Expedition Unknown” que se emite en España a través del canal “DMax”, con el nombre de “Expedición al Pasado”.
Fotos:Espero que os guste!
Saludos.