Buenaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaas
Un bajete que no se ve a menudo:
PAIS: Imperio Romano.
EMPERADOR: Constancio II
VALOR: AE4
AÑO: 347 d C. – 1.100 a. U. c.
DIAMETRO: 16 mm.
PESO: 1,61 gr.
METAL: Bronce
CECA: Siscia 5ª oficina
REFERENCIA: RIC VII Siscia 180
RAREZA: S (Escasa)
ANV.: Cabeza diademada con manto y coraza, mirando a dch., del emperador Constancio II. Alrededor leyenda: CONSTANTI-VS PF AVG.
REV.: Victoria de frente mirando a izq, con corona en cada mano. Crismón en el campo derecho. En exergo: *ESIS*. Alrededor leyenda: VICTOR – IA AVGG
Batalla de Singara (Sinjar) 344
En la primavera del 344, Sapor había reunido un gran ejército detrás del Tigris, y Constancio se trasladó al este con sus propias fuerzas para enfrentarse a él. Cuando las fuerzas de Sapor empezaron a cruzar el río en tres grupos, Constancio ordenó a los guardias fronterizos no impedir su paso, sino replegarse a través del desierto para unirse a su fuerza principal. Constancio tomó una posición no muy lejos de la ciudad oasis de Singara, que ocupa una posición aislada en medio de un desierto de grava y de un calor asfixiante como lo es el centro-norte de Mesopotamia. Sapor llevó su masivo ejército hacia adelante, y construyó un inmenso campamento fortificado alrededor de otro conjunto de manantiales cercanos a Hiléia. Los historiadores romanos dicen que el ejército de Sapor, dispuesto para la batalla, era tan numeroso que su frente se extendía una distancia de doce millas.
La batalla comenzó por la mañana y continuó durante el resto del día. A media tarde, una parte de la frente persa se rompió y se retiraron en desorden hacia su campamento, donde una línea de catafractas había sido estacionada como reserva. Los infantes romanos, cansados y sedientos por el esfuerzo bajo el sol abrasador de mediados de verano, siguió a los fugitivos con gran agresividad, bien por el conocimiento de los manantiales que había dentro del campamento, o bien por el deseo más tradicional de saquear el campamento.
Constancio, preocupado por lo avanzado de la hora y la presencia de fuerzas enemigas intactas, trató de controlar a sus tropas pero sin éxito. Los legionarios romanos atacaron a los catafractos persas situados frente al campamento, derrotándolos, llenaron las zanjas, y atacaron a los arqueros situados en lo alto de sus muros. Cuando la resistencia persa se colapsó, los romanos se dispersaron por el campamento enemigo, pensando sólo en el agua y las riquezas que se podía obtener como recompensa de su victoria. Sapor huyó hacia el Tigris, el príncipe heredero persa, menos afortunados, fue hecho prisionero en el interior del campamento, torturado y luego ejecutado por sus captores.
La victoria romana parecía completa. Pasaron algunas horas, sin embargo, uno de los generales de Sapor habiendo recuperado el valor, mientras que los romanos se dedicaban descuidadamente a saquear el campamento en busca de objetos de valor, los persas se reagruparon y avanzaron sigilosamente el amparo de la oscuridad con un grupo de arqueros. Los incendios que ardían en el interior del campamento saqueado iluminan el objetivo, y de repente masas de flechas salieron desde el cielo nocturno, derribando cientos dentro de los muros y los supervivientes se dieron a la fuga. La derrota mermó fuerza de choque de Sapor, sin embargo, al día siguiente su ejército se retiró otra vez más allá del Tigris.
Esta derrota debió haber reforzado la confianza del emperador en las tácticas defensivas como las más adecuadas. A este respecto, se debe tener en cuenta que Constancio solo contaba con una parte del ejército romano, el resto era reclamado por sus dos hermanos (desde la muerte de Constancio II en 340 solo por Constante) en Occidente, y permanecía por lo tanto fuera de su alcance. Pero también Sapor tenía problemas que resolver pues los árabes de lo que hoy sería Kuwait, Qatar, el norte de Arabia Saudita y Bahrein asolaban las regiones de su Imperio, pues estos árabes haciéndose a la mar, saqueaban las costas de Fars. Sapor II los derrotó y devastó sus territorios.
Dicha invasión fue la causa de una tregua que duró varios años y que fue aprovechada por Constancio, entre la muerte de su hermano y el año 353, para afianzar su dominio sobre la totalidad del Imperio.
A pesar de la insostenible situación económica, los hermanos Constancio II y Constante no emprendieron la deflación del vellón hasta 348, cuando la amenaza persa remitió. La fecha de la reforma se aproxima sospechosamente a las decennalia como Augustos de ambos hermanos, que coincidieron con los 1100 años de la fundación de Roma y el décimo saeculum etrusco, un “siglo” de 110 años (MATTINGLY, 1933: pp. 182-202). Las decennalia se solaparían con los 25 años como César de Constancio II (324-49), y los 15 de Constante (333-48). Era común adelantar o retrasar estos aniversarios de modo que coincidieran entre sí o con otras conmemoraciones relevantes.