A modo de complemento con el interesante hilo abierto por nuestro colega
@Jacky, propongo una cuestión que quizás en su momento nos impactó más: ¿Cuándo fue la primera vez que tomaron conciencia del valor del dinero? ¿Cuándo se dieron cuenta por primera vez de que esas monedas o billetes que nos regalaban eran algo más que un instrumento de trueque para adquirir cualquier capricho? ¿Cuándo despertó en Vds. la deliciosa sensación de que poseer ese dinero suponía poder adquisitivo, y que si en vez de gastarlo en chorradas lo guardábamos, al cabo del tiempo podríamos comprarnos algo mucho más valioso?
Y, como está mandado, seré yo el que narre mi primera experiencia:
Fue en mi Primera Comunión. Mi abuelo materno era especialmente rumboso y, además, para él fui el hijo varón que nunca tuvo ya que mi madre fue la única descendencia que dejó tras de sí. Fue un abuelo muy precoz, con apenas 43 o 44 años ya que se casó muy joven y su hija, mi madre, también optó por un casorio temprano. Por ese motivo, para él yo podría pasar como esos hijos tardíos que suelen tener muchos cuarentones. Está de más decir que su regalo fue suntuario: 10.000 pelas en billetes de 20 duros que, para darles un aspecto más imponente, distribuyó en un álbum de fotos que no requería pegamento porque cada hoja tenía una cubierta transparente que los sujetaba. Cien billetes de cien eran para un crío de 7 años de aquel entonces como si a cualquiera de nosotros nos plantan delante de las barbas un palet de fajos de billetes de 50 pavos. Por ahí andan rodando las fotos que captaron el momento supremo: el abuelo entregándome el álbum mientras yo ponía jeta de no saber de qué leches iba aquello; yo abriendo el álbum y viendo la primera página con seis billetes
; yo pasando una página tras otra con sucesivas series de seis billetes y, en todas ellas, el abuelo con una sonrisa de oreja a oreja sin parar de ahumarnos a todos con su Montecristo, la expectación despertada en los invitados al ágape y mi pasmo absoluto porque jamás había visto tanta pasta junta en mi corta existencia.
Bien, pues fue en ese instante cuando, como un chispazo en la sesera, me di cuenta de lo que era el dinero. Pero el dinero, dinero, porque diez mil pelas era por aquel entonces un pastizal que aún era incapaz de calibrar para cuánto daría de sí, pero tenía claro que para muuuuuuuuuuuchas cosas. Yo, que por naturaleza era un nene solitario que prefería pasar mis horas de ocio en mi propia compañía, ya me relamía pensando en el Scalextric, el Exin Castillos (mi juguete predilecto), un arsenal de pistolas y demás armamento (mi segundo juguete predilecto) y en un verdadero ejército de soldaditos de aquellos que se ponían en el fuerte de Comansi para defenderlo de los indios. Y, por supuesto, mogollón de libros de mi colección preferida. Eran unos libros editados por Bruguera bajo el título de "Historias Selección" que venían mitad texto y mitad ilustraciones para hacer al principio la lectura más fácil a los chavales. Por cierto que gracias a esos libros, que costaban 10 duros por aquella época, surgió mi pasión por la historia y aún conservo bastantes de ellos.
En fin, así fue mi toma de conciencia acerca de lo que significaba tener dinero. Jamás en mi vida olvidaré el hormigueo que sentí en la barriga cuando descubrí aquel tesoro de papeles marrones con el retrato de Julio Romero de Torres que, por cierto, el abuelo se preocupó de que estuvieran flamantes para la ocasión.
Hale, buen finde a todos