El sonido del dinero

Buenas, os traigo un tema curioso, a ver qué pensáis vosotros. El dinero suena. Las monedas al chocar o al caerse hacen ruido. Ese sonido depende esencialmente del material y de la masa. Los billetes también suenan (carteo), dependiendo del sustrato, su apresto y el espesor de la capa de papel.

¿Hay algún sonido de estos que os resulte atractivo? ¿Alguno que recordéis con cariño? ¿Con horror?

Yo recuerdo prácticamente todos los sonidos de las monedas chocando con otras iguales. El sonido de las pesetas rubias entre sí, tan diferente del de las lentejitas. El sonido apagado de las moneditas de 10 pesetas. El sonido contundente de las monedas de 50 pesetas de Franco y de comienzos de la Monarquía. El sonido tan característico de las monedas de 100 pesetas de los años 80 rozando entre sí. El sonido más divertido de las moneditas de 5 pesetas pequeñas últimas. El de las 25 pesetas de Franco y de los 80, sonido de tragaperras...

¿Qué sonidos de las monedas tenéis en mente? ¿Qué os recuerdan? ¿Tenéis recuerdos de billetes? Fijaos que colecciono billetes pero no tengo "memoria auditiva" de los billetes de mi vida.

Me gusta el hilo, es muy interesante.

El recuerdo más intenso que tengo sobre el sonido de una moneda fue una vez que se me cayó un duro de plata en un suelo de terrazo. Se me pusieron los pelos de punta, eso sí, un sonido limpio precioso.

Y sobre los billetes... Pues más que el sonido recuerdo el tacto y sobre todo el olor. El olor de los billetes, nuevos o usados, diferente en uno u otro caso, y tan particular.

Ah, sí. Y por último recuerdo el sonido de una bandeja de 40 monedas medievales y modernas caerse sobre un suelo de gres. Mi abuela se apoyó encima y se cayeron todas al suelo. Todavía me acuerdo. Qué absoluto horror. Creo que hubo una que se me partió, qué disgusto. Desde aquel momento, no saco las bandejas nada más que en la mesa grande del comedor.

Recuerdo que mi madre me contaba que para saber si los duros de plata eran buenos o no, en el mercado, los dejaban caer de plano sobre los mostradores de mármol blanco y que ese sonido era inconfundible.

Lo que sí reconozco es el olor de las moendas, dependiendo del metal de que están hechas, huelen distinto. Les echas un poco de vaho y las hueles.

No hay sonido que se iguale al de la plata. Cuando compro algún lote de duros siempre hay alguno que no da el peso por desgaste, pero prefiero asegurarme. La apoyo en la yema del dedo corazón, le doy un leve golpecito en el canto con el imán y se despejan todas las dudas. Ese tono agudo, vibrante, largo, como un diapasón... Es el sonido del verdadero dinero, del que tiene valor real, no de un cacho celulosa impresa

PECULIUM escribió:

No hay sonido que se iguale al de la plata. Cuando compro algún lote de duros siempre hay alguno que no da el peso por desgaste, pero prefiero asegurarme. La apoyo en la yema del dedo corazón, le doy un leve golpecito en el canto con el imán y se despejan todas las dudas. Ese tono agudo, vibrante, largo, como un diapasón... Es el sonido del verdadero dinero, del que tiene valor real, no de un cacho celulosa impresa

https://www.youtube.com/watch?v=PjjUFFojayY

Te van a matar los notafílicos.

PECULIUM escribió:

No hay sonido que se iguale al de la plata. Cuando compro algún lote de duros siempre hay alguno que no da el peso por desgaste, pero prefiero asegurarme. La apoyo en la yema del dedo corazón, le doy un leve golpecito en el canto con el imán y se despejan todas las dudas. Ese tono agudo, vibrante, largo, como un diapasón... Es el sonido del verdadero dinero, del que tiene valor real, no de un cacho celulosa impresa

https://www.youtube.com/watch?v=PjjUFFojayY

¡Eh, no te metas con mis billetes!

Yo tengo el recuerdo de la infancia cuando los domingos me daban la paga. Entonces iba al kiosco y daba golpecitos con mi moneda en el pequeño mostrador a través de la ventanilla del kiosco para que me atendiera el kiosquero, y mientras ida pidiendo el chicle bazoka o el sobre sorpresa continuaba dando golpecitos.
Muchos años después, actualmente conozco a un kiosquero y me dice que no puede soportar el sonido que hacen los niños cuando dan golpecitos con la moneda.

Yo tampoco soporto la gente que da golpecitos con monedas, el bolígrafo o el zapato. Me ponen histérico.

No hace mucho en la sala de espera de un médico había un tío muy bien vestido que no paraba de dar golpecitos con el zapato (reluciente) en el suelo, hasta que le tuve que decir que por favor no lo hiciera, me estaba poniendo malo.

Granada escribió:

Yo tampoco soporto la gente que da golpecitos con monedas, el bolígrafo o el zapato. Me ponen histérico.

No hace mucho en la sala de espera de un médico había un tío muy bien vestido que no paraba de dar golpecitos con el zapato (reluciente) en el suelo, hasta que le tuve que decir que por favor no lo hiciera, me estaba poniendo malo.

Ya pensaba que yo era raro. Yo lo de los bolígrafos me hace querer quitárselo y tirarlo.

Buen hilo @Jacky

Me gusta el sonido de la plata y el olor de los billetes nuevos.

Eso sí, @Granada, ¿Has pensado que la gente que hace eso que tanto te molesta, puede tener una estereopatia sin saberlo? Hay que tener más respeto hacia esas personas, las estereopatias son muy jodidas, no solo para el del enfrente, también para la persona que la sufre.

Estimados contertulios @Granada y @Jacky, reconozco que soy un metalómano. De hecho, si de mi dependiera aboliría el papel moneda y retornaríamos a las monedas de buena ley. Hasta Judas se puso extremadamente contentito cuando sintió en su traidora mano el dulce peso de los 30 siclos de plata que cobró por su alevosía independientemente de que luego se arrepintiera y llevara a cabo una fulminante autolisis con la ayuda de una soga y una rama de árbol.

Pero, con la mano en el corazón:  ¿qué preferirían encontrar un buen día al hacer obras en el viejo caserón del abuelo? ¿Un cofre lleno de billetes o bien uno lleno de duros de plata o una orza atestada de peluconas de oro?

Anécdota: Hace pocos días, un conocido me contó cómo su abuelo, al que una apoplejía dejó sin habla, convocó a sus ocho retoños y, como pudo, les indicó que lo llevaran al corral. Allí señaló insistentemente un punto del suelo, farfullando a duras penas que excavaran en el lugar indicado. Se pusieron manos a la obra y a pocos centímetros de profundidad apareció una olla enorme repleta de duros. Una vez hecho el recuento, la olla contenía la friolera e insultante cifra de 8.000 duros, o sea, nada menos que 180 kilos de plata, ni un gramo más ni uno menos. Ojo, plata, plata, sin contar el 10% de cobre que contiene cada moneda. CIENTO OCHENTA KILOS. A 60 céntimos que se cotiza hoy el gramo de plata .900, 108.000 euracos como 108.000 soles. ¿Mola una burrada o no? Obviamente, hablamos de que el hallazgo tuvo lugar hace cosa de un siglo, por lo que su valor sería muchísimo mayor.

En fin, que me ponen la plata y el oro...

Hablando de esto último que comenta el compi Peculium.
En un pueblo cercano al mío, hace unos años iban a construir un hotel rural en una casa abandonada convenientemente comprada por "cuatro euros"
Durante las obras, se disponían a cambiar de ubicación una pila de esas antiguas que se usaban para lavar la ropa porque la vieron curiosa y la querían conservar. Al moverla, apareciero debajo de ella una especie de sabana o saco gigante lleno de monedas de oro. No se sabe muy bien la cantidad, lo único que se sabe es que del proyecto inicial, el hotel rural se paralizó y no se ha vuelto a ver a los dueños de la casa, quedando la casa en obras permanentes como el Bernabéu cada vez que el Barça juega una final de Copa jejeje.

@PECULIUM sin menospreciar esa olla llena de monedas de plata si tuviese la suerte de encontrarla, yo preferir por preferir como buen billetero que me considero me encantaría encontrar un cofre lleno de billetes del siglo XIX a poder ser de los primeros del Banco de España, y me rio yo de la olla llena de monedas !!!! Aun que tengo que confesar que la inmensa mayoría pasarían a engordar y reposar bien cuidados en mis álbumes.


Referente a lo que comenta @Jacky a mí la sonoridad del carteo de un taco de billetes de aquellos de los años 80 y 90 aun me ponen la piel de gallina.

Recuerdo “con cariño” el jaleo de monedas meneadas por mi padre en su bolsillo del pantalón. Recuerdo el “misterioso” y seco roce de los billetes contados uno a uno, rascando papel con papel, deslizados de una mano a otra y luego una y otra vez en el seco silencio de un gran salón comedor para repartir una herencia de varios millones de pesetas en el año 83.

Recuerdo el “atractivo” tintineo de muchas monedas cayendo en el cajón metálico y luego el sonido añadido de una encima de otra en una tragaperras, después de escuchar ganar el especial del “Tesoro Escondido”. Recuerdo la melodía de rascar un fajo nuevo de billetes de pesetas, encintado por la mitad y que tras aporrearlo en la palma de la mano contraria para espabilar su apilado, era apoyado en un pulgar y doblado pasando uno a uno velozmente y que liberando parcialmente uno tras otro dejaba ver la mitad del mismo diseño y el valor del billete una y otra vez. Recuerdo en esa misma escena, el soplido del papel de ese mismo fajo con el mismo gesto pero acercado al oído.

Recuerdo el golpe de monedas en el cajón de un autobús. Recuerdo la primera vez que escuché una máquina de un banco contar una enorme cantidad de billetes en apenas segundos, acertando con la cantidad exacta. Recuerdo el sonido de caer monedas al suelo por descuido de un compañero en el vestuario del trabajo hace apenas días y todos mirar para ese lugar por instinto.

Recuerdo “con horror” el sonido de las monedas al chocar en aquellas cajas registradoras escandalosas al abrirse para cobrar …

Saludos

PECULIUM escribió:

Estimados contertulios @Granada y @Jacky, reconozco que soy un metalómano. De hecho, si de mi dependiera aboliría el papel moneda y retornaríamos a las monedas de buena ley. Hasta Judas se puso extremadamente contentito cuando sintió en su traidora mano el dulce peso de los 30 siclos de plata que cobró por su alevosía independientemente de que luego se arrepintiera y llevara a cabo una fulminante autolisis con la ayuda de una soga y una rama de árbol.

Pero, con la mano en el corazón:  ¿qué preferirían encontrar un buen día al hacer obras en el viejo caserón del abuelo? ¿Un cofre lleno de billetes o bien uno lleno de duros de plata o una orza atestada de peluconas de oro?

Anécdota: Hace pocos días, un conocido me contó cómo su abuelo, al que una apoplejía dejó sin habla, convocó a sus ocho retoños y, como pudo, les indicó que lo llevaran al corral. Allí señaló insistentemente un punto del suelo, farfullando a duras penas que excavaran en el lugar indicado. Se pusieron manos a la obra y a pocos centímetros de profundidad apareció una olla enorme repleta de duros. Una vez hecho el recuento, la olla contenía la friolera e insultante cifra de 8.000 duros, o sea, nada menos que 180 kilos de plata, ni un gramo más ni uno menos. Ojo, plata, plata, sin contar el 10% de cobre que contiene cada moneda. CIENTO OCHENTA KILOS. A 60 céntimos que se cotiza hoy el gramo de plata .900, 108.000 euracos como 108.000 soles. ¿Mola una burrada o no? Obviamente, hablamos de que el hallazgo tuvo lugar hace cosa de un siglo, por lo que su valor sería muchísimo mayor.

En fin, que me ponen la plata y el oro...

Estimado amigo. Como siempre da gusto leerte, pero un servidor preferiría encontrarse un fajito de clásicos. Pues si te parece que 108000 euracos en 180 kilos de plata es un emocionante hallazgo (y un esfuerzo de mover semejante cantidad de monedas), con los billetes clásicos españoles esa cantidad la alcanzas con tres Claudio Coellos. Digamos que encontrarse tesoros de billetes es extremadamente más raro que de monedas, por dos motivos: el papel es más delicado y la gente corriente almacenaba nobles metales porque no llegaban a ver un billete en su vida.

Dicho lo cual, y volviendo al tema del hilo, coincido contigo con el sonido puro, cristalino, largo e incluso diría hipnótico de la plata. Pero la idea del hilo era sobre todo retrotraernos a otros años pretéritos y extraer de nuestra sesera esos recuerdos tan difíciles de expresar como los sonidos. ¿Cómo sonaba nuestra infancia y nuestra juventud? Y en particular, ¿cómo sonaban esas monedas que llevabas en la mano para comprar cromos o un helado o una barra de pan? ¿Y cómo sonarían las moneditas que manejaban nuestros abuelos y otros antepasados? ¿Cómo sería esa banda sonora de sus vidas?

10 pfennig escribió:

Hablando de esto último que comenta el compi Peculium.
En un pueblo cercano al mío, hace unos años iban a construir un hotel rural en una casa abandonada convenientemente comprada por "cuatro euros"
Durante las obras, se disponían a cambiar de ubicación una pila de esas antiguas que se usaban para lavar la ropa porque la vieron curiosa y la querían conservar. Al moverla, apareciero debajo de ella una especie de sabana o saco gigante lleno de monedas de oro. No se sabe muy bien la cantidad, lo único que se sabe es que del proyecto inicial, el hotel rural se paralizó y no se ha vuelto a ver a los dueños de la casa, quedando la casa en obras permanentes como el Bernabéu cada vez que el Barça juega una final de Copa jejeje.

¡¡Offtopic jefe!!

Oye, en serio, ¿abrimos un hilo aparte con este tipo de historias/leyendas de tesorillos? Será también interesante de leer.

Ric escribió:

Recuerdo “con cariño” el jaleo de monedas meneadas por mi padre en su bolsillo del pantalón. Recuerdo el “misterioso” y seco roce de los billetes contados uno a uno, rascando papel con papel, deslizados de una mano a otra y luego una y otra vez en el seco silencio de un gran salón comedor para repartir una herencia de varios millones de pesetas en el año 83.

Recuerdo el “atractivo” tintineo de muchas monedas cayendo en el cajón metálico y luego el sonido añadido de una encima de otra en una tragaperras, después de escuchar ganar el especial del “Tesoro Escondido”. Recuerdo la melodía de rascar un fajo nuevo de billetes de pesetas, encintado por la mitad y que tras aporrearlo en la palma de la mano contraria para espabilar su apilado, era apoyado en un pulgar y doblado pasando uno a uno velozmente y que liberando parcialmente uno tras otro dejaba ver la mitad del mismo diseño y el valor del billete una y otra vez. Recuerdo en esa misma escena, el soplido del papel de ese mismo fajo con el mismo gesto pero acercado al oído.

Recuerdo el golpe de monedas en el cajón de un autobús. Recuerdo la primera vez que escuché una máquina de un banco contar una enorme cantidad de billetes en apenas segundos, acertando con la cantidad exacta. Recuerdo el sonido de caer monedas al suelo por descuido de un compañero en el vestuario del trabajo hace apenas días y todos mirar para ese lugar por instinto.

Recuerdo “con horror” el sonido de las monedas al chocar en aquellas cajas registradoras escandalosas al abrirse para cobrar …

Saludos

Qué difícil es poner adjetivos a esos sonidos y esos recuerdos, ¿verdad? Algunos de esos que comentas me han hecho instintivamente recordar a mí también, aunque no hubo millones ni fajos en mi vida, pero el sonido del autobús, del níquel contra más níquel o lo de la máquina de conteo, eso sí que lo he vivido. Bonitos recuerdos.

Me ha gustado mucho la cualificación del "misterioso y seco roce de los billetes rascando papel contra papel".

Jacky escribió:

Dicho lo cual, y volviendo al tema del hilo, coincido contigo con el sonido puro, cristalino, largo e incluso diría hipnótico de la plata. Pero la idea del hilo era sobre todo retrotraernos a otros años pretéritos y extraer de nuestra sesera esos recuerdos tan difíciles de expresar como los sonidos. ¿Cómo sonaba nuestra infancia y nuestra juventud? Y en particular, ¿cómo sonaban esas monedas que llevabas en la mano para comprar cromos o  un helado o una barra de pan? ¿Y cómo sonarían las moneditas que manejaban nuestros abuelos y otros antepasados? ¿Cómo sería esa banda sonora de sus vidas?

Malentendido por mi parte. Pensé que la cosa iba del sonido del dinero en sí, no de vivencias sonoras. En cuanto a eso, curiosamente, mi memoria no tiene archivado nada. Recuerdo que me ponía exultante de gozo cuando me endilgaban 5 duros que eran inmediatamente invertidos en tebeos porque nunca me gustaron las chucherías salvo, de higos a brevas, algo de regaliz. Obviamente, ese gozo se transformaba en éxtasis místico cuando era uno de aquellos billetes de 20 duros de Julio Romero de Torres y, más tarde, de Falla. El nirvana era recibir una de aquellas sábanas deliciosamente verdes con las augustas efigies de los católicos Reyes Católicos, si bien, por razones obvias, eran habas contadas.

Por lo tanto, podría narrar lo que sentía cuando me daban dinero incluyendo el duro que costaban los deleitosos napolitanos del heladero pasaba todas las tardes delante de casa, pero nunca me detuve a comprobar cómo sonaban las monedas o billetes. A lo más que puedo llegar es a imaginar el ruido producido cuando el tío Gilito se zambullía en su piélago de dólares dentro de su inmensa caja fuerte. Por cierto que acabado de caer en un detalle: zambullirse en semejante magma monetario debía ser doloroso de cojones, ¿no? Y otra cosa: el tío Gilito estaba para enviarlo a un frenopático a causa del severo trastorno obsesivo compulsivo que le obligaba a bañarse en monedas constantemente. La verdad, nunca había caído en eso, qué cosas...