Este señor que se asoma por la ventanita del tiempo en su día abierta por una cámara fotográfica es Ildefonso Fierro Ordoñez. En los comienzos de la España franquista, y siempre con el permiso de los prebostes hiperuniformados que marcaban el paso a toda la nación, él era el puto amo.
Las empresas Fierro, tras un comienzo bastante modesto, ya venían siendo un grupo empresarial importante en la época de Alfonso XIII supongo yo que en gran medida gracias a las buenas dotes de Don Ildefonso para la práctica empresarial (sean cuales sean en concreto esas dotes, que ahí ya no entro
).
De todas formas es probable que al Grupo no le perjudicase (y esto lo supongo también) el hecho de que Ildefonso Fierro fuese amigo personal de Rafael Benjumea, Ministro de Fomento durante la dictadura de Primo de Rivera, o del luego tristemente archifamoso José Calvo Sotelo, quien a la sazón fue Ministro de Hacienda durante cinco años en la misma época. En aquellos felices días (felices para ellos, se entiende
) y por medio de esta amistad, conoció, trató y estrechó lazos con algunos de los colaboradores más directos de Calvo Sotelo en el ministerio, tales como Andrés Amado (ideólogo y principal adalid de monopolio estatal de hidrocarburos CAMPSA, movida en la que estuvo metido Fierro desde el principio) o José Larraz. Ambas amistades terminaron siendo muy convenientes después de la Guerra Incivil por cuanto los dos personajes ocuparon el cargo de Ministro de Hacienda, respectivamente, en el primer y segundo gobierno de Francisco Franco.
Así pues, terminada la guerra Don Ildefonso se encontró que la economía nacional estaba gestionada por viejos amigos, con lo que facilita eso las autorizaciones, concesiones, adjudicaciones, subarriendos y todas esas cositas del sector público que tanta vidilla pueden llegar a darle a un grupo empresarial. Tampoco vamos a olvidar que Don Ildefonso tenía dotes y eso ¿vale? Pero entre unas cosas y otras no es de extrañar que metidos ya en la posguerra el Grupo Fierro se extendiese cada vez más por todos los ámbitos económicos, desde los grandes monopolios estatales (a su participación en CAMPSA habría que unir otros no menos lucrativos como Tabacalera o Fosforera Española) a pequeños negocios de alimentación, pasando por la Banca, la minería, la industria pesada, los transportes y comunicaciones, seguros, inmobiliarias y un largo etcétera que llegó a abarcar los más variopintos campos de la actividad industrial y financiera. Recordemos como ejemplo curioso de esto último que Ildefonso Fierro fue el pilar principal en el que se apoyó Aquilino Rieusset en la creación de Sutnai, la empresa que durante tantos años nos hizo desde Barcelona los carneses (o carneles) de identidad a todos los españoles (ver hilo al respecto en este mismo subforo).
Bueno, pues puestos ya más o menos en situación y sabiendo a grosso modo de quien estamos hablando, vamos al asunto.
EL ASUNTOResulta que cierto día de 1939 en el que Ildefonso Fierro estaba en el aeropuerto de Barajas, asistió curioso al enorme revuelo que se formaba con la llegada de un avión procedente de Alemania que traía Billetes para el Banco de España. Fue entonces cuando cayó en la cuenta de las grandes dificultades que pasaba el Estado en esa época para proveer al mercado de moneda fraccionaria y se le encendió la lucecita de los buenos negocios.
Como en el gobierno ya se contemplaba que si, con toda probabilidad, estallaba la guerra en Europa las dificultades para proveerse en el exterior irían en aumento, su propuesta de fabricar billetes en España fue inicialmente bien recibida. En un visto y no visto su buen amigo el ministro Larraz le había dado el permiso para operar en dicha actividad y conseguido una primera contrata con el Banco de España que Don Ildefonso se apresuró a trasladar a Gráficas Rieusset, una empresa barcelonesa del sector en cuyo accionariado, previsora y convenientemente, Fierro había entrado poco antes. El resultado como todos sabemos fue la fabulosa pesetilla de la Nao, de la que por cierto tengo yo un buen puñado que sin embargo no voy a enseñar porque no me gusta fardar
.
Satisfecho con esta primera experiencia, Ildefonso Fierro se lanza con todo a la aventura y en noviembre de 1940 constituye en Madrid una empresa que denomina Goya Grabados S.A., con un capital inicial de 16 millones dividido en 32.000 acciones de 500 pesetas, que declara dedicada a las artes gráficas en general y a la fabricación de billetes de banco en particular. Conseguidos todos los permisos oficiales (Larraz sigue al frente de Hacienda), envía una comisión a Hungría y Alemania para estudiar el proceso de fabricación más adecuado y proveerse de la maquinaria necesaria.
Mientras, el propio Fierro gestiona la compra de un terreno en pleno centro de Madrid, entre las calles de Jorge Juan y Duque de Sesto. Vamos, por resumir y según algunos de vosotros habréis reconocido, se trata del sitio que hoy ocupa la FNMT, pero que en marzo de 1941 era un solar recien adquirido por Ildefonso Fierro (1.291.115 pesetas con 85 céntimos le costó) para la futura fábrica de billetes de Goya Grabados S.A. Las obras se inician de inmediato llevadas a cabo por Constructora Internacional (empresa, como no, controlada por el Grupo Fierro a través de empréstitos no saldados).
Fue entonces cuando la aventura sufrió un punto de inflexión negativo. Larraz, que no dejaba de ser un monárquico de la vieja escuela, deja el Ministerio disconforme con la política “nacional-catolica” que se andaba imponiendo. Esto en principio no tendría porqué haber supuesto un problema para Fierro ya que su sustituto en el cargo, Joaquín Benjumea, también formaba parte de su círculo de conocidos (era hermano de aquel viejo amigo suyo, el antiguo Ministro de Fomento de Primo de Rivera, Rafael Benjumea).
Sin embargo, la orientación política del momento (1942), esa por la que Larraz había dejado el ministerio y con la que Benjumea comulgaba muchísimo mejor, apuntaba a la reorganización de la FNMT como industria estatal en la que habría de centrarse la fabricación de moneda. Eso dejaba fuera automáticamente los proyectos de índole totalmente privada como el de Goya Grabados.
Y en efecto así fue. Sin necesidad de retirar permiso alguno, todo fue desde entonces una sucesión de trabas y cortapisas en las obras de la calle Jorge Juan, en la importación de maquinaria (ya de por sí complicada por la Guerra Mundial y que ahora con el boicot del Ministerio y de la FNMT se hacía prácticamente imposible) y en las licitaciones a posibles negocios. Plantados ya en el año 44 la fábrica seguía sin terminar y los proyectos de futuro eran tan nulos como numerosas las presiones desde los ámbitos estatales para que abandonase la idea emprendida.
Y así sucedió. Ante la necesidad de ampliación y modernización de las instalaciones de la FNMT en Madrid, se plantea que en lugar de andar modificando las ya existentes en Colón, se compre el complejo que Goya Grabados anda construyendo en Jorge Juan. Prácticamente obligado por las circunstancias y la oficialidad, Ildefonso Fierro concreta la venta en mayo de 1945 del solar, el edificio en construcción y toda la infraestructura allí existente.
Al año siguiente Fierro asume las acciones de otros inversores iniciales (entre los que figuraban por ejemplo la conocida empresa Heraclio Fournier, u otro gran peso pesado de la economía franquista como fue Ignacio Villalonga) y transforma la sociedad en Goya Financiera e Inmobiliaria, derivando desde entonces su actividad hacia el campo que su nuevo nombre indica.
EL DOCUMENTOAcción de 500 pesetas de Goya Grabados S.A., una de las 32000 que fechadas el 30 de Noviembre de 1940 constituían el capital inicial de la empresa por valor de 16 millones. Un papel muy trabajado e historiado, como por otra parte uno espera de una empresa de artes gráficas:
Entre sus detalles podemos observar un estupendo sello fiscal matasellado con fechador el 3 de enero de 1941…
… y varias estampillas reveladoras de su devenir financiero …
… incluyendo la que sentenciaba el propósito original de la empresa:
También puede apreciarse prácticamente intacto un sello en seco chulísimo: