Desde los tiempos más remotos de la humanidad, se ha dado el nombre de cometas a los cuerpos celestes que al acercarse al Sol, generan una larga cola que se asemeja a una cabellera. La palabra “cometas” proviene del griego kometes, que significa cabellera suelta.
La magnificencia de su aspecto y la forma tan misteriosa de su aparición y desaparición en el cielo contribuyeron con los mitos sobre su influencia.
El origen de la mala fama de los cometas surgió en la Roma imperial. Existen registros históricos que a la muerte de Julio Cesar a manos de senadores en Marzo del 44 a.C., Octavio invocó la aparición de un cometa brillante, en Julio de ese mismo año, como el alma de Julio (Sidus Julium). Inmediatamente, el senado lo declaró dios y acuño una moneda en su honor.
Con la experiencia de Julio César y la vinculación de la muerte del emperador Claudio, convenientemente envenenado por su esposa Agripina, con el paso del cometa del 54 d.C., los romanos tejieron un nexo entre la fatalidad y la aparición de cometas, circunstancia que fue transmitida culturalmente por el mundo occidental.
Cometa de ocho rayos con la cola hacia arriba. Alusivo a los fenómenos estelares consiguientes a la muerte de César. Denario de M. Sanquinius (Familia Sanquinia). Roma 17 a.C.
Busto laureado de Julio César ; encima estrella. Denario de M. Sanquinius (Familia Sanquinia). Roma 17 a.C.