Taler del Archiduque Fernando II de Austria (1564-1595). Hall. Padre del Ingenio Segoviano.

Podría haber pasado a la Historia por amor. Segundo hijo de Fernando I de Habsburgo (el hermano de Carlos V nacido en Alcalá de Henares), Fernando II de Tirol renunció a todos los derechos de sucesión al trono checo y húngaro para casarse en secreto con su amada Philippine Welser; un día de 1557, a medianoche, en la capilla del castillo de Breznice (actual República Checa). Philippine era una joven católica muy guapa, de ojos azules, pelo oscuro y piel blanca, que en solo un año había rechazado a 28 –¡28!– pretendientes. Pero era de origen burgués (de ahí el sigilo). Y poco importaba que los Welser fueran una de las principales casas financieras europeas del XVI: controlaban el mercado mundial de especias y estaño y financiaron la elección imperial de Carlos V y sus campañas americanas, lo que el Emperador recompensó en 1528 concediéndoles en exclusiva la conquista y colonización de Venezuela.

Podría haber pasado a la Historia también por su pasión por la cocina (Philippine escribió dos tratados culinarios y de hierbas medicinales). Por su apoyo a la Contrarreforma y la campaña contra los turcos de 1556. Por ser bisnieto, nada menos, que del emperador Maximiliano I, hermano del emperador Maximiliano II, sobrino de Carlos V, primo de Felipe II y tío del emperador Rodolfo II… Pero el nombre del archiduque Fernando es recordado hoy, sobre todo, por su contribución a la historia del arte. [...]

Una verdadera colección de maravillas enciclopédica incluía no solo trabajos en oro, sino también marfiles, tallas, relojes, autómatas, armaduras, tapices, objetos de la naturaleza (dientes fósiles) y, por supuesto, pinturas y esculturas. El Archiduque heredó parte de las joyas y gemas de Fernando I y convirtió su palacio de Ambras (inmediaciones de Insbruck) en un destino obligado de la alta sociedad durante los siglos siguientes (de Montaigne, a Cristina de Suecia y Goethe admirarían su riqueza).

También al Archiduque Fernando II de Austria o de Tirol se le debe que España contase en el siglo XVI con uno de los mayores prodigios para acuñar moneda: el Real Ingenio de Segovia.

Hacia mediados del siglo XVI, la tecnología alemana transforma el antiguo procedimiento de la acuñación a martillo, en uso desde que se inventó la moneda cerca del año 700 a.c., en un proceso mecanizado mediante el empleo de ingenios de laminación impulsados por grandes ruedas hidráulicas. Este proceso llega rápidamente a España gracias a la Casa de los Austrias. Hacia finales de 1580, Felipe II culmina una serie de negociaciones sobre artillería y maniobras de tropas con su primo, el Archiduque Fernando de Tirol, que en agradecimiento le regala varios de estos aparatos que se iban fabricando para este propósito en la Casa de Moneda de Hall, cerca de Innsbruck. En febrero de 1582 le envía los técnicos necesarios para preparar su implantación en España.

En principio, se pensaba ubicar los ingenios en Sevilla donde llegaba el metal americano y parece que también se consideraron otros sitios: Lisboa, Toledo y Madrid. Pero en mayo de 1583, por deseos particulares de Felipe II, se elige un antiguo molino de papel y harina sobre el río Eresma en Segovia como el emplazamiento. La obra del nuevo edificio se comienza el 7 de noviembre de 1583 bajo las trazas dadas por el famoso arquitecto Juan de Herrera, que se había reunido poco antes en el molino con el propio Rey y los técnicos alemanes. La flamante maquinaria llega a Segovia el 1 de junio de 1585 y en cuatro semanas ya se había acuñado la primera prueba. En marzo de 1586 el Ingenio comienza su producción regular, funcionando simultáneamente con la Casa Vieja, pero con absoluta independencia, durante casi un siglo.

Se expone a continuación un Taler del Archiduque Fernando II de Austria, Conde de Tirol, acuñado en Hall con la misma maquinaria que los reales segovianos, prodigio de la ingeniería alemana.