Hola amigos del foro.
Recientemente estuve leyendo en la revista SUMA
Nº 52 de Junio de 2006, un artículo de 8 páginas
que me resultó, curioso, ameno y muy interesante.
Hoy lo quiero compartir con todos ustedes, no
porque no hayáis leído la obra máxima de la literatura
Española y segunda en publicación mundial, después
de la Biblia, (todos alguna vez la hemos leido),
sino porque me he preguntado, [b]cuanto
de atención le hemos dado a Don Quijote y Sancho
cuando hablan del dinero de la época.
En mi caso confieso que prácticamente ninguna.
Primero porque lo leí en la escuela y segundo no
tenía noción de lo que era la numismática.
Es más, este artículo debería ser leído por todos
aquellos numismaticos que como yo recién se inician
y tienen voluntad de investigar algo de la moneda
medieval.
Lo que he realizado es un copy/paste de esas
páginas, de todos modos pongo el enlace para el
que este deseoso de ver algunas imágenes.
Página 33Año 2005, ya saben, Año Quijote.
Son muchas las facetas de esta novela
universal que pueden ser objeto de estudio
y, por supuesto, las matemáticas también
afloran en la obra.
Se propone a continuación un recorrido por
las monedas que aparecen en el Quijote.
Para conocer el sistema monetario de los
siglos XVI y XVII, mucho más complejo que
el actual, con monedas de oro,
plata y vellón, se entresacan fragmentos
del Quijote, y también algunas reseñas
sobre la apasionante biografía de su autor
Miguel de Cervantes.
.
Con motivo del IV Centenario de la publicación de la primera
parte de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha,
le invito, desocupado lector, a realizar un recuento de las
monedas que corrían en aquella época y que vienen recogidas
en esta novela inmortal.
Traigo a colación este empeño, pues leyendo la obra cumbre
de la literatura en lengua castellana (que, he de confesar,
no había reparado en ello) sorprende la cantidad de monedas
que circulaban en los siglos XVI y XVII.
Actualmente, que acaba de desaparecer nuestra querida peseta
—que todos añoramos— y sólo llevamos en el bolsillo monedas
y billetes de euro, o de sus fracciones y múltiplos, nos sorprendería el
verdadero guirigay que existía en los tiempos en que el Caballero
de la Triste Figura cabalgaba por los polvorientos caminos
de España.
Ducados y escudos de oro, reales de plata,
maravedís, blancas, cornados, cuatrines, ardites, pesos ensayados,
sueldos, y otras muchas monedas se usaban en los
intercambios comerciales.En la historia de Don Quijote aparecen
todas ellas, puesto que la novela muestra, en muchos de
sus pasajes, la vida cotidiana de la época.
Los dineros en El QuijoteEn aquellos tiempos el sistema monetario estaba constituido,
a grandes rasgos, alrededor de tres tipos básicos de monedas.
La moneda de vellón (de cobre con un bajo, y decreciente,
contenido en plata), que quedará ligada a las transacciones de
la vida diaria, las monedas de plata de ley elevada y, finalmente,
las monedas de oro, presentes sobre todo en operaciones
mercantiles de alto nivel.
Poderoso caballero
es don dinero.Francisco de Quevedo
Página 34Monedas de oro: ducados y escudos
Los Reyes Católicos intentaron, con la conocida como
Pragmática de Medina del Campo (1497), poner un poco de
orden en el desbarajuste monetario peninsular, a partir del
modelo aportado por la economía más fuerte: la de la Corona
de Castilla (cada uno de los reinos no castellanos continuó
teniendo sus monedas). Con esta intención acuñaron una
nueva moneda de oro denominada excelente de la granada
(en honor a la reciente toma de Granada), aunque terminó
Llamándose ducado.
Los ducados tenían una ley de 23,75 quilates, es decir, una
finura del 98,96%. Equivalían a 375 maravedís y se fabricaron
piezas de medio ducado, cinco, diez, veinte y cincuenta.
Con el fin de hacernos una idea del valor adquisitivo en ese
tiempo, el salario de don Rodrigo de Cervantes, padre del
autor del Quijote, era de unos 100 ducados. Don Rodrigo ejercía
de cirujano —hombre que hace ligaduras y cura otras
enfermedades, que va decir de esto a médico la mitad del justo
precio, en palabras del propio Cervantes en El juez de los
divorcios— (Rey, 1995). Un médico ganaba 300 ducados,
mientras que un barbero 20.000 maravedís, que equivalen a
53 ducados (Balbuena, 2004). En el mercado un buey se podía
comprar por unos 15 ducados, una ternera por 5 ducados y un
puerco por 4 ducados.
Miguel de Cervantes y Saavedra se desposó en 1584 con
Catalina de Salazar y Palacios, una doncella de 19 años vecina
de Esquivias (Toledo), que acababa de quedar huérfana de
padre. En realidad fue un matrimonio de conveniencia, tratando
de encontrar una estabilidad económica de la que no
gozó en toda su vida.
El negocio, sin embargo, no sale muy
bien, porque, mientras la dote percibida
fue de 596 ducados y una casa, tras fallecer
la suegra y abrir el testamento, se descubre
que existían unas deudas que ascendían a 541 ducados
Los ducados se nombran en seis ocasiones en la primera parte
del Quijote y doce veces en la segunda parte.La menor cantidad aparece en boca de Sancho Panza
en la segunda parte, capítulo veintiocho (en adelante, II, XXVIII):
Cuando yo servía respondió Sancho a Tomé Carrasco, el
padre del bachiller Sansón Carrasco, que vuesa merced
bien conoce, dos ducados ganaba cada mes, amén de la
comida; con vuesa merced no sé lo que puedo ganar, puesto
que sé que tiene más trabajo el escudero del caballero
andante que el que sirve a un labrador.La mayor cantidad de ducados se nombran cuando el cautivo
cuenta su vida (I, XXXIV), y su padre reparte la hacienda
entre los tres hijos que, siguiendo el refrán Iglesia, o mar, o
casa real, eligen dedicarse uno al sacerdocio, otro a ser marino,
y el tercero a servir al rey en el ejército:
Así como acabamos de concordarnos y escoger nuestros
ejercicios, mi padre nos abrazó a todos, y con la brevedad
que dijo, puso por obra cuanto nos había prometido; y
dando a cada uno su parte, que, a lo que se me acuerda,
fueron cada uno tres mil ducados, en dineros, porque
nuestro tío compró toda la hacienda, y la pagó de contado,
porque no saliese del tronco de la casa, en un mismo día
nos despedimos todos tres de nuestro buen padre.
Y, cuando Don Quijote da la libertad a muchos desdichados
que mal de su grado llevaban donde no quisieran ir, es decir,
unos presos que llevaban encadenados a cumplir su pena en
galeras, esta es la conversación que mantienen (I, XXII):
— Yo voy por cinco años a las señoras gurapas, por faltarme
diez ducados.
— Yo daré veinte de muy buena gana dijo Don Quijote,
por libraros desa pesadumbre.
— Eso me parece respondió el galeote, como quien tiene
dineros en mitad del golfo, y se está muriendo de hambre,
sin tener adonde comprar lo que ha menester: dígolo, porque
si a su tiempo tuviera yo esos veinte ducados que vuestra
merced ahora me ofrece, hubiera untado con ellos la
péndola del escribano, y avivado el ingenio del procurador,
de manera que hoy me viera en mitad de la plaza de
Zocodover de Toledo, y no en este camino atraillado como
galgo; pero Dios es grande: paciencia y basta.El emperador Carlos V, en 1535, introdujo una nueva moneda
de oro de menos peso y ley (3,4 gramos y 22 quilates, lo que
representa un 91,67% de oro), con la finalidad de igualar la
moneda de oro castellana con la de otros países y evitar
su fuga al exterior.
El escudo sustituye a partir de entonces al ducado,
que pasa a ser moneda de cuenta imaginaria.
Inicialmente equivalía a 350 maravedís, pero su
valor fue cambiando a lo largo de la época moderna,
teniendo una paridad de 400 maravedís
en 1566 y, desde 1609, de 440 maravedís.
Moneda de 50 excelentes de los Reyes CatólicosA menudo, la nueva unidad se utilizaba en monedas de dos y
de cuatro escudos.
El doble escudo se denomina popularmente
doblón o dobla.
Son los doblones los que hicieron famoso
el sistema de pagos de la monarquía hispánica.
De mayor alor es el doble doblón, es decir,
el doblón de a cuatro.
Prosiguiendo con la biografía de Cervantes, tras la batalla de
Lepanto, librada el siete de octubre de 1571 a las órdenes de
don Juan de Austria, pasó cuatro años como soldado a lo largo
de Italia y el Mediterráneo.
El veintiséis de septiembre de 1575,
de regreso a España en la galera Sol, ésta fue apresada por los
corsarios berberiscos.
En ella viajaban, entre otros, Miguel de Cervantes y
su hermano Rodrigo, que fueron llevados a Argel,
donde pasarían encarcelados cinco penosos años.
Las experiencias e este cautiverio se relatan en el Quijote (I, XL):
Con esto entretenía la vida, encerrado en una prisión o
casa que los turcos llaman baño, donde encierran los cautivos
cristianos.Cervantes no fue ejecutado porque llevaba cartas de
Recomendación el propio don Juan de Austria (Rey, 1995), por lo
que lo consideraron persona de alto valor y pidieron por su
rescate 500 escudos:
Yo pues, era uno de los de rescate (…). Pusiéronme una
cadena, más por señal de rescate que por guardarme con
ella; y así, pasaba la vida en aquel baño, con otros muchos
caballeros y gente principal, señalados y tenidos por de rescate.
Y, aunque el hambre y desnudez pudiera fatigarnos a
veces, y aun casi siempre, ninguna cosa nos fatigaba tanto
como oír y ver, a cada paso, las jamás vistas ni oídas crueldades
que mi amo usaba con los cristianos.Los escudos se nombran en el Quijote unas 32 veces.
En la ovela El curioso impertinente, que se intercala en el Quijote
(I, XXXIII), aparece una cantidad de escudos capaz de tentar
a una mujer:
— Bien está dijo Anselmo. Hasta aquí ha resistido Camila
a las palabras; es menester ver cómo resiste a las obras: yo
os daré mañana dos mil escudos de oro para que se los
ofrezcáis y aun se los deis, y otros tantos para que compréis
joyas con que cebarla, que las mujeres suelen ser aficionadas,
y más si son hermosas, por más castas que sean, a esto
de traerse bien y andar galanas; y si ella resiste a esta tentación,
yo quedaré satisfecho, y no os daré más pesadumbre.En varias ocasiones a lo largo de la obra, surge esta moneda en
sitios inesperados, como en el capítulo en el que Don Quijote
y Sancho deambulan por Sierra Morena (I, XXIII):
En esto alzó los ojos, y vio que su amo estaba parado,
Procurando Con la punta del lanzón alzar no sé qué bulto que
estaba caído en el suelo, por lo cual se dio priesa a llegar a
ayudarle si fuera menester; y cuando llegó fue a tiempo que
alzaba con la punta del lanzón un cojín y una maleta asida
a él, medio podridos, o podridos del todo y deshechos; mas
pesaban tanto que fue necesario que Sancho se apease a
tomarlos; y mandóle su amo que viese lo que en la maleta
venía. Hízolo con mucha presteza Sancho; y aunque la
maleta venía cerrada con una cadena y su candado, por lo
roto y podrido della vio lo que en ella había, que eran cuatro
camisas de delgada holanda, y otras cosas de lienzo, no
menos curiosas que limpias, y en un pañizuelo halló un
buen montoncillo de escudos de oro, y así como los vio
dijo:
— ¡Bendito sea todo el cielo, que nos ha deparado una
aventura que sea de provecho!La mayor cantidad de escudos aparece en el relato del cautivo
(I, XLI), cuando se refiere a la enorme riqueza de Zoraida, la
mora que le ayuda a escapar, que pasa por ser el personaje más
rico de la novela. Aquí también salen los doblones o doblas:
8 escudos de Felipe III, 1613
Página 35Demasiada cosa sería decir yo agora la mucha hermosura,
la gentileza, el gallardo y rico adorno con que mi querida
Zoraida se mostró a mis ojos (…). En las gargantas de sus
pies, que descubiertas a su usanza traía, traía dos carcajes
(que así llaman las manillas o ajorcas de los pies en morisco)
de purísimo oro, con tantos diamantes engastados, que
ella me dijo después que su padre los estimaba en diez mil
doblas, (…). Y el padre de Zoraida tenía fama de tener
muchas y de las mejores que en Argel había, y de tener asimismo
más de dos cientos mil escudos españoles, de todo
lo cual era señora ésta que ahora lo es mía.
Y, en la conversación que mantienen los escuderos de Don
Quijote y del Caballero del Bosque (II, XIII), expresa Sancho
Panza su desengaño de esta manera:
— Y para volvernos a ver ruego yo a Dios me saque de
pecado mortal, que lo mesmo será si me saca deste peligroso
oficio de escudero, en el cual he incurrido segunda
vez, cebado y engañado en una bolsa con cien ducados que
me hallé un día en el corazón de Sierra Morena, y el diablo
me pone ante los ojos aquí, allí, acá no, sino acullá, un talego
de doblones, que me parece que a cada paso le toco con
la mano, y me abrazo a él, y lo llevo a mi casa, y echo censos,
y fundo rentas, y vivo como un príncipe; y el rato que
en esto pienso se me hacen fáciles y llevaderos cuantos trabajos
padezco con este mentecato de mi amo, de quien sé
que tiene más de loco que de caballero.Monedas de plata: los realesPara la moneda de plata, la unidad que se toma en las disposiciones
monetarias de 1497 es el real que, con una finura del
93,06%, establece su cambio en 34 maravedís. En esta época
ya aparecen los submúltiplos de medio, cuarto (llamado cuartillo)
y octavo.
Mas tarde, es Carlos V quien da orden de acuñar
los múltiplos de dos (real de a dos), cuatro (real de a cuatro),
y ocho (real de a ocho).
En el reinado de Felipe II, el real de a ocho, el peso, es la moneda
española por excelencia, con un valor de 272 maravedís.
Esta moneda dio lugar posteriormente al duro.
Los reales se usaban diariamente para pagar todo tipo
de artículos.
En 1572 una arroba de aceite costaba
12 reales, y una de vino 5 reales; una gallina 2 reales,
y un colchón e lana unos 28 reales.
Mientras que en 1600 un albañil
tenía un jornal diario de 5 reales, y un peón de 2 reales.
Los reales se nombran en la obra más de sesenta veces.Por jemplo, en el episodio en el que Don Quijote, después de ser
armado caballero, rescata a un criado al que su amo, un rudo
labrador, le está aplicando unos terribles azotes (I, IV):
El labrador bajó la cabeza y, sin responder palabra, desató
a su criado, al cual preguntó Don Quijote que cuánto le
debía su amo. Él dijo que nueve meses, a siete reales cada
mes. Hizo la cuenta Don Quijote y halló que montaban
setenta y tres reales, y díjole al labrador que al momento los
desembolsase si no quería morir por ello. Respondió el
medroso villano que para el paso en que estaba y juramento
que había hecho (y aún no había jurado nada) que no
eran tantos; porque se le habían de descontar y recibir en
cuenta tres pares de zapatos que le había dado y un real de
dos sangrías que le habían hecho estando enfermo.
— Bien está todo esto replicó Don Quijote, pero quédense
los zapatos y las sangrías por los azotes que, sin culpa, le
habéis dado (…).
— El daño está, señor caballero, en que no tengo aquí
dineros; véngase Andrés conmigo a mi casa, que yo se los
pagaré un real sobre otro7.
Don Quijote hace mal la cuenta, con diez reales a favor del
chico, quizás en su afán de favorecer al débil.
En uno de los episodios del regreso definitivo de Don Quijote
a su aldea (II, LXXI), se relata los azotes que se da Sancho para
liberar a Dulcinea de cierto hechizo del que era víctima.
Resultan asombrosas las operaciones de cálculo mental, y de
manera exacta, que realiza Sancho con los reales, y más aún
teniendo en cuenta que era analfabeto:
— Dígame vuesa merced: ¿cuánto me dará por cada azote
que me diere?
— Si yo te hubiera de pagar Sancho, respondió Don Quijote,
conforme lo que merece la grandeza y calidad deste
remedio, el tesoro de Venecia, las minas del Potosí fueran
Azotes del labrador.
poco para pagarte; toma tu el tiento a lo que llevas mío, y
pon el precio a cada azote.
— Ellos respondió Sancho, son tres mil y trescientos y tantos;
dellos me he dado hasta cinco: quedan los demás;
entren entre los tantos estos cinco, y vengamos a los tres
mil y trescientos, que a cuartillo cada uno, que no llevare
menos si todo el mundo me lo mandase, montan tres mil y
trescientos cuartillos, que son los tres mil, mil y quinientos
medios reales, que hacen setecientos y cincuenta reales; y
los trescientos hacen ciento y cincuenta medios reales, que
vienen a hacer setenta y cinco reales, que, juntándose a los
setecientos y cincuenta, son por todos ochocientos y veinte
y cinco reales. Estos desfalcaré yo de los que tengo de
vuesa merced, y entraré en mi casa rico y contento, aunque
bien azotado; por que no se toman truchas…, y no digo
más.
Pero cuando Sancho llevaba dados unos cuantos azotes, se las
ingenió para doblar el precio:
Hasta seis u ocho se habría dado Sancho, cuando le pareció
ser pesada la burla y muy barato el precio della, y, deteniéndose
un poco, dijo a su amo que se llamaba a engaño,
porque merecía cada azote de aquéllos ser pagado a medio
real, no que a cuartillo.
— Prosigue, Sancho amigo, y no desmayes le dijo Don
Quijote, que yo doblo la parada del precio.
— Dese modo dijo Sancho, ¡a la mano de Dios, y lluevan
azotes!
Pero el socarrón dejó de dárselos en las espaldas, y daba en
los árboles, con unos suspiros de cuando en cuando, que
parecía que con cada uno dellos se le arrancaba el alma.
Los reales de a ocho aparecen en la primera salida de Don
Quijote, cuando llegó fatigado y hambriento a una venta (que
a él le parecía castillo) y se aprestó a comer (I, II):
A dicha acertó a ser viernes aquel día, y no había en toda la
venta sino unas raciones de un pescado que en Castilla llaman
abadejo, y en Andalucía bacalao, y en otras partes
curadillo, y en otras truchuela. Preguntáronle si por ventura
comería su merced truchuela, que no había otro pescado
que darle a comer.
— Como haya muchas truchuelas respondió Don Quijote,
podrán servir de una trucha; porque eso se me da que me
den ocho reales en sencillo, que una pieza de a ocho.
Cuando más que podría ser que fuesen truchuelas como la
ternera, que es mejor que la vaca, y el cabrito que el cabrón.
Pero, sea lo que fuere, venga luego, que el trabajo y peso de
las armas no se puede llevar sin el gobierno de las tripas.Y los reales de a cuatro en el episodio, ya comentado anteriormente,
en el que Don Quijote se tropieza con una cuerda
de presos camino de las galeras, cuando uno de ellos cuenta
su desdicha (I, XXII):
— Así es, dijo el buen viejo; y en verdad, señor, que en lo
de hechicero que no tuve culpa; en lo de alcahuete no lo
pude negar, pero nunca pensé que hacía mal en ello, que
toda mi intención era que todo el mundo se holgase, y
viviese en paz y quietud, sin pendencias ni penas; pero no
me aprovechó nada ese buen deseo para dejar de ir adonde
no espero volver, según me cargan los años y un mal de
orina que llevo, que no me deja reposar un rato: y aquí
tornó a su llanto como de primero; y túvole Sancho tanta
compasión, que sacó un real de a cuatro del seno, y se lo dio
de limosna.Monedas de vellón: maravedís, blancas, cornados,
cuatrines y arditesEn cuanto a las monedas de vellón, lo que hoy en día llamaríamos
calderilla, el maravedí es la de uso más extendido,
sirviendo como unidad de cuenta de todas las monedas. Así,
el excelente o ducado equivalía a 375 maravedís, el escudo a
440, y el real a 34.
Los maravedís aparecen en la obra sólo trece veces. El mismo
Don Quijote nos habla del origen de la palabra maravedí (II,
LXVII):(…) y este nombre albogues es morisco, como lo son todos
aquellos que en nuestra lengua castellana comienzan en al,
conviene a saber: almohaza, almorzar, alfombra, alguacil,
alhucema, almacén, alcancía y otros semejantes, que deben
ser poco más; y sólo tres tiene nuestra lengua que son
moriscos y acaban en i, y son: borceguí, zaquizamí y maravedí;
alhelí y alfaquí, tanto por el al primero como el i en
que acaban son conocidos por arábigos.Conocemos el precio de venta de la primera parte del Quijote
por la tasa que era preceptivo incluir al principio del libro. La
firma un tal Juan Gallo de Andrada en su calidad de escribano
de Cámara del Rey Felipe III, y lleva fecha del veinte de
diciembre de 1604. La obra se vendió en papel (esto es, como
era costumbre, sin encuadernar):
(…) tasaron cada pliego del dicho libro a tres maravedís y
medio, el cual tiene ochenta y tres pliegos, que al dicho
precio, monta el dicho libro doscientos y noventa maravedís
y medio, en que se ha de vender en papel.
Real de a 8 de Felipe II, 1589Página 37Las pequeñas compras se realizaban en maravedís. En 1571
un huevo podía costar unos 3 maravedís, una libra11 de carnero
20 maravedís, y un celemín12 de sal 48 maravedís .
La misma Teresa Panza, esposa de Sancho, en su carta a la
duquesa (II, LII), nos orienta sobre el valor adquisitivo de la
época:
— Yo, señora de mi alma, estoy determinada, con licencia
de vuesa merced, de meter este buen día en mi casa, yéndome
a la corte a tenderme en un coche, para quebrar los
ojos a mil envidiosos que ya tengo; y así, suplico a vuesa
excelencia mande a mi marido me envíe algún dinerillo, y
que se algo qué; porque en la corte son los gastos grandes:
que el pan vale a real, y la carne, la libra, a treinta maravedís,
que es un juicio.Los maravedís se acuñaron en piezas de 2, 4 y 8. Al doble
maravedí se le denomina ochavo, y al cuádruple se le llama
cuarto. De estas monedas nacen varias expresiones populares
y refranes; como el que dice que el que nace para ochavo no
puede llegar a cuarto, que indica la dificultad de medrar desde
una cuna pobre. A la hora de pagar decimos aquí tienes los
cuartos, y para expresar que algo tiene poco valor esto no vale
ni cuatro cuartos. El dicho popular la España del chavico,
indica la pobreza de ciertas regiones de nuestro país, y se dice
no tengo ni un chavo para mostrar que se está en la miseria.
En el primer capítulo del Quijote, cuando el hidalgo está preparando
su primera salida, describe de esta forma a su caballo
Rocinante:
Fue luego a ver a su rocín, y aunque tenía más cuartos que
un real, y más tachas que el caballo de Gonela, que tantum
pelli et ossa fuit, le pareció que ni el Bucéfalo de Alejandro,
ni Babieca el del Cid, con él se igualaban.
Aquí, Cervantes hace un juego de palabras, porque por un
lado dice que el caballo estaba mal de salud, pues cuartos es
una enfermedad de los caballos, y, por otro, se refiere a que en
un real hay muchas monedas de cuartos.
En la entrada definitiva de Don Quijote a su aldea (II, LXXIII),
Sancho desbarata el mal agüero comprando una jaula de grillos
a unos muchachos por muy poco dinero:
Sacó Sancho cuatro cuartos de la faltriquera, y dióselos al
muchacho por la jaula, y púsosela en las manos a Don
Quijote.La blanca fue la moneda de menor valor acuñada por los
Reyes Católicos en 1497. Sólo equivalía a medio maravedí, por
lo que se empezó a usar la expresión popular estar sin blanca,
que ha llegado hasta nuestros días con el sentido de quedarse
sin dinero.
En el capítulo donde se cuenta la graciosa manera
que tuvo Don Quijote en armarse caballero (I, III), el ventero
le interpela:
Preguntóle si traía dineros; respondió Don Quijote que no
traía blanca, porque él nunca había leído en las historias de
los caballeros andantes que ninguno los hubiese traído.
El leal escudero Sancho se expresa de la siguiente manera al
abandonar la ínsula Barataria (II, LIII):
Portada de la primera edición del Quijote, 1605
Cuarto (4 maravedís) de Carlos V, 1516 Página 38— Vuestras mercedes se queden con Dios, y digan al
duque mi señor que, desnude nací, desnudo me hallo: ni
pierdo ni gano; quiero decir, que sin blanca entré en este
gobierno y sin ella salgo, bien al revés de cómo suelen salir
los gobernadores de otras ínsulas.Y en la disertación de Don Quijote en Sierra Morena (II,
XXVI), dice refiriéndose a un alfiler grueso, que en aquel
tiempo costaba una blanca:
— Si Roldán fue tan buen caballero y tan valiente como
todos dicen, ¿qué maravilla, pues, al fin era encantado, y no
le podía matar nadie si no era metiéndole un alfiler de a
blanca por la punta del pie, y él traía siempre los zapatos
con siete suelas de hierro?Durante el siglo XVII, con los problemas económicos del
ocaso del imperio español, las monedas de vellón sufren una
depreciación galopante, fabricándose cada vez con más cobre
y menor cantidad de plata.
Se suele decir que en el siglo del
Quijote el imperio español naufraga en el piélago del vellón.
El vellón,que era utilizado secularmente para pagar picos de las
cuentas, se hace ahora más presente que nunca. Es entonces
cuando surgen monedas de cobre de ínfimo valor como el
cornado, el cuatrín y el ardite.
Los cornados aparecen sólo una vez en la obra, en el capítulo
(I, XVII), cuando Don Quijote sale de la venta sin pagar, y
Sancho pretende hacer lo mismo, lo que a la postre le cuesta
ser manteado por unos rufianes:
Amohinóse mucho desto el ventero, y amenazóle que si no
le pagaba, que lo cobraría de modo que le pesase. A lo cual
Sancho respondió que, por la ley de caballería que su amo
había recibido, no pagaría un solo cornado aunque le costase
la vida.
El cuatrín también se nombra una sola vez: cuando Don
Quijote discute con el autor de un libro sobre la conveniencia
de editarlo él mismo (II, LXII):
—Pues ¿qué? dijo el autor. ¿Quiere vuestra merced que se
lo dé a un librero, que me dé por el privilegio tres maravedís,
y aún piensa que me hace merced en dármelos? Yo no
imprimo mis libros para alcanzar fama en el mundo, que ya
en él soy conocido por mis obras; provecho quiero, que sin
él, no vale un cuatrín la buena fama.Los ardites salen un total de doce veces en la obra, siempre
aludiendo a algo de escaso valor o sin importancia. Como en
el Prólogo al lector de la segunda parte del Quijote, publicada
en 1615, que Cervantes aprovecha para responder con fina
ironía a los insultos e injurias que contra él había dirigido un
tal Avellaneda en su continuación apócrifa del Quijote:
Dile también que de la amenaza que me hace que me ha de
quitar la ganancia con su libro, no se me da un ardite, que,
acomodándome al entremés famoso de la Perendenga, le
respondo que me viva el veinte y cuatro mi señor y Cristo
con todos.
Y en De la respuesta que dio Don Quijote a su reprensor, con
otros graves y graciosos sucesos (II, XXXII), nuestro hidalgo
se expresa de la siguiente forma:
— Si me tuvieran por tonto los caballeros, los magníficos,
los generosos, los altamente nacidos, tuviéralo por afrenta
irreparable; pero de que me tengan por sandio los estudiantes,
que nunca entraron ni pisaron las sendas de la
caballería, no se me da un ardite: caballero soy y caballero
he de morir, si place al Altísimo.
Para concluir, qué mejor que con unas palabras del propio
Cervantes animando a la lectura de su legendaria novela:
Los niños la manosean, los mozos la leen, los hombres
la entienden y los viejos la celebran.Miguel de Cervantes
Página 40RESUMEN Y CONCLUSIONESMonedas en el Quijote
Metal Monedas Cambio a maravedís Piezas (múltiplos y submúltiplos)
Oro
Ducado 375 1/2, 1, 5, 10, 20, 50 ducados
Escudo
350 en 1537
400 en 1566
440 en 1609
Doblón (doble escudo o dobla)
Doblones de a cuatro (doble doblón)
Plata Real 34
1/2, 1/4 (Cuartillo), 1/8, 1,
2 (Real de a dos),
4 (Real de a cuatro),
8 (Real de a ocho)
Vellón
(cobre y plata)
Maravedí 1 2 (Ochavo), 4 (Cuarto) y 8
Blanca (1/2 maravedí), Cornado (1/6 maravedí), Cuatrín y Ardite
ALVAR, A. (2005): “El Cervantes más humano”, El País Semanal, n.º
1480, 58-67. Madrid.
BALBUENA, L. (2004): Cervantes, Don Quijote y las Matemáticas,
Universidad de La Laguna, Tenerife.
BALBUENA, L. y GARCÍA, J. E. (2004): Don Quijote y las Matemá -
ticas, FESPM, Madrid.
CERVANTES, M. DE (1605): El ingenioso hidalgo Don Quijote de la
Mancha, Edición del Instituto Cervantes (1605-2005), dirigida
por Francisco Rico. Círculo de Lectores. Barcelona.
HERNÁNDEZ, B. (1998): Monedas y Medidas en El ingenioso hidalgo
Don Quijote de la Mancha, Crítica, Barcelona.
HERNÁNDEZ, J. (1996): Historia monetaria y financiera de España,
Síntesis, Madrid.
REY, A. y SEVILLA, F. (1995): Cervantes. Vida y literatura, Alianza,
Madrid.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS1 Según consta en el Presupuesto de Gastos de la Comunidad de El
Escorial de 1572.
2
Moneda de cuenta: concepto económico que se aplica para
garantizar la estabilidad de las transacciones comerciales.
Moneda imaginaria: en realidad, la moneda ha dejado de existir
f ísicamente, pero se sigue usando para algunos contratos y cambios.
3 El real mantiene el cambio a 34 maravedís a lo largo del siglo XVI
y sólo experimenta cambios en 1642 (45 maravedís) y en 1686 (64
maravedís).
4 Los reales y los duros se siguieron utilizando, hasta que en el
siglo XX tuvieron una equivalencia de 25 céntimos de peseta y de
5 pesetas, respectivamente.
5 Arroba: unidad de capacidad; la arroba de aceite equivalía a
12,563 litros, y la de vino, a 16,133 litros. También se utilizaba
como unidad de peso, equivalente a 11,502 kilos. Para representarla
se usaba el símbolo @, que ahora se emplea en el correo
electrónico.
6 Según aparece en una carta del P. Fr. Antonio Villacastín dirigida
al Prior de El Escorial, fechada el 1 de diciembre de 1600.
7 La expresión un real sobre otro se ha seguido usando para indicar
un pago al contado.
8 Monedas de vellón: monedas acuñadas con liga, en proporciones
variables, de plata y cobre, y sólo de cobre desde el reinado de
Felipe V.
9 Calderilla: nombre genérico aplicado a todas las monedas de
poco valor.
10Maravedí: (del árabe murabiti, perteneciente o relativo a los
almorávides). Es una de las monedas más antiguas de España,
que circuló hasta 1854. Los Reyes Católicos lo establecieron, acuñada
en vellón, como parte de su sistema monetario. Efectiva
unas veces y otras imaginaria, ha tenido diferentes valores y calificativos.
El que últimamente corrió era de cobre y valía la trigésima
cuarta parte del real de vellón. Se han dado a este nombre
hasta tres plurales diferentes, a saber: maravedís, maravedises y
maravedíes. El tercero apenas tiene ya uso.
11 Libra: medida de peso que equivale a 460 gramos.
12 Celemín: medida de capacidad equivalente aproximadamente a
4,625 litros.
13Un real equivale a 34 maravedís, es decir, a ocho cuartos y
medio.
14 Cornado: moneda de cobre o vellón con la cabeza del rey coronado
(de ahí su nombre), equivalente a la sexta parte de un maravedí.
15 Cuatrín: moneda de pequeño valor que corría antiguamente en
España.
16 Ardite: moneda de vellón de poco valor acuñada en Cataluña
entre los siglos XVI y XVIII. / Cosa insignificante, de poco o ningún
valor: dárselo o no dársele a uno un ardite / no estimarse en
un ardite / no importar o no valer una cosa un ardite.
Bien queridos amigos, con este post
he querido llevar un poco de luz para
aquellos novatos que desean incursionar
en la moneda medieval, basándome en la
obra cumbre de la literatura Española.
Aquí les dejo el enlace:http://revistasuma.es/IMG/pdf/52/033-040.pdfQue Dios los Bendiga.
Roberto.