Jetón Toma de Amberes. Alejandro Farnesio. 1585. Historia del soldado Juan Gálvez.

Cansado de escuchar a mi amigo Miguel de Cervantes que escribiese sobre mi hazaña en Flandes, así lo haré. Dudo que el mundo me recuerde tras perecer en este que habito y moro pues sólo soy un pobre veterano mutilado que vive donde puede, come lo que puede y cuenta lo que vivió como soldado a forasteros buscadores de historias por un vaso de vino… Desconozco qué le deparará el destino a este mísero legajo de papel en blanco que me ha dado mi buen amigo Don Miguel, pero se lo prometí y como no sería digno de buen español no cumplir la promesa, lo contaré una vez más.

Soy Juan Gálvez, natural de Cuenca. Me conocen más por "el Cojo de Amberes" y serví como soldado de Su Majestad Católica en los Tercios Viejos de Infantería Española. Corría el año de nuestro señor de 1584 y tras cosechar importantes victorias en Dunkerque, Ypres, Brujas, Alost y Nieuport entre otras ciudades flamencas, pusimos sitio al corazón de Flandes: a la ciudad de Amberes. Dijeron que en dicha ciudad habitaban 100.000 almas y que era inexpugnable, ya que con el río Escalda como vía de socorro y protección, y las formidables murallas de diseño italiano, pocos pensaban que caería. Ingenuos los herejes si pensaban ésto pues nos comandaba el gran genio militar de mi señor Alejandro Farnesio.
Mandose construir un puente de más de 800 metros y 4 de ancho perfectamente protegido y artillado en la que se emplearon toda la madera de los bosques de Terramunda. Mi señor Alejandro mandó traer carpinteros de los más recónditos lugares de la Europa. Siete meses de arduo trabajo sin descanso nos costó, pero el paso por el río Escalda por fin quedaba cerrado. Amberes no recibiría refuerzos por el río. La única esperanza de los herejes era una armada enviada desde Zelanda comandada por Justino de Nassau, hijo bastardo del perro del Orange. Trajeron barcos-mina que lanzaron contra el puente para romperlo, pero el puente resistió si bien causó importantes daños el único brulote que consiguió alcanzarnos y que tuvieron que ser reparados. En esta explosión perdí mi pierna derecha a la altura de la rodilla, no pudimos hacer nada ante esa mole cargada de pólvora y metralla que se dirigió hacia el lugar donde defendíamos el dique. Centenares de amigos y conocidos cayeron en esto. Me encontraba en el suelo aturdido por la detonación entre gritos y lamentos de los compañeros hasta que se acercó a mi un vizcaíno, de nombre Joseba Urrutia, que me hizo un torniquete con la guita del cinturón que portaba y echándome en su hombro corrió a zona segura donde el cirujano me atendió. Después de esta primera intentona holandesa, se ordenó la construcción de un contradique al Coronel Mondragón para evitar más acometidas de este tipo contra la fortificación española. Tuvo que aguantar dos cargas de barcos de Justino de Nassau y de los defensores de Amberes al mismo tiempo con éxito. Finalmente, los sitiados en una última salida con 160 embarcaciones intentaron hacernos retroceder tomando algunos puestos avanzados y fortines, pero fueron frenados por un tercio de españoles e italianos. Tras esto y al grito de: “¡No cuida de su honor, ni estima la causa del Rey el que no me siga!”, Alejandro, espada en mano terminó con la resistencia de Amberes tras ocho horas de batalla. Era el 16 de agosto del año de nuestro señor de 1585, algo más de un año duró este terrible sitio. Según me contaron tiempo después, Su Majestad el Rey Don Felipe, nuestro señor, que Dios lo tenga en su divina gloria, al enterarse de la toma de la ciudad su alegría fue pública y manifiesta, tanto fue así que según algunos fue corriendo a la habitación de su amadísima, cultísima hija y gran gobernadora, mi señora, Isabel Clara Eugenia a darle la buena nueva. No se le conoció al gran Felipe una felicidad tan manifiesta y eso que hubo innumerables momentos bajo su dichoso reinado como para ello. Gracias a la toma de Amberes, a mi señor Alejandro le fue otorgado el Toisón de Oro en gratitud por el Rey, nuestro señor, que en paz descanse.

Grabados de la época del puente de Amberes:
Según me contaron mis hermanos de armas, sobre el puente se celebró un fastuoso banquete en vajillas de oro y plata en celebración por la victoria. También cuentan que en otra comida, sentó en la mesa a todos los veteranos y el propio Alejandro y sus oficiales hicieron de camareros en tributo y gratificación a que todo esto no hubiese sido posible sin ellos. Aquellos hombres que éramos duros como piedras y valientes como leones, no existía fatiga, pesar ni dolor en perjuicio de Dios y el Rey. Llenaba de orgullo y honra ver ondear las cruces de San Andrés en la ciudad de nuevo. Yo no tuve ocasión de participar en todo esto pues me trasladaron junto con decenas de heridos al Hospital militar de Bruselas, ciudad que había retornado al control de España el diez de marzo del año de nuestro señor de mil e quinientos e ochenta y cinco años.
Una mañana me encontraba paseando con las muletas por los pasillos del edificio cuando entró a ver a los heridos y mutilados el mismísimo Alejandro Farnesio en persona. Se acercó a mí y me preguntó mi nombre y en qué batalla había perdido la pierna. Le dije que en Amberes y me miró con mirada afectuosa y de orgullo. Me preguntó, al verme pobremente vestido, si me habían dado la soldada atrasada que me debían de mi servicio en activo y le contesté que desde hacía tres años no veía ni una mísera blanca ni esperaba ver ya. Se lamentó por ello y me deseó una pronta recuperación y buen regreso a España pues así era mi deseo.

Días más tarde, me encontraba recogiendo mis pertrechos pues me disponía a abandonar el hospital cuando se acercó a mí un alabardero y me dijo:

- Sois vos Juan Gálvez, herido en la toma de Amberes.

- Así es, contesté.

-De parte del Maestre de Campo General y Gobernador, Alejandro Farnesio, se os hace entrega de la soldada de tres años y este sobre lacrado y sellado con sus reales armas.

No salía de mi asombro cuando abrí la carta y pude leer:

Valiente soldado español Juan Gálvez,

En gratitud a la muy alta lealtad y fidelidad al Rey y a la causa de la religión que en estos años habéis demostrado en las Armas de Su Majestad el Rey Phelippe, Nuestro Señor, que Dios dé salud y conserve por muchos años por el bien de la Cristiandad, os hago pago de la soldada que se os adeuda. Os entrego también para vuestro regocijo y memoria un giton [jetón] de la toma de la católica ciudad de Amberes, que estuvo en peligro de herejía, y que gracias a hombres como vos, recobró su única y verdadera cristiandad. Así es mi voluntad y así la hago saber. Dado en Bruselas a 8 de enero del año del señor de MDLXXXVI años.

Alejandro

Desde ese momento, mi gratitud será eterna al Duque de Parma, que el Señor lo tenga en su divina gloria. Ya se me acaba este legajo de papel y no quiero terminar sin hacer mención a mis amigos y hermanos de armas, aquellos valientes y bravos soldados, que en la más inaudita penuria tuvieron más honra y orgullo que los de otras naciones pues siempre reclamábamos nuestras pagas después del combate, no como los miserables de las demás naciones. Si bien es cierto que alcanzábamos antes la Gloria de Nuestro Señor Jesucristo que la soldada… Mi más cara y amada mención a Antonio, Pedro, Manolo “el tuerto”, Pepe, Gonzalo, Felipe, Rafael “el rata”, Joseba, que me salvó, y tantos otros que allá quedaron para siempre, alejados de esta bella y a la vez ingrata España. A todos vosotros, gracias por los momentos vividos, por lo bueno y lo malo, por todo lo que pasamos y por lo orgullosos que nos sentimos al marchar por primera vez junto con los soldados, siendo unos críos, por la Lorena al ver a la gente abarrotar los caminos, contados por miles, por donde pasábamos comandados por el Gran Duque de Alba, que en gloria esté. Por todo eso y por todo lo que me guardo, siempre os recordaré. Escrito en Valladolid a 23 de marzo del año de nuestro señor de 1605.


He aquí el jetón mencionado:
Anverso: SER PR PAR VIRT ET LABORVM PREMIVM 1585

Abreviaturas latinas de “Al mantenerla fiel, el príncipe alcanzó el triunfo por su valor y esfuerzo”. Vista de la ciudad sitiada y el puente construido en primer término.

Reverso: GECT DV BVR DES FINAN DV ROY

Abreviaturas latinas de: “Jetón de la Oficina de Finanzas del Rey”. Escudo de Felipe II con toisón de oro.