Monedas suberadas/forradas

La “suberación” (del latín sub-aere = por encima del cobre) es un proceso por medio del cual una moneda de metal pobre, generalmente cobre o bronce, se enchapaba con un metal noble, principalmente plata.

En la actualidad, la forma más común de enchapar un metal pobre es el procedimiento galvánico, aunque en tiempos más recientes se anduvieron difundiendo tecnologías más sofisticadas de tipo electrónico.

Desde luego existe también la posibilidad de enchapar un metal pobre sumergiéndolo en un baño fundido del metal noble, aprovechando que este último tiene una temperatura de fusión más baja del ánima que se quiere enchapar. Esta técnica, que implica un proceso de fusión (soldadura), era la única empleada en la antigüedad.

La técnica galvánica produce chapas muy homogéneas que generalmente tiene espesor entre 0,001 y 0,01 mm. Con la técnica galvánica se produce una adhesión muy íntima entre los dos metales, la cual garantiza una protección muy elevada frente a los agentes químicos (pues los metales nobles utilizados para enchapar tienen escasa reactividad química). Pero esta misma adhesividad elevada, produce en el tiempo fenómenos de migración de los átomos del metal de base hacia la superficie enchapada, así como lo contrario.

De aquí que en tiempos más o menos largos, dependiendo esto principalmente del espesor del enchapado, el color del metal del ánima tiene a aparecerse, o sea, el enchapado pierde lentamente su propio color.

La técnica de enchapar mediante baño fundido crea capas de espesor muy variable de zona a zona y de espesor generalmente comprendido entre 0,01 y 0,1 mm. Los procesos de migración de átomos en la zona de contacto se dan también en las superficies soldadas, pero son mucho más lentos que en el caso anterior; lo cual, sumado a un espesor que es por lo menos de diez veces superior, hace que una pieza enchapada con baño, si no interviene una abrasión mecánica, tiene una duración muy larga.

Hay tetradracmas griegas y denarios republicanos suberados que después de más de 2000 años no son distinguibles a la vista de las mismas monedas en metal noble.

Una moneda antigua suberada (desde luego con la técnica del baño) sufre corrosión química solamente si se expone a condiciones de particular agresividad. Una moneda de cobre suberado en plata o en oro, tiene la misma resistencia a la corrosión de una moneda enteramente en plata u oro. Sin embargo, plata y oro tienen escasa resistencia a la abrasión, siendo metales tiernos. De aquí que esa misma moneda si expuesta a factores abrasivos, se hecha a perder muy rápidamente.

Las monedas suberadas encontradas en cofres o urnas, por lo general llegan hasta nosotros en conservación excelente. Todo lo contrario ocurre si una moneda suberada queda enterrada, pues en este caso se encuentra expuesta a la acción corrosiva producido por el roce de los granitos de tierra.

Cualquier objeto que se encuentre sepultado, sufre un desgaste de roce, que es tanto mayor cuanto menor es la profundidad donde que se encuentra. En apariencias, la tierra no se mueve, pero la realidad es muy diferente. La superficie de la tierra está sometida a un micromovimiento constante causado por muchos factores: viento y lluvia, paso de animales pesados en la superficie, animales escavadores (lombrices, mamíferos que hacen sus refugios, y sobre todo el movimiento de las raíces).

Este constante movimiento, por muy reducido que aparezca, logra crear roce en la moneda y causar corrosión mecánica de su parte más tierna (fluitación): la superficie enchapada.

Los puntos más sujetos al desgaste mecánico son: las aristas del borde, las letras de las leyendas, las partes más sobresalientes de las figuras y los centros de las superficies lisas de los fondos libres del anverso y del reverso.


Cuando esto ocurre, el desgaste pone a la vista el anima de la moneda, al comienzo solamente en algunos puntos, mientras que donde no hay desgaste mecánico la superficie enchapada se mantiene inalterada.

Una vez que se pierde el enchapado en algunos puntos, se pone mucho más importante la corrosión química que, por efecto pila, es particularmente agresiva justamente entre el ánima y la superficie enchapada, produciendo la separación de ésta en forma de escamas.

Es interesante observar que aunque la corrosión sea casi total, las partes de enchapado que sobreviven mantienen su color original, pues no es el enchapado que se ha corroído, sino la capa entre este y el ánima de la moneda: es decir, el enchapado no se corroe, sino se separa y se pierde.
Una moneda enchapada que presenta una corrosión química en lugar que mecánica o que ha perdido en forma generalizada su color original volviéndose como “transparente”, es seguramente moderna.

Les propongo imágenes de monedas enchapadas en plata porque no he visto jamás una moneda enchapada en oro que fuera con seguridad una moneda antigua. De hecho, el oro tenía muy escasa circulación en cuanto se utilizaba para atesoramiento y para realizar grandes pagos entre estados o entre particulares de gran poder económico.

Antes que todos los falsarios: era una actividad muy rentable y por lo tanto rápidamente adquirieron una grande habilidad en superar a las monedas. Por esta razón a menudo los tetradracmas aparecen deturpado con un golpe de hacha que pusiera en desnudo el ánima de la misma y así permitir de comprobar si era o menos de plata.

Suberaba el Estado, por lo menos lo hico sistemáticamente Roma, sobre todo en tiempos republicanos, pero también imperiales.
Se suberaba muchísimo los denarios en los limes orientales, es decir en la frontera con la Panonia, y es por esto que desde Hungría, Bulgaria y Romanía llega una gran cantidad de denarios suberados, por lo general muy deteriorados pues se encontraron bajo tierra.

Se suele imaginar que fueran los “bárbaros” quienes realizaban estas monedas suberadas, que eran falsas, pero no es tan seguro que fuera así.
También es posible que las mismas cecas romanas fabricaran monedas suberadas para destinarlas al comercio con los pueblos que vivían allende las fronteras del imperio.