Todo el mundo considera a Charles Darwin como el padre de la ciencia de la evolución de los seres vivientes: pocos saben que quien primero desarrolló aquellas teorías, fue un criollo chileno, cuyo nombre es Juan Ignacio Molina, apodado el Abate.
JUAN IGNACIO MOLINA
El Abate Juan Ignacio nació en la hacienda Huaraculén, en la ribera del Loncomilla (Maule, Chile), el 24 de junio 1740. Quedado huérfano de padre a los siete años de edad, se fue interno en un colegio en Talca y sucesivamente siguió sus estudios en la escuela de los Jesuitas de Concepción, donde se destacó por sus excelentes estudios de la naturaleza de la región donde vivía. Por su mente despierta y abierta a la comprensión del mundo, siendo aun muy joven, logró imponerse en el mundo académico de la Colonia.
Entrado como novicio en el Colegio Jesuítico de Concepción, fue impulsado a profundizar sus observaciones de la naturaleza en todas sus formas, además de la historia, de la medicina y de la cultura mapuche, llegando rápidamente a dominar el idioma mapuche.
Su vida fue trastornada en el año 1768, cuando se vio obligado a abandonar Chile, debido a la orden de expulsión de la orden de los Jesuitas del reino de España. Hubiera podido evitar la expulsión, pues todavía no había tomados los votos y era solamente un novicio; sin embargo quiso seguir la suerte de los jesuitas chilenos.
Se asentó en Italia donde, gracias a sus habilidades lingüísticas, obtuvo la cátedra de Lengua Griega en la Universidad de Bolonia.
En Bolonia, el novicio jesuita chileno se dedicó a ordenar sus observaciones acerca de la historia patria y de la naturaleza de su añorada tierra americana. De sus observaciones nació su primera obra, la más conocida: “Compendio della Storia naturale e civile del Regno de Chile” (1776). Luego profundizó el tema de sus observaciones muy profundas acerca de la naturaleza chilena, que expuso en su ensayo acerca de la “Storia naturale del Chile” (1782), y de la historia de su País natal, que aparecieron en “Storia Civile del Chile” (1787). Finalmente en 1821 pudo publicar su lección magistral “Las analogías poco observadas entre los tres reinos de la Naturaleza”, escrita mucho antes de 1815, pero que la autoridad Pontificia le prohibió difundir.
En esta obra, Juan Ignacio Molina propuso más de cuatro décadas antes que Darwin una teoría de la evolución gradual de los seres. De acuerdo a su proposición, el Creador organizó la naturaleza, no en tres reinos (mineral, vegetal, animal) totalmente distintos, pero como una cadena continua de organización, sin pasos o quiebres bruscos, en "
tres especies de vida, esto es, la vida formativa, la vegetativa y la sensitiva; de modo que la primera, destinada a los minerales, participe en algún grado de la segunda, propia de los vegetales, y esta, de la tercera, asignada a los animales". Así por ejemplo, los minerales cristalinos anteceden las formas vegetales más simples.
Molina sostenía que, en consideración a las observaciones realizadas por los primeros investigadores científicos relacionadas con el origen de las especies -quienes evidenciaron una propagación uniforme de ellas-, se puede establecer como una verdad fundamental que
la naturaleza no procede por saltos, que no hay una verdadera distinción absoluta entre los seres creados, que todos se hallan ligados por una recíproca relación, de manera que existe entre ellos una progresión gradual en virtud de la cual los minerales pasan insensiblemente a convertirse en vegetales y estos últimos en animales. Esta tesis visionaria intuye la existencia de un mundo biológicamente activo que se encuentra en una etapa previa a lo que el conocimiento de la microbiología de la época lo permitía. La existencia de secuencias de vida determinada por elementos derivados del mundo mineral -frontera de la vida como hoy la concebimos- era una tesis que ningún biólogo se había atrevido a anticipar.
Las Teorías de Molina son cronológicamente las primeras y, además, las de mayor audacia y profundidad científica entre los precursores - incluidos Darwin y Lamarck - del hoy ya admitido evolucionismo. Su obra era presente entre los pocos textos que Darwin tuvo consigo a bordo del Beagle, en su viaje alrededor del mundo (1831), como dice el mismo Darwin.
150 años más tarde, el gran biólogo y filósofo francés Pierre Teilhard de Chardin llegó a formular teorías científicas y acerca del significado de la vida, asombrosamente análogas a las del Molina. Y las vidas de ambos filósofos fueron muy similares y hasta padecieron de las mismas incomprensiones y persecuciones... ¡a siglo y medio de distancia en el tiempo!