FERNANDO VII, EL BIEN DOTADO
Mucho se ha escrito de Fernando VII, pero pocos conocen que sufrió una enfermedad que le afectó en el aspecto sexual. El rey felón sufría una enfermedad denominada macrosomía genital, cuya máxima demostración era un miembro viril que podía tranquilamente alcanzar los 30 cm de envergadura. El escritor francés Merimeé, que lo había observado con sus propios ojos, lo describía como:
“Fino como una barra de lacre en la base y tan gordo como el puño en su extremidad; además, tan largo como un taco de billar”.
La macrosomía genital o macrogenitosomía tuvo grandes consecuencias en la Historia de España. El monarca se casó en cuatro ocasiones para poder tener descendencia: con su prima María Antonia de Nápoles, con su sobrina María Isabel de Braganza, con María Josefa Amalia de Sajonia y la última con otra de sus sobrinas, María Cristina de las Dos Sicilias. Con esta última tuvo dos hijas: Isabel II, que reinó gracias a la derogación de la Ley Sálica y después de las Guerras Carlistas, y Luisa Fernanda.
María Amalia de Sajonia, su tercera esposa, huyó asustada al verlo en la noche de bodas. Tuvo que intervenir el Vaticano para convencerla de la necesidad de acceder a mantener relaciones con el rey.
Merimeé relató de nuevo el episodio:
“Ante esta horrible vista, la Reina creyó desvanecerse, y fue mucho peor cuando Su Majestad Católica comenzó a toquetearla sin miramientos, y es que la reina se escapa de la cama y corre por la habitación dando gritos. El Rey la persigue; pero, como ella es joven y ágil, y el Rey es gordo, pesado y gotoso, el Monarca se caía de narices, tropezaba con los suelos. En resumen, el rey encontró ese juego muy tonto y montó en espantosa cólera”.
Juán Balansó nos da aún más detalles:
“El susto de la pobre muchacha cuando, al fin solos, aquel ogro de lúbrica mirada y miembro viril enorme se abalanzó sobre ella debió ser espantoso y, según el marqués de Villa-Urrutia, la desdichada se orinó encima: Y he aquí por qué la servidumbre palatina vio con asombro que Su Majestad, a poco de haber entrado en la regia alcoba, salió de ella más que deprisa, en paños menores, echando pestes y apestado a demonios”.
Fernando VII y María Cristina logaron tener descendencia debido a que yacían con un cojín circular con agujero central que los médicos fabricaron para evitar que la reina sufriese desgarros al ser penetrada. Algunas crónicas apuntan que sus anteriores esposas murieron por las heridas internas que pudo producirles el miembro viril del rey.