Hoguera para quemar un cadáver. La incineración consistía en reducir el cadáver a cenizas. Los romanos creían que el alma podría volver a su lugar de origen, el cielo.
La ceremonia se celebraba sobre una pira con forma de altar, sobre la que se depositaba el ataúd con el cadáver. Se le habrían los ojos para que simbólicamente pudiera mirar como su alma de dirigía hacia el cielo. Se sacrificaban animales queridos por el difunto y se incineraban junto a él. Antes de quemar el cadáver se le cortaba un dedo y se arrojaban tres puñados de tierra que simbolizaban su enterramiento.
Como manifiesto de dolor los familiares y amigos más íntimos arrojaban sobre la pira ofrendas de alimentos y perfumes. Se le nombraba por última vez y volviendo la cara se incendia la pira con las antorchas llevadas en el cortejo fúnebre. El rito concluía vertiendo agua y vino sobre la pira. Se despedía a los asistentes y éstos se despedían del difunto deseándole que la tierra le fuera leve.
Se representa en las monedas de muy variadas formas. La más común es de forma piramidal, sobre altar adornado, normalmente con tres plantas de arcos y rematada por una cuádriga o biga.
Pira funeraria rematada por cuádriga. Áureo de Antonino. Roma 161 d.C.
Pira piramidal funeraria, superada por Faustina conduciendo biga a dcha. Sestercio de Faustina I. Roma 141 d.C.
Pira funeraria rematada por Biga. Áureo de Nigriniano. Roma 284 d.C.