https://www.deia.eus/rutas-y-naturaleza/2024/08/07/ermita-madeleine-misterio-herauscorritsehe-8562080.amp.html... uno de esos parajes de leyenda, que además atesora un misterio en formade piedra grabada. Nos vamos a la ermita de La Madeleine, en tierras de Zuberoa.
Iniciaremos el paseo desde la deliciosa localidad de Atharratze, cuna del reconocido euskaltzale Agosti Xaho. Muy cerca del centro, se ubica un aparcamiento, junto al río Uhaitzandi, en el que estacionamos el vehículo para comenzar a caminar. Lo hacemos ascendiendo a la villa, para disfrutar de sus casas de estilo zuberotarra y enfilar la carretera D-918, junto a la que transitamos unos 500 metros.
Pasamos por el hospital St. Antoine y tomamos una calle hacia la derecha llamada Hospitalia. Avanzamos por la vía hasta un cruce donde seguimos de frente, introduciéndonos en el bosque, por asfalto. Alcanzamos otro cruce con una cruz de hierro, en donde se nos presentan 3 viales: nosotros debemos tomar el del centro, que nos llevará hasta la granja Etchebestia. Un camino sale tras el caserío siguiendo las marcas amarillas de un sendero de pequeño recorrido (PR). Tomamos decididamente el camino que va ganando altura mientras alterna bosques con pastos; la ermita se ve en la cima hacia la que nos dirigimos por un paisaje bello y armónico que siempre nos regala Zuberoa. Sin pérdida, siguiendo las marcas del PR, llegamos hasta la base de la montaña, donde debemos unirnos al carretil asfaltado que nos dejará en su cima.
De esta forma alcanzamos su bella cumbre de 795 metros de altitud, un tanto deslucida por las antenas. No obstante, la vista es magnífica: el Orhi reclama constantemente nuestra atención. El Lakora, el Anie, el Midid´Ossau, y tantos y tantos picos pirenaicos, Bostmenieta, las llanuras del norte, todo crea un magnifico óleo de pinceladas de mil tonos: verdes, ocres o blancos. Y allí, reinando sobre todo lo que la vista domina, el pequeño templo de La Madeleine, conocido también como Marie Maddalene D’Arhane. Sus orígenes se remontan al siglo, XV, fecha de su construcción, si bien posteriormente se reformó, pero sus raíces se hunden mucho más profundamente en el tiempo. La ermita se edificó, probablemente, sobre un antiguo lugar de culto primitivo en el que, posiblemente, se rendía culto a la montaña en sí.
La montaña atesora las leyendas de los gigantes míticos, en este caso de Roldán. También conocido como Errolan, Roland u Orlando, fue un comandante de los francos, -pueblo germánico que dominó un vasto territorio en Europa-, y sobrino del Emperador Carlomagno. Vinculado históricamente a la batalla de Roncesvalles, donde fue muerto por los vascones, el 15 de agosto del 778, su vida pasó a ser leyenda literaria, formando parte de la llamada Materia de Francia, conocida también como ciclo carolingio. Se trata de un conjunto de leyendas que componen las conocidas como canciones de gesta, en la literatura medieval francesa.
Roldan, héroe de leyenda
Sus hazañas se narran en el conocido como Cantar de Roldan, poema épico escrito aproximadamente en torno a los años 1086 y 1104, en el que el héroe aparece dotado de un cuerno y de su espada Durandarte. Este poema corrió por toda Europa, adquiriendo gran éxito. También lo hizo por el Camino de Santiago, autentica autopista cultural de la época, llegando a tierras navarras e iniciando, probablemente, una simbiosis entre el mito y la historia, siendo paulatinamente asumido por las creencias mitológicas de las gentes de estas tierras. La leyenda de La Madeleine dice así:
“El gigante mitológico Roldán también tiene su hueco en esta montaña mágica, pues desde ella lanzó una piedra para destruir la localidad de Ochagavia, pero errando en el tiro cayo en el macizo de Bostmendieta”.
Pero no terminan aquí los secretos de esta montaña. En el interior de la ermita, se puede ver una misteriosa lápida labrada, de origen romano, en la que se lee una inscripción que hace referencia al dios Herauscorritsehe. Nos encontramos ante un elemento muy curioso y habitual en la vieja cultura de las montañas. Los romanos no combatieron las antiguas creencias de los moradores de estos lares, sino que adoptaron sus deidades, adaptándolas en ocasiones. De todo aquello nos ha llegado este bello ejemplo,que hoy podemos saborear. No se sabe cómo llego hasta la ermita el ara; quizás apareció aquí o fue traída de otro lugar por algún fiel. La placa seguirá guardando sus motivos, su esencia más profunda, solo para ella. Está datada hacia los siglos I o II, muestra la siguiente inscripción:
“FANO / HERAVS / CORRTZE / HE.SACRM / C. VAL. VAL / RIANVS”
Traducido vendría a decir algo así: “Caius Valerius Valerianus erige este altar consagrado al templo de Herauscorritsehe”. Pero, ¿quién es este misterioso Herauscorritsehe? Los especialistas solo coinciden en que se podría tratar de una deidad pirenaica. Su nombre se ha traducido como “dios del rayo rojo”, “santuario del polvo rojo”, entre otras versiones. Sí coinciden en que se podría tratar de un dios de los cielos, algo similar a Júpiter. Pienso que tan solo la misteriosa ara sabrá la verdad, que guardará para sí en el misterio del tiempo.
Saboreando la historia y la mitología de La Madeleine, solo nos resta regresar a Atharratze por el mismo camino de subida.