La imprudencia del rey Pedro II, fruto del exceso de confianza, es total, y él es sin duda el principal responsable de la derrota en Muret.
Las consecuencias derivadas de la batalla fueron trascendentales. La represión de la herejía cátara fue imparable, y durante décadas Occitania se vio envuelta en una marea de sangre y fuego hasta el aniquilamiento de la última resistencia en 1244. Al mismo tiempo, la expansión francesa hacia el sur, en gran parte gracias al decisivo apoyo del papa Inocencio III y su sucesor, Honorio III, sería ya irreversible.
El reino de Aragón estuvo sin rey algún tiempo, hasta que, en 1218, con solo diez años, las Cortes de Lérida declararon la mayoría de edad del heredero. El rey Jaime I se vio obligado a reorientar su política exterior. Las nuevas vías de expansión de la Corona iban a ser la zona musulmana de la península ibérica, por un lado, y el Mediterráneo, por otro. Por esta razón, la Corona de Aragón tuvo que competir con Castilla en la península y con los estados italianos en el este.
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