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 La guerra de Pedro I y Enrique de Trastamara y la importancia de Gijon y Asturias

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Sowilo
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La guerra de Pedro I y Enrique de Trastamara y la importancia de Gijon y Asturias Empty
MensajeTema: La guerra de Pedro I y Enrique de Trastamara y la importancia de Gijon y Asturias   La guerra de Pedro I y Enrique de Trastamara y la importancia de Gijon y Asturias Icon_minitimeMiér 21 Abr 2010, 10:54 pm

No hay demasiadas noticias de Gijón hasta el siglo XIV, donde aparece el primer Trastámara: Don Enrique, llamado El Bastardo y el de Las Mercedes, conde de Trastámara y de Gijón.


Enrique de Trastamara

(Todo lo que la historia recoge de este hombre nos llega por vía de sus amigos, hizo lo mismo que su hijo, que es tachado de intrigador y desleal, siendo bastardo del rey anterior y haciendo de Gijón su baluarte. La vida les dio distinta suerte y la historia desigual recuerdo)

Alfonso XI tuvo 1 hijo (Pedro) con su esposa María de Portugal y con su amante Dª Leonor de Guzmán 8 (Enrique, Fadrique, Fernando, Tello, Juan, Sancho, Pedro y Juana). A la súbita muerte del Rey en 1.350, su viuda (en plena decadencia mental) encarceló y dio muerte en Talavera, a Dª Leonor, poniendo a sus hijos con los contrarios al Rey. En la corte comenzó a rumorearse que el Rey Pedro no era hijo de Alfonso IX, sino de un judío llamado Pero Gil.


Murallas de Gijón - detalle

La guerra de Pedro I y Enrique de Trastamara y la importancia de Gijon y Asturias Cubomura

Para ganar el apoyo de Francia y siguiendo los consejos de Juan Alfonso de Alburquerque que intervino en el tratado con Pedro IV de Aragón y en las cortes de Valladolid en 1351 donde se frenó a los municipios en beneficio de las hermandades (la nobleza) y reduciendo el poder gremial, Pedro I se casó con Blanca, hija del duque de Borbón.


Murallas de Gijón

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Su dote iba a ser de 300.000 florines; a cambio Pedro donaba Coca, Arévalo, Sepúlveda y Mayorga.

Pero Blanca se presentó sin el dinero y quedó recluida en Arévalo. A la marina cántara no le interesaba que en medio de la guerra de los Cien Años se tomase partido por el bando francés en detrimento de Gran Bretaña.

Para colmar la historia, el Rey se enamora de María Padilla, que era la dama de Alburquerque, ahora su mal consejero. A pesar de esto Blanca y Pedro se casaron en junio de1.353. Pedro tardó 3 días en repudiarla y su consejero poco más en refugiarse en las cercanías de Portugal. Así los bastardos contrarios al rey pero aún a sus órdenes, fueron a prender al caído en desgracia y éste invocaba su nombre para levantarse contra el monarca.

Pedro I solicitó a los obispos de Avila y Salamanca la nulidad de su matrimonio, para casarse con su nueva enamorada Juana de Castro. El escándalo fue explotado como depravación moral y religiosa. El Papa Inocencio VI hizo causa común con los opositores, a los que se unió incluso la familia de Juana; ante esta situación el rey la abandonó.

Uno a uno los nobles se pasan a la causa rebelde. Así, en el encuentro de Toro 50 nobles de la parte del rey y otros 50 de los rebeldes detuvieron la guerra civil acordando que la monarquía se entregaba en manos de la nobleza, quedando Pedro convertido casi en su prisionero.

Pero escapó de Toro y reorganizó sus fuerzas y se preparó para lo que sería una furibunda represión. Sus contrarios no se organizaron; sólo los bastardos resistieron en Toro y Enrique huyó a Francia ante sus pocas posibilidades de triunfo, pero polarizando la oposición al rey

En la corte de Alfonso XI y dada su condición de bastardo, Enrique fue apadrinado por un poderoso caballero, Don Rodrigo Alvarez de las Asturias, el cual era dueño de innumerables posesiones en Asturias y ya a los 5 años, Enrique tenía en encomienda a Gozón y Sobrescobio y era conde de Gijón, Noreña y Trastámara, todo por su poderoso tutor.

Aplastada la nobleza castellana, Pedro I se enfrenta inmediatamente a Pedro IV de Aragón, donde se encontraban la mayoría de los nobles contrarios al rey castellano. La diplomacia aragonesa busca el apoyo francés, mientras la castellana lo hace con el inglés, reproduciéndose en otro marco la Guerra de los Cien Años.

El 8-9-1.356, las fuerzas castellanas toman Alicante y Orihuela; en 1.357 cae Tarazona y se abre un paréntesis de paz que reaviva la diplomacia de los dos bandos.

Castilla afianza su alianza con Portugal e Inglaterra y crea una flota que rompe la hegemonía catalano-aragonesa en el litoral levantino, cosa que agradaba a Génova.

El monarca aragonés, por su parte, estimuló una sublevación en Andalucía, donde participó Enrique de Trastámara, y donde murió su hermano Fadrique en Sevilla (1.358). , Un mes más tarde asesinaban a su también hermano Juan en Bilbao. Tello se salvó milagrosamente. Ante esta situación, tras ser asesinados varios de sus hermanos, Enrique con su esposa y dos fieles caballeros tomaron los caminos más desviados para llegar a Asturias. Dice la crónica que " llevaban los rostros de cuero, porque non los conociesen en el camino fasta que fuesen en Asturias". Entraron por Somiedo y fueron buscando apoyo entre sus muchos seguidores aunque aún eran más los partidarios del rey. Miranda, Las Regueras, Noreña y Gijón; éste fue el itinerario del joven Enrique, que no entró en Oviedo, desconfiado, y no se sintió seguro hasta llegar a Gijón. Nada más llegar, mandó hacer obras de fortificación, a la vez que intentó apoderarse de Avilés.

En Gijón, Enrique fue acogido calurosamente y por ser su residencia la ciudad se convirtió en corte.

Iban llegando fugitivos de las iras de Pedro I y entre ellos se hallaba un hijo de Don Garcilaso de la Vega, del mismo nombre que él sin par caballero, que murió por inspiración de Pedro I, al encabezar un movimiento de protesta contra el valido del rey (Albuquerque).

Acompañando a Garcilaso y a la madre de éste llegó Elvira Iñiguez de la Vega, por sobrenombre la "Corita", que se convertiría en amante de Enrique y al que daría dos hijos: Juana y Alfonso que más adelante aparecerá como protagonista de esta historia.

Continuando con el marco donde se desarrollaba el ascenso de los Trastámara, estaba en un punto poco favorable a nuestro protagonista Enrique, pues Francia, su aliada, perdía en la Guerra de los Cien Años; el monarca aragonés se comprometía a no apoyar a los nobles rebeldes castellanos a cambio de recuperar los territorios perdidos y licenciaba sus tropas para suprimir gastos, mientras el rey castellano emprendía una expedición de castigo contra Granada y en cuanto puso orden allí la emprendió de nuevo contra la corona Aragonesa.


Pedro IV de Aragón, llamado El Ceremonioso, falto de dinero, no pudo más que buscar desesperadamente el apoyo de Enrique, quien reunió una tropa de mercenarios extranjeros con dinero aportado por la corona francesa y el Papa.

Para Pedro I con sus tropas castellanas y otras de Navarra, Portugal y Granada fue un paseo militar ante la desorganización de los nobles castellanos y las dificultades del monarca Aragonés.

Una vez más se llegó a una negociación, el acuerdo de Muriviedro (2-7-1.363) de gran ventaja para Pedro I y humillante para la corona aragonesa pues Calatayud, Tarazona y Teruel eran la dote de Juana, hija de Pedro IV El Ceremonioso, que habría de casarse, según el pacto con Pedro I, también se comprometió el monarca aragonés a que los nobles rebeldes abandonaran su reino y a dar muerte a Enrique de Trastámara y del infante Fernando.

Pedro VI no solo no cumplió esta ultima condición (aunque el infante Fernando murió en extrañas circunstancias despejando cualquier duda sobre cuál de los bastardos era el heredero del trono), sino que se dejó convencer por Enrique de la necesidad de seguir la guerra contra Castilla.

Pero el primero que volvió a atacar fue Pedro I, en la zona de Valencia. Nuevamente la mejor solución para el rey aragonés fue pedir ayuda a Enrique y a sus ejércitos de mercenarios, lo que confería al de Trastámara una posición inmejorable para negociar su futuro. Enrique llevaba desde1.364 reclutando hombres con dinero aportado a partes iguales por Francia, Aragón y el Pontífice.

El 14-9-1.365 el rey de Aragón tomaba Murviedro, del que Pedro I había hecho su centro de operaciones.

Un mes después Enrique reunía en Montpellier un ejercito de mercenarios formado por españoles, ingleses, gascones, bretones y alemanes, a las ordenes de tres capitanes: Betrán Du Guesclin, Hugo Calveley y Arnould DÁndrehem (entre los tres capitaneaban "Las Grandes Compañías ", huestes de mercenarios europeos, como recompensa a su ayuda, Enrique concedió a Du Guesclín el condado de Trastámara y a Calveley el de Carrión).

A principios de 1.366, los mercenarios entran por Cataluña y el 16 de Marzo de ese mismo año Enrique se proclama rey de Castilla en Las Huelgas. A partir de aquí surge una nueva arma cuyo instrumento fue la nobleza rebelde: de rumores y mala prensa se pasa a una propaganda en toda regla para acabar con Pedro I y acumular partidarios a la causa trastamarista, sus argumentos fueron:

* Cruzada religiosa por la amoralidad de Pedro I
* Liberar a Castilla de las arbitrariedades de Pedro I contra nobles y demás grupos sociales, pero siempre haciendo hincapié en los maltratos que sufrieron los primeros, que fueron los únicos que salieron ganado con esta "revolución"
* Prescindir de los judíos
* Rebajar la presión fiscal

Como decía en una carta enviada al consejo de Covarrubias en 1.366: "poner a todos e cada uno en su grado e en su estado e en sus libertades".

Con el legítimo rey estaban los ricos andaluces y los judíos.

Con el bastardo, la nobleza castellana, los grandes ganaderos, es decir la Meseta.

La incipiente burguesía no se identifica con ningún bando claramente.

Tras coronarse en Burgos, toma Toledo y marcha hacia Sevilla, por lo que Pedro I opta por huir al extranjero pensando en volver con un ejército de mercenarios.

Enrique era rey de Castilla, pero la propaganda que realizó se contraponía a las necesidades de pagar favores y dinero.

Solventó el primer problema con las "mercedes enriqueñas" y el segundo licenciando a la mayor parte de su ejército de mercenarios.

Pedro I, se había llevado el tesoro regio y negociaba con navarros e ingleses su retorno.

En el acuerdo de Libourne Pedro I, Eduardo de Gales(el Príncipe Negro) y Carlos II de Navarra se comprometieron en los siguientes términos: Inglaterra pondría un gran ejército capaz de recuperar la corona, Navarra cedía el paso a ese ejército. Pedro a cambio donaría Alava, Guipúzcoa y algunas plazas riojanas a Navarra y el señorío de Vizcaya al Príncipe Negro.

Thomas Telton y John Chandes comandaron la expedición para la que se sirvieron de los mercenarios licenciados por Enrique.

En 1.367 Pedro I se encontraba con sus mercenarios en tierras Castellanas, Enrique fue a su encuentro en Nájera, dando lugar a una de las batallas más sangrientas de la Edad Media.

Du Guesclin recomendó retrasar el choque sabiendo de su inferioridad, fue un choque frontal, murieron mas de 400 hombres y Enrique fue derrotado.

MONTIEL

Exceptuando a las clases poderosas implicadas en las dos alternativas de poder, la derrota de Nájera hubiera supuesto una nueva implantación de Pedro I como soberano, pero el acuerdo de Libourne le hacía acreedor de una buena parte del patrimonio castellano; añadiendo a esto el no convocar cortes después de su triunfo en Nájera, provocó el descontento de las ciudades. Pedro I no cumplió los compromisos. El Príncipe Negro comienza a buscar en Aragón un nuevo aliado y así abandona Castilla con su ejército de mercenarios en agosto de 1.367, quedando Pedro sin defensas, igual que un año antes le ocurriera a Enrique. Este, exiliado en Francia, vio la ocasión propicia, primero consiguió que el Príncipe Negro liberara a su capitán Beltrán Du Guesclin y en septiembre de ese mismo año volvió a Castilla con una pequeña escolta. Pero, resurgidos los focos rebeldes, en una semana ya tenia a su lado más de 400 lanzas.

Hay un tiempo de espera en que ninguna de las dos fuerzas es suficiente para derrotar a la otra, hasta que el 20 de noviembre de 1.368 Carlos V de Francia firma con Enrique el Tratado de Toledo, en el que se prometían amistad y apoyo a través de Du Guesclin, para eliminar a Pedro I y como El Príncipe Negro se negó a seguir ayudando a Pedro I por su incumplimiento anterior, la suerte pasó, esta vez sí al de Trastámara.

Du Guesclin cerró el paso a las tropas de Pedro en Montiel. Este, viéndose perdido quiso pactar con el capitán francés a cambio de" sus villas de Soria, Almazán, Atienza, Monteagudo, Deza y Leron por juro de Heredada para vos y los que de vos vinieren". Beltrán Du Guesclin atrajo a Pedro I hacia su tienda y siguiendo la crónica de López de Ayala:

"Y luego que llegó allí el rey Don Pedro y le detuvieron en la posada de Mosén Beltrán,..., súpolo el rey Don Enrique, que estaba ya apercibido y armado de todas sus armas, y bacinete en la cabeza, esperando este hecho. Y vino allí armado y entró en la posada de Mosén Beltrán, y así como llegó el rey don Enrique trabó del rey don Pedro. Y él no le conocía pues había gran tiempo que no le había visto; y dicen que le dijo un Caballero de los de Mosén": Catad que este es vuestro enemigo". Y el rey Enrique aún dudaba si era él. Y dicen que dijo el rey don Pedro dos veces": Yo soy, yo soy". Y entonces el rey don Enrique conocióle, e hiriole con una daga por la cara. Y dicen que ambos, el rey don Pedro y el rey don Enrique, cayeron en tierra, y el rey don Enrique le hirió estando en tierra de otras heridas. Y allí murió el rey don Pedro a veinte y tres días de marzo deste dicho año (...) de mil trescientos sesenta y nueve".

Enrique II murió en 1.379, sucediéndole en el trono su hijo Juan I, durante cuyo reinado se crearía el Principado de Asturias. Murió en 1.390, aplastado por el caballo que montaba, sucediéndole Enrique III, que contaba 11 años.


Alfonso Enríquez

(Todo lo que la historia recoge de este hombre nos llega por vía de sus enemigos, hizo lo mismo que su padre, que instauró un linaje monárquico, siendo bastardo del rey anterior y haciendo de Gijón su baluarte. La vida les dió distinta suerte y la historia desigual recuerdo)

El rey Enrique II traspasó a su hijo bastardo don Alfonso Enríquez, el título de Conde de Gijón y Noreña, además de numerosos territorios y fortuna, heredados por el monarca de su padrino Rodrigo Alvarez de las Asturias(muerto sin descendencia en 1.333)

El señorío asturiano de Don Alfonso comprendía, además de Gijón y Noreña: "La Puebla de Villaviciosa, e la de Colunga, con Cangas de Onís, e Cabranes, e Pongrin (Ponga) e Mariñán, e Parras(Parres) e Piloña, e Caso, e Haller, e las Pueblas de Grado, e de Pravia, e de Valdés, e de Salas, e de Luarca, con todos sus términos, e vasallos e fijos dalgo, e fueros, e con todas sus rentas, e pechos, e derechos, e con todas sus pertenencias, e con todo el señorío real e mero-mixto imperio..." ( de una de las cláusulas testamentarias de Enrique II)

También era señor de Puebla de Lillo, Cabrera y Ribera y la villa de Paredes de Nava y poseía el monopolio de la venta de sal que controlaba desde Avilés, por donación de Juan II.

Nació Alfonso en 1.355, toda su infancia la pasó al lado de su padre en plena guerra Civil Castellana, incluso en 1.367 estuvo en el campo de batalla de Nájera, donde su padre y los ingleses fueron derrotados. También estuvo en Montiel.

En 1.372 recibió la investidura de caballero de manos de su padre en Santiago de Compostela y de él también heredó todas las posesiones que ya fueran de Don Rodrigo. Durante este primer año se dedicó a sofocar núcleos de "petristas" en Galicia, tomando la plaza de Viana del Bollo.


En el año 1.373, junto con la expedición que Enrique II organizó contra Lisboa, tomó la población portuguesa de Cascaes, saqueándola, siendo ésta su primera incursión bélica de importancia.

Cuando más tarde se firmó la paz, los dos reyes concretaron dos matrimonios que la sellasen, Beatriz e Isabel, hermana e hija bastarda de Fernando I de Portugal se casarían con los condes Sancho y Alfonso Enríquez, hermano e hijo bastardo de Enrique II de Castilla; como Isabel tenía 8 años, esta ceremonia se retrasaría, hasta que la niña alcanzase la edad hábil.

Alfonso tenia 18 y la boda que le preparó su padre no culminaba sus aspiraciones, por lo que mostró abiertamente su desacuerdo con la decisión, por lo que para evitar desencuentros, en 1.375 se va por mar desde algún puerto de la costa asturiana a la Rochell, (Francia) en una ruta habitual de intenso movimiento mercantil. Intentó buscar apoyos contra la decisión paterna en las cortes de Carlos V de Francia y el Papa Gregorio XI. Su padre reaccionó airado y confisco a su hijo todos sus bienes y mandando a sus embajadores para que gestionasen la vuelta del conde.


A pesar de que el rey de Francia, buen aliado de Alfonso le aconseja someterse a su padre y volver a la corte castellana, esta se retrasa un año, hasta 1.376. Entonces Isabel (que a pesar de este primer encuentro acabará, siendo su fiel compañera), conocedora de la huida del Conde se niega a casarse con él, agravándose así el problema matrimonial.

Intensas gestiones diplomáticas logran que los esponsales se celebren, al fin, en 1.377, en noviembre, en Burgos oficiándola el arzobispo de Santiago.

Ambos contrayentes fingieron hacer vida en común, pero no llegaron a consumar el matrimonio. Unos meses después la guerra Castellano-Navarra fue el pretexto para escapar que tubo Alfonso; dos años después conseguiría la nulidad.

No le bastaban a Alfonso los beneficios que obtenía de sus numerosas villas, así que comenzó a cobrar impuestos en territorios de jurisdicción real, eclesiástica y de los concejos.

Como era de esperar los perjudicados reaccionaron enérgicamente. Todavía reinaba su padre Enrique II el cual intentó persuadirlo, pero sin éxito. Por ello él mismo en persona vino a Asturias en el año 1.376 y aunque dio órdenes para la protección de los asturianos, el conde Alfonso prosiguió en sus cobros, incluso quería reclutar hombres para engrosar su ejercito.

A la muerte de su padre la rebeldía de Alfonso creció, pues los conflictos con ingleses y portugueses entretenían al rey Juan I, su hermano, mientras ya hacía tiempo que los concejos asturianos, encabezados por el obispo de Oviedo se reunían para dilucidar qué hacer con el rebelde.

Es aquí donde Alfonso aparece como líder natural del grupo de parientes del rey, todos de la alta nobleza, con numerosos títulos y tierras, frente a la nobleza de servicio, de segundo orden, más numerosa, unida e identificada con la corona.

En 1.380 en las Cortes de Soria, Juan I toma mediadas represoras contra algunos nobles que eran acusados por varios monasterios de abusos, siendo Alfonso uno de los más afectados, acusado por el monasterio de Cornellana.

Preparó el conde su primera intentona contra el rey, la cual fracasó por la delación de uno de los implicados.

En 1.381 entra en tratos con el monarca portugués que se preparaba para la guerra contra Castilla.

El rey Juan, ante la peligrosa actitud el bastardo se dirigió a Paredes de Nava, mientras el Conde se refugiaba en Asturias, hasta Oviedo le siguió el monarca y en esta ciudad, el 26 de junio de 1.381 se le sometía, encomendando al Obispo Don Gutiérrez la misión de velar por la paz de Asturias.

Hacia 1.382 se reconcilió definitivamente con Isabel, de quien tendrá numerosa descendencia que enraizada en Portugal darían uno de los principales linajes del país vecino: los Noronha. Leído en castellano "Noroña", (conde de Noreña era uno de los títulos de su esposo.

Ese mismo año, ante las dificultades de movimiento que tenía en sus territorios, se vuelve a revelar, aliándose con portugueses e ingleses, Alfonso aportaría sus tierras para apoyar la ofensiva contra Castilla; en respuesta Juan I le confisca todos sus bienes el 26 de junio de 1.382, poniendo el gobierno de la región en manos del prelado ovetense.

Pero con la paz de Elvas, Portugueses y Castellanos llegan a un acuerdo malogrando los planes de Alfonso.

Viudo Juan de su primera esposa, concertaba esponsorios con Beatriz de Portugal. Perdonó a su hermano que volvió a Castilla, aparentemente sometido, pero maquinando para entorpecer el matrimonio del rey y preparando la guerra en su tierra asturiana.

Conminado por el monarca para asistir a su boda, que se celebraba en Badajoz, el 23 de mayo de 1.383, el conde no acudió, por lo que el monarca decidió asestarle el golpe definitivo, reuniendo su ejercito y armada, a la que se sumaron los concejos Asturianos que no pertenecían a Alfonso. La lucha fue encarnizada en todo el territorio astur y se rindió a Juan I el 18 de Julio de ese mismo año. El rey le confiscó todas sus tierras, bajo promesa de darle otras, como así hizo dándole señorío sobre la villa de Valencia de Don Juan.

Oviedo fue recompensada con el condado de Noreña.

En octubre, muere el rey portugués y renace la crisis con Castilla, Juan previniendo deslealtades de Alfonso lo encarcela, primero en Puebla de Montalbán, después en Toledo y por último en el castillo de Almonacid

Estuvo encarcelado del año 1.383 al 1.391.

EL PRINCIPADO DE ASTURIAS

En 1.388 Juan I instituía el título de Príncipe de Asturias en la figura de su hijo, el próximo Carlos III, postergando al conde, verdadero príncipe de sumar condados.

En 1.390 Juan I manifestaba su voluntad de eliminar al conde, pero murió ese mismo año prematuramente, aplastado por su caballo, dejando a su hijo Enrique siendo un niño como rey de Castilla.

Enrique III, tomó la decisión de liberar del presidio a su tío. Una vez en libertad lo primero que hizo Alfonso fue presentarse ante el joven monarca, que demasiado magnánimo, no solo se la confirmó, sino que le devolvió todas sus posesiones, junto con 500.000 maravedíes.

Pero la pugna entre los parientes del rey y los nobles de segunda fila se reavivó y Alfonso volvió a ser el líder natural de su bando.

A primeros de 1.394 se reúnen en Puebla de Lillo (León y dominio del conde) los tres hermanos: Pedro conde de Trastámara, Fadrique duque de Benavente y Alfonso Enriquez, además de entrar en el complot Leonor de Navarra y el arzobispo de Santiago.

Todos fallan en su cometido en la conjura por hacerse con el poder, menos Alfonso. Una vez más se repite los hechos y los escenarios.

En León, en su Catedral, Enrique III había prometido aniquilar a su tío y entregar sus posesiones al obispo de Oviedo, con 400 hombres de armas y 2.000 ballesteros y escuderos se internaba en Asturias deponiendo a los leales al conde y agrupando a los contrarios. Entre el Paseo de Begoña y la calle del Real instalaron el campamento del rey, fuera del alcance de los ingenios de artillería.

La Armada Castellana desplegó sus efectivos desde El Musel a Peñarrubia, en un alarde de fuerza, como el que llevarían a cabo los caballeros que acompañaban al monarca, blandiendo sus estandartes, armas y blasones, a los pies de la fortaleza, por los arenales, mientras en el istmo de entrada se construían empalizadas para el asedio.



Vista desde El Musel
A la derecha: Gijón
A la izquierda y al fondo: Peñarrubia
La guerra de Pedro I y Enrique de Trastamara y la importancia de Gijon y Asturias Gijon12

Uno de los castillos del conde que resistían con él, era el de San Martín, mandado por su bastardo Fernando, al que derrotó el gijonés Pedro Menéndez Valdés, cuyo padre había muerto en el asedio anterior. Cuentan de Fernando que lloro cuando su mano vertió sangre. Años después, el remordimiento le llevó a pedir dispensa y perdón a Benedicto III y se ordenó presbítero en Palencia

Las exhibiciones no eran un problema, pues la inexpugnable plaza resistiría hasta la llegada del invierno y el desabastecimiento de las tropas monárquicas harían imposible sostener la campaña de asedio.

En un golpe de mano, son destruidas las naves del conde, atracadas en lo que hoy sería el Club de Regatas y defendidas por empalizadas y por la Torre de Villaviciosa.

La inmovilidad de las posiciones llevó a Alfonso a proponer al rey una tregua que finalmente aceptaron ambas partes y que proponía al rey francés como arbitro de la contienda, quedándose las posesiones del conde el que resultase beneficiado por la decisión; siendo Alfonso su propio embajador. Duraría 6 meses, en ese tiempo no podría abastecer Gijón de hombres, víveres, ni armas, ni podría alejarse más de 3 leguas. Además, entregaría a su hijo Enrique como rehén.

Enrique partió hacia problemas más acuciantes y a encontrarse con su joven y reciente esposa Catalina de Lancaster.

En Sevilla el barrio de judíos había sufrido graves destrozos, causados por el pueblo exaltado

Los vecinos de Gijón, abandonaron la villa, apoyados por Rui López Davalos, mantenedor de las tierras de Asturias y los delegados regios y se asentaron en distintas aldeas que jalonaban el valle de Somió.

Al poco tiempo Alfonso partió a Francia, después de cobrar una subvención de 300.000 maravedíes, que su sobrino dispuso para el desplazamiento

Partió con sus leales Alfonso Rodríguez y Pedro de Santander y su hijo Martín, desde Avilés, donde el conde controlaba el monopolio de la sal para Asturias, como donación de Juan I y cuyas rentas debieron ser considerables, a demás de las ya sabidas.

En Bayona contacto con las autoridades inglesas que controlaban la zona en esa época y allí contrató al famoso pirata de la Edad Media, almirante de los cinco puertos Harry Pay de Pool, ha quien ofreció

Gijón como punto de partida para batir las costas gallegas a cambio de socorro en navíos y gentes.

En La Rochera, Aranflor, Contray, Clisón, buscó apoyos Alfonso, pero la tregua espiraba.

Sus acompañantes habían ido delante a excusarle ante el rey de Francia Carlos VI por su tardanza, buscando de excusa que sus barcos fueron quemados en el asedio.

Los embajadores castellanos adujeron que ese echo fue antes de firmar la tregua y pidieron explicaciones de en que estaba su señor gastando las rentas.

Ante la incomparecencia del conde, los castellanos iniciaron el regreso, momento que aprovecho Alfonso para ir a París procedente de Bretaña.

Pero ese viaje no le sirvió de nada, pues el monarca Francés le fue desfavorable.

A pesar de todos los perdones y arbitrajes, Alfonso había vuelto a revelarse, dilataba su regreso en el extranjero, contrato corsarios, se fortificó aun más Gijón y se dispusieron a resistir el largo asedio que se preveía; la plaza estaba al mando de Isabel, esposa de Alfonso, aconsejada por Cortés de Parres,

Los delegados castellanos fueron expulsados, mientras los corsarios de "Arrypai" saqueaban las costas gallegas.

Enrique reuniendo una fuerza mayor que la anterior, pues ya era consciente de las necesidades de ataque, se traslada de nuevo a Gijón cercando la ciudad por segunda vez; era el verano de 1.395. Diez carpinteros expertos en la fabricaron de armas de asedio, catapultas y torres de asalto, así como cañones de envergadura y artilleros moros.

Canteros capaces de labrar bolaños y 10.000 viratones (saetas de ballesta cuya rotación al ser lanzados era muy dañina).

Solo para la artillería se emplearon más de 70 carros tirados por bueyes que atravesaron Asturias en una comitiva prodigiosa.

Los dos bandos estaban bien armados(disponían de "la bombarda de Gijón" inventada en sitios anteriores).

El pirata ingles reforzó el palenque de la Torre de Villaviciosa que protegía sus naves, asegurándose la retirada.

Pero las pesadas bombardas que el rey castellano trajo consigo esta vez, aunque no podían dispararse más de una vez al día, eran la única posibilidad de destrucción que poco a poco fue minando la ciudad y a sus defensores. Las gruesas murallas aguantarían, pero el resto de los edificios se desmoronaban ante los impactos. El tiempo pasaba sin noticias del conde.

Llegado septiembre la situación se hizo tan insostenible, que la condesa Isabel, por voz de Cortes de Parres pidió condiciones al rey; este le permitía marchar pero todo su patrimonio se daba por perdido y nunca más recibirían renta alguna de la Corona.

Asturias sería en adelante dependiente del heredero de la Corona.

La misma Isabel se fue con sus leales rumbo a Francia, después de recobrar a su hijo Enrique, en un viaje sin retorno.

La condesa mando prender fuego a la plaza, lo que Arripay cumplió, terminando su obra el rey que derribó los restos humeantes.

Enrique III, mandó demoler también las murallas romanas, similares a las de León y Astorga para asegurarse que nunca jamas tendría que volver aquí.

De Gijón sólo quedo intacto el puerto

Allí ardieron "los palacios de don Pelayo, rey primero de España y de Gijón y de Asturias después de la venida de los moros, los cuales había edificado el duque don Favila, su padre, y la iglesia hecha en el fano Herculano a la Virgen María, y las casas de la ciudad, y la iglesia de San Juan que antes era templo de Apolo y el aposento de las cortes, que era el hospital, y las casa del magistrado jurídico y la iglesia del Salvador y la Torre Augusta... Todo fue quemado no siendo la iglesia más antigua, la que hizo San Torcuato y los discípulos de Santiago, fincado con el mar enfrente de Somió, debajo de la cual estaban las barcas en que fueron la condesa con los pocos que por muerte y hambre y plaga quedaban a su lado..."

Desde entonces se la dio por plaza desaparecida hasta bien entrado el siglo XVI.

Y escribe Carvallo en su crónica: "Y el conde desde allí en adelante vivió siempre desterrado de estos reinos".

Cuentan que Enrique III mandó secuestrarlo, pues en el exilio siguió intrigando contra la corona. Una vez en poder de los secuaces, el monarca cambió de decisión, quizás pasada la cólera de cuando dio la orden.

Algunas notas de espías del rey hablan hasta 1.396 de lo mal parado que estaba el conde en Burdeos, enfermo y esperando el perdón real, junto a él estaban su esposa y sus hijos, que se trasladaron a Braganza a la muerte de Alfonso, de la que no hay ninguna noticia que se refiera a fecha o lugar.

En 1.410 los vecinos de Gijón, en la plaza pública elevaban una súplica al rey en estos términos:

"Todos a una decimos: que los alzamientos, asonadas, traiciones y malos hechos del malaventurado conde don Alfonso Enriquez y de su "mala xembra", que hicieron contra su rey y natural señor, en los que nosotros ni los nuestros tuvimos parte, obligaron a su alteza a juntar todas sus fuerzas y poderío y a enviar al capitán Pedro Menéndez Valdés con todas ellas sobre la ciudad que aquí había tan nombrada, populosa, rica y fuerte para que la cercasen, la instasen a rendirse(...) y la maldita condesa, que dentro se había hecho fuerte, no pudiendo salvar, defender ni resistir, no teniendo alimento, por no darla al rey como era debido, justo y mandado, la hizo quemar y hasta que toda la vio arder no se fue...

Luego vinieron las gentes del rey lo allanaron todo, arrasando las murallas y castillos y llenaron con tierra el foso y el puerto y no pararon hasta que todo lo derribaron(...)"



Marco histórico

Nos hallamos en la penúltima fase de la reconquista, tomado el valle del Guadalquivir sólo queda Granada. Desde el reploblamiento del valle del Duero, las grandes familias nobiliarias que allí se formaron se iban desgastando, acabándose; otras nuevas accedían a nuevos títulos y propiedades según avanzaba la expansión hacia el sur. La población, escasa, era muy necesaria no sólo para luchar, también para repoblar las nuevas tierras, por lo que durante la expansión territorial de la corona Castellana los privilegios alcanzaron a nobles, villanos y campesinos y el guerrear y coger botín serían la mejor opción económica para una nación cuya principal actividad era la producción de lana en bruto que se embarcaba por los puertos Cántabros hacia Flandes. Y es que en el norte de Europa se comenzaba desarrollar el capitalismo y la producción industrial, siendo la burguesía la que tomaba la iniciativa económica y se empezaba a salir de la Edad Media con la postergación de la nobleza.

En Castilla no se pudo seguir ese camino, los nobles con sus asignaciones estancadas en el tiempo no podían hacer frente al alza de precios que conllevaba la manufacturación de productos cada vez más elaborados, viéndose cada vez con menor poder tanto económico como de administración territorial.

En este contexto, grupos de nobles poderosos buscaron un cabecilla que representase y llevase a cabo sus aspiraciones. En el caso de Enrique, él mismo y sus hermanos, al principio, defendieron a Pedro, a pesar de los muchos motivos que tenían para recelar y tubo el rey que errar exageradamente para que los Trastámara les fuesen infieles.

Alfonso sale peor parado en la historia que su padre. Calificado de intrigante y violento; es uno de los llamados "epígonos" Trastámara, esto es, familiares directos de Enrique, pertenecientes a la alta nobleza, que deberían haber sido su mejor defensa y que, sin embargo, fueron sus mayores enemigos.

Muchas familias nobles de segunda fila o de servicio palatino y familiares directos, fueron las grandes beneficiadas del cambio que trajo lo que se llamó la revolución Trastamarista, que abusando de las "mercedes enriqueñas" estancaron la sociedad española en la edad media.

El latifundismo, la señalización, el adormecimiento de la incipiente burguesía a la sombra de la nobleza, que no incentivaba la productividad alejándose de las corriente económicas que comenzaban a desarrollarse en Europa, fue el principio de un retraso económico y social que se perpetuaría durante siglos a pesar- o- agravado al siguiente siglo por la conquista americana, hija natural del final de La Reconquista: acabada Granada, menos mal que aparecieron las Indias enfrente de casa.



CONCLUSIONES

Nos encontramos con el primer cuadro histórico escrito y suficientemente refrendado donde Gijón aparece con un sentido pleno, en el que destacamos el hecho de refugio y valuarte apto para la defensa "numantina" de una plaza.

Así nuestros dos protagonista Enrique II y su hijo Alfonso Enríquez nos ayudan a ver al "peñasco" cuyas dimensiones hacían del un lugar inexpugnable en tiempos de guerra y con suficientes atractivos económicos para que, sino exactamente en él, si en su entorno próximo se desarrollase una población que, al menos en tiempo de hostilidades harían de esa roca su centro de supervivencia y resistencia.


La guerra de Pedro I y Enrique de Trastamara y la importancia de Gijon y Asturias Gijon13

La guerra de Pedro I y Enrique de Trastamara y la importancia de Gijon y Asturias Gijon2

Gijon actualmente

Para imaginar el Gijón anterior al siglo XVI, deberemos eliminar las partes con relleno, que son el Campo Valdés, entre la Iglesia de San Pedro y el Ayuntamiento; también todo el paseo del Muelle.

La Cuesta de la Colegiata nos muestra el desnivel que rápidamente adquiría el istmo que unía la península con lo que hoy es el Paseo de Begoña, atravesando la Plaza Mayor, siguiendo por la calle Contracay, "El Parchís", Calle de La Merced. Todo ese estrecho, largo y arenoso pasillo, era el mejor acceso para llegar desde las zonas más aptas para el cultivo. Todavía hoy seguimos llamando a la ladera sur, al otro lado del Paseo de Begoña, el barrio de Ceares (Ceres diosa romana de la agricultura y de donde deriva el nombre de" cereales")

A los lados de esa pequeña elevación, isla en ocasión de las mareas altas, solamente arenales con restos de cetáceos, en sus extremos pantanos.

La guerra de Pedro I y Enrique de Trastamara y la importancia de Gijon y Asturias Gijon14

La guerra de Pedro I y Enrique de Trastamara y la importancia de Gijon y Asturias Gijon15


De nuevo otra vez en la Colegiata, nos internaríamos hacia un primitivo muelle: la Cuesta de las Ballenas.

Todavía hoy es fácil de observar las dos cuestas y la "Y" que forman, recordando pequeños puertos del Cantábrico, de algunas aldeas marineras, otro atracadero estaba en lo que hoy es el Club de Regatas, el mejor defendido e importante.

Para que no falte nada: fuentes de agua, una sigue muy conservada en el Parque del Cerro de Santa Catalina.

Esta funcionalidad y posibilidades son las que llevaron a Gijón a su trágico final, en esa ocasión y seguramente en muchas otras anteriores, de echo las murallas "romanas" siguen el mismo contorno que las de los Trastámara, por que utilizaron los mismos principios estratégicos para su construcción.

La primera medida para la reconstrucción de la ciudad en el siglo XVI, fue el relleno de su istmo, que fue por donde creció y ahora está formado el centro de Gijón.

Otra conclusión interesante, es que varias crónicas que refieren a Gijón la existencia de palacios y refinamientos exclusivos de plazas poderosas, se verían reafirmadas al valorar la unión de la ciudad con el primer Trastámara y después con su hijo, los cuales eran proclives a los lujos de las cortes Europeas.

¿Cuantas veces en los siglos anteriores se habría repetido el sitio de la ciudad ?

Con este trágico final, ninguna.



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MensajeTema: Re: La guerra de Pedro I y Enrique de Trastamara y la importancia de Gijon y Asturias   La guerra de Pedro I y Enrique de Trastamara y la importancia de Gijon y Asturias Icon_minitimeJue 22 Abr 2010, 7:10 pm

- Soo... wilo, para un poco tío. Vaya perchá de leer que has pegado.

- Hace años yo estuve por esos lares y me lo pasé de la Biblioteca al Museo y del Museo a la Biblioteca... en fin, que terminé con una "tajá" de güisqui de las de padre y muy señor mío: ¿Siguen existiendo esos bares?.

Exaustivo trabajo... ¿exaustivo...? no: exhaustivo). La verdad es que no sé con qué personaje quedarme... pues parece que al estilete de escribir le daban poco, pero al del medio.... juder. Saludos.


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