Ya el 18 de julio de 1808 un grupo de Oficiales y paisanos se había ofrecido a la Junta de Sevilla para “ir a pelear a la Península y sacrificarse en defensa de la Patria”. La Junta les contestó un mes después diciendo textualmente a la de La Laguna que “se les den las gracias más expresivas en su nombre por su heroico celo, pero que por ahora reputa necesaria la presencia de aquellos Oficiales en esas islas para la defensa de ellas, asegurándoles tendrá presente a su tiempo el ardor y lealtad que manifiestan.” Respuesta lógica habida cuenta del optimismo reinante en la Península tras la gran victoria de Bailén.
Pero poco a poco las circunstancias empezaron a cambiar por allá y otro mes más tarde, el 19 de septiembre ya decía la Junta sevillana a la nuestra que “También se darán las disposiciones convenientes para que algún cuerpo militar de sus Islas venga al continente a tomar parte en la gloriosa causa de restablecer en su trono a nuestro augusto monarca el señor don Fernando VII y abatir el orgullo del ambicioso y pérfido opresor de toda Europa, si lo pidiera la necesidad o permitiese la defensa de esas Islas.”
El orgullo de Napoleón no podía permitir que sus gloriosos Generales, vencedores en cien batallas, fuesen derrotados por Generales españoles que lo hacían por primera vez, ni que miserables paisanos y desarrapados guerrilleros se opusieran, y con éxito, a los que, hasta el pasado mayo de 1808, eran invencibles ejércitos imperiales, por lo que, personalmente, tomó el mando de la situación, se puso al frente de un poderosísimo contingente, penetró en España y casi destrozó el ejército español. La Junta Suprema necesitaba hombres y acudió a esa reserva, pequeña pero entusiasta, que era Canarias. En un principio se pensó en trasladar a la Península ni más ni menos que a 30 Compañías de Milicias, pero la sensatez se impuso, pues se corría el riesgo de una seria despoblación de hombres en las islas. Por fin, una Real Orden de 25 de noviembre de aquel 1808 ordenaba el envío de todas las Unidades veteranas posibles, puesto que el dominio del mar por los ingleses, aliados en aquellos momentos, garantizaba prácticamente que no se produciría ataque naval alguno contra el Archipiélago.
Y empezaron a surgir serios problemas, como la disponibilidad de barcos para el transporte y, sobre todo, el del adecuado equipamiento de la tropa. El General O’Donnell hizo un llamamiento al patriotismo isleño y pidió ropas, donativos en metálico, etc. Lo secundó la Junta lagunera publicando en Tenerife un bando en el que se podía leer que “el patriotismo bien acreditado de todas las clases de sus leales habitantes para que todos, a proporción de las facultades con que se hallen, contribuyan con donativos voluntarios en ponchos de paño, pantalones y chalecos del mismo género, camisas o zapatos al equipamiento de los valerosos guerreros que gustosos correrán a derramar su sangre en defensa de su amado Rey y Patria y en honor del nombre canario.” Se consiguieron muchas prendas de ropa y unas 80.000 pesetas de aquel entonces, que era una buena cantidad si se tienen en cuenta las circunstancias económicas que se vivían en Canarias.
Existe suficiente información sobre la organización, composición y transporte a la Península de las Unidades canarias, pero muy poca de su actuación allá. Únicamente de los primeros meses de la Granadera Canaria, la Unidad que veremos se creó en Gran Canaria, conocemos de primera mano sus iniciales momentos en la guerra, como consecuencia de un documento titulado La expedición a España del Batallón de Granaderos de Canaria, escrito por don Domingo Pérez Macías, capellán de la Unidad, quien con su hermano don Sebastián, Subteniente y padre de don Benito Pérez Galdós, participaba en la aventura.
Hablaremos en primer lugar de las Unidades expedicionarias de Tenerife, pues, como ya hemos dicho era en Santa Cruz donde únicamente se contaba con Unidades preparadas.
El Batallón de Infantería de Canarias, mandado por el Brigadier don Josef Tomás de Armiaga, alistó 750 hombres; la Brigada Veterana de Artilleros, bajo el mando del Teniente Coronel Don Josef Fernández, 203 y la Bandera de la Habana una Sección. A ellos se unieron unos 80 presidiarios para colaborar en los servicios de los barcos que debían transportarlos a la Península; es decir, que Tenerife coadyuvaba al esfuerzo de la guerra con unos 1.000 hombres. Los barcos zarparon el 29 de marzo de 1809, llegando al Puerto de Santa María el 13 de abril.
Hay que reseñar que la Brigada de Artillería, que viajaba sin piezas, se disgregó, pasando sus componentes a integrarse en diferentes unidades artilleras. Muy poquito se sabe de ella, pero sí, como muestra, que uno de sus Oficiales, el Teniente don Miguel Fonturvel moriría arengando a sus artilleros en el asedio a Badajoz y después de que hubiese perdido un brazo y ambas piernas; el hecho lo recoge el Conde de Toreno en su Historia del levantamiento, guerra y revolución de España.
Por lo que respecta al Batallón de Infantería de Canarias, su elevado grado de preparación hizo que, con tan sólo una noche de reposo tras el viaje, marchara a incorporarse al Ejército de Extremadura, integrándose con otras Unidades en la 1ª División, mandada por el Brigadier Marqués de Zayas, y entrase en combate muy pronto en la batalla de Talavera el 28 de julio de 1809.
Someramente les reseño las acciones en que participó el Batallón:
a) Desde su llegada y hasta la primavera de 1812: En la defensa de Cádiz.
b) Batallas importantes:
- Talavera (28 de julio de 1809).
- Chiclana (5 de marzo de 1811).
- Albuera (16 de mayo de 1811).
- Castalla I y II (primavera de 1813 y verano de 1814).
c) Otras acciones de diversión, fintas, etc.
- En Extremadura entre abril y junio de 1809.
- Traslado de Cádiz a Algeciras y operaciones en la zona de Gaucín entre junio y julio de 1810.
- Traslado de Cádiz a Moguer y operaciones en la zona de Sevilla en agosto de 1810.
- Traslado de Cádiz a Palos y acciones hacia Badajoz en marzo de 1811.
- Diversas acciones en la zona de Levante entre 1812 y 1813.
- Diversas acciones en Cataluña entre 1813 y 1814.
El Batallón y muchos de sus componentes no volvieron ya a Canarias, ni se fueron reponiendo las bajas con canarios, sino con peninsulares.
Por lo que respecta a Gran Canaria, ya hemos dicho que no había allí Unidades “veteranas”, como solicitó la Junta de Sevilla. Pero ya conocen las disensiones entre su Cabildo Permanente y la Junta Suprema de La Laguna, por lo que, quizás como dice el Comandante don Melquíades Benito en un trabajo sobre el tema publicado en 2007 “deseando emular a su rival”, o siendo “bien pensados”, tratando de cooperar al esfuerzo común de la nación, aquel Cabildo determinó enviar una Unidad a la Península. Nació así el Batallón de Granaderos de Canaria, que será conocido como La Granadera Canaria. No hubo muchos problemas para alistar 600 voluntarios, pero sí para dotarlo de Oficiales. El Cabildo solucionó aparentemente el problema concediendo “patentes de oficial” a caballeros y estudiantes. La Granadera, bajo el mando del Coronel don José María de León, partió hacia Cádiz el 5 de abril, es decir, una semana después que los tinerfeños. El mal estado de los barcos hizo que uno de ellos tuviera que hacer una arribada forzosa a Santa Cruz de Tenerife, donde sería reparado y sus tripulantes y pasajeros agasajados por la villa y sus habitantes.
Por el citado diario del tío de don Benito Pérez Galdós se conoce que el 23 de abril La Granadera desembarcaba en Cádiz. Su bajo nivel de instrucción y la falta de armamento la retuvieron varios meses en aquella ciudad, hasta que el 31 de agosto partió por mar hacia Sevilla y, tras otros quince días en la capital hispalense, se incorporó al frente del Guadiana, en concreto al Ejército de Extremadura, el 26 de septiembre. No se tienen noticias de que entrase entonces en combate y pasó agregada en Cádiz al Real Cuerpo de Artillería para el levantamiento y defensa de baterías. Su actuación en estos cometidos mereció que una de esas posiciones artilleras gaditanas se denominase “de los granaderos de Canaria”, en reconocimiento y homenaje al valor demostrado el 2 de marzo de 1811 mientras desarrollaban impertérritos sus trabajos bajo intenso fuego enemigo. Los aficionados a don Benito Pérez Galdós podrán leer lo que narra el protagonista de la primera serie de sus Episodios Nacionales, Gabriel de Araceli, en el capítulo 21 de Cádiz: “Pasaron días, y San Lorenzo de Puntales me vio ocupado en su defensa en compañía de los valientes canarios de Alburquerque”.
Dentro de unos minutos veremos como las 1ª y 6ª Compañías de La Granadera volvieron en 1810 acompañando la segunda remesa de prisioneros franceses enviados a las islas, y, por cierto, se verían muy afectadas por la epidemia de fiebre amarilla que en aquellos momentos sufría Tenerife. Ya no regresarían a la Península. El Batallón quedaría oficialmente disuelto el 22 de agosto de 1812, regresando la Plana Mayor a Gran Canaria e integrándose las 4 Compañías que quedaron en la Península en los Regimientos de Zamora y Guadix.
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