Esas viejas coplillas del acerbo popular surgidas en momentos intensos y por lo general trágicos de nuestro pasado común. A poco que nos paramos a escuchar lo que dicen se nos encoge el alma y anuda el estómago:
En el Barranco del Lobo
hay una fuente que mana
sangre de los españoles
que murieron por la Patria
Por la Patria murieron ...
La Patria: el señor accionista necesitado de protección para sus inversiones, el político solícito que corre a contentarlo y sueña de paso con reverdecer las glorias imperiales recientemente perdidas; el militar ambicioso que vislumbra un medio de notoriedad, el monarca insensible y falto de grandeza (en su trono y en su espíritu) dispuesto a obtenerla a cualquier precio... Todo eso es la Patria por la que cientos de infelices que hasta entonces malvivían en los barrios marginales de los cuatro confines de España (los que tenían dinero no iban) acaban avanzando por las estribaciones del monte Gurugú y adentrándose en el Barranco del Lobo donde un montón de bocas de mosquete los aguardan.
Los reclutas en Melilla
están muriendo a montones
para defender las minas
del Conde de Romanones.
Sobre los territorios del Rif Oriental decidía todo el mundo: El sultán de Marruecos pretendía gobernar, el señor de la guerra El Rogui pretendía dominar, el gobierno francés pretendía tutelar, el emperador de Alemania pretendía participar, el rey británico fingía consentir y el de España pedía por favor que le dejaran alguna migaja del convite. Se preguntaba a todo el mundo ... salvo a los rifeños.
Descubiertos hierro y plomo en la zona que quedaba bajo influencia teórica española, se negoció con todo el mundo menos con los nativos y todos los negociantes consintieron en que las sociedades mineras foráneas iniciaran la explotación. Surgieron así entre 1907 y 1908 la Compañía del Norte Africano, española aunque de capital mayoritariamente francés; y la Compañía Española de Minas del Rif, controlada principalmente por el conde de Romanones (sempiterno miembro del Consejo), el marqués de Comillas (cuya fortuna tenía mucho que agradecer a la Guerra de Cuba) y su yerno Eugeni Güell (sí, sí ... el del parque) posteriormente convertido en Conde de Güell por obra y gracia de Alfonso de Borbón y Habsburgo-Lorena, a la sazón Jefe del Estado en base al incontestable mérito de haber nacido del útero adecuado. Ambas empresas comenzaron a funcionar al tiempo que se construía una vía férrea entre las zonas mineras y Melilla que facilitara la circulación del producto.
Cuando las kábilas rifeñas expulsaron del territorio a El Rogui, principal garante de la operación por cuanto el sultán nunca tuvo mando efectivo en la zona, protestaron por ni siquiera haber catado un pastel que básicamente era suyo, y lo hicieron atacando a los pobres obreros del ferrocarril. Las obras se pararon. Mal negocio.
Intervino entonces la Patria. Lo demás es Historia; en concreto la parte que conocemos como “La Guerra de Melilla del año nueve” (o segunda del Rif), maldita guerra de memoria infausta, preludio de otros episodios que en los mismos escenarios acabaron siendo todavía peores.
Acción por valor de 500 pesetas de la Compañía del Norte Africano, fechada el 1 de enero de 1908:
La foto que adorna el papel nos muestra un aspecto de la zona vieja amurallada de Melilla, en concreto el frente de Levante entre los torreones de las Cabras y del Bonete, quedando en medio el torreón de las Pelotas (no es falta de respeto, es que se llama así
). En el del Bonete (derecha) se aprecia el faro de Melilla pero no el edificio que actualmente lo acompaña y que en las fechas que nos ocupan aún no debía estar construido.
El papel tiene una filigrada no demasiado nítida (al menos en mi ejemplar) con el nombre de la compañía ocupando el centro del papel.
Su tamaño comparativo: