El veraniego mes de Termidor ha dejado para la posteridad una langosta y un golpe de estado; verificado éste último cuando no quedaba mucho ya del año 2 de la República. Para vosotros, hispanos del siglo XXI que ni siquiera sois ciudadanos republicanos sino simples súbditos del Borbón, corría el mes de Julio de 1794 (año 2547 ab Urbe Condita
).
Cuando el antaño idealista y siempre incorruptible ciudadano Maximilien de Robespierre perdió la cabeza (primero metafóricamente conforme iba acumulando poder en el seno del Comité de Salud Pública, y luego de manera literal y “tajante” muriendo bajo el mismo hierro con el que había matado) se puso fin al periodo revolucionario conocido como “El Terror”. Acabó, puntualicemos, la época de ese nombre. El terror propiamente, ese que había existido antes de los jacobinos “montañeses” y, desde luego, durante su férreo y casi dictatorial mandato; ese siguió. Simplemente cambiaron las formas, las víctimas y los verdugos. Muchos episodios, más terroríficos aún si cabe, se cernían sobre la Historia inminente.
El gobierno que aniquiló a los montañeses y sustituyó al Incorruptible (compuesto por cierto por gente extremadamente corrupta e igualmente sanguinaria en general) liberalizó la economía hasta entonces sujeta a leyes políticas de control de existencias y precios máximos. Entre eso y la emisión de papel moneda que emprendió de manera inmediata (A pesar de que los miles de millones de libras en asignados que ya circulaban apenas estaban respaldados por una ínfima parte de esa cantidad en valores reales y, de hecho, ya se habían depreciado a un 30 por ciento de su valor incial, la Convención Termidoriana y su heredero el Directorio pusieron en circulación durante su mandato grandes cantidades de papel), la escalada inflacionaria y la paralización de los mecanismos financieros se hicieron imparables. No pasó mucho tiempo antes de que el valor de los asignados quedara a cero y fueran despojados de su condición de moneda de curso legal (El Directorio se “inventó” entonces la promesa de mandato territorial, una especie de heredero del asignado que terminó igual o peor que él).
Pero todavía quedaba un poco para eso. Mientras tanto, los nuevos amos intentaban paliar la situación con algunos parches de ingeniería financiera. Uno de ellos, el que aquí nos interesa, fue cambiar la moneda nominal de los billetes, que hasta entonces había sido la libra; una medida que, dentro del marco de la racionalización de pesos, medidas y similares con el sistema decimal, ya fue contemplada por los montañeses meses antes, pero que fue finalmente llevada a la práctica por sus verdugos.
Aparece así el primer papel moneda francés emitido en francos.
Aquella primera emisión, fechada el 18 Nivoso del año 3 (ya sé que os lo tengo que aclarar: 17 de enero de 1795; refractarios, que sois todos unos refractarios. Al pequeño brigadier artillero corso, ese que anda haciendo méritos estos días del Directorio a base de cañonear con metralla a las masas realistas que se le ponen a tiro me voy a chivar como os descuidéis. Menudo humor que se gasta, cuidadito con él) estaba compuesta por cinco valores de 100, 750 (
), 1000, 2000 y 10000 francos. Toda esta perorata no es para otra cosa que para enseñaros mi ejemplar del valor central de la serie:
Impreso a una sola cara como todos los demás (este ejemplar conserva en su reverso blanco señales de haber estado pegado a alguna hoja en el pasado), es el único en color rojo frente al mucho más habitual negro del resto de la serie. De este billete se imprimieron poco menos de seis millones de ejemplares repartidos en 11880 series de 500 unidades cada una.
Tiene marca de agua compuesta por varios elementos por todo el papel. Tres rectángulos largos en la parte superior, el de más arriba rayado, el resto liso; otro rectángulo más pequeño en la parte inferior, dos círculos a la altura de los sellos en seco, mitad rayados y mitad lisos; y finalmente la leyenda en cuatro líneas “1000/REPUBLIQUE FRANÇAISE/Liberté/EGALITÉ (Es curioso que estos Termidorianos , que a estas alturas ya admiten que la Libertad, como mucho va en minúscula, pongan en cambio en mayúsculas la igualdad, cuando estaban haciendo en esos momentos una constitución “anti sans-culottes” que sancionaba precisamente la desigualdad estableciendo el sufragio censitario):
Como ya se ha mencionado de pasada en el párrafo anterior, el billete cuenta también con dos sellos en seco de esos tan chulos de los que ya hemos hablado en alguna ocasión. El de la Izquierda nos muestra, en un grabado del habitual Gatteaux, una alegoría de la Constitución llevando en su mano izquierda una antorcha con la que somete a sus pies la serpiente de la Tiranía. En la derecha lleva una simbólica rama de olivo que posa sobre un Orbe:
El de la derecha, obra de Dupre, muestra una escena en la que Hércules une a la Libertad y la Igualdad (y dale) teniendo bajo sus pies los emblemas de la monarquía. Lleva la leyenda “LE PEUPLE SOUVERAIN”:
Este sello no es cualquier cosa. Precisamente esta misma escena es la elegida al año siguiente, 4 de la República (anda, anda ... ) para reemprender las tan anheladas reacuñaciones en plata (las victorias militares en el norte trajeron gran cantidad de metálico como compensación de guerra). El duro de 5 francos que aparece entonces lleva en su anverso esta obra de Dupre quien solo ha modificado la leyenda que ahora reza “Union et Force”:
Es una escena curiosa. Como el ave Fénix resurge en la numismática francesa de tanto en tanto, apareciendo en todos sus periodos republicanos. Enl a segunda mitad del XIX cambia otra vez la leyenda por la ya archiconocida “Liberté, egalité, fraternité”. Aparece en monedas francesas hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX (no me extrañaría que alguna conmemorativa del periodo euro también la lleve; pero ya no sé ... ).
La parte impresa del billete (puesto que la superficie de corte, como en todos los asignados es harto irregular y extremadamente variable) mide 185x124 mm:
Para terminar una imagen evocadora del largo recorrido del franco moderno a lo lardo de sus 200 años de existencia: 1000 francos de la primera emisión junto a 1000 francos de la última (aquí hay que tomar dos billetes porque en la última el facial más alto fue de 500. Bueno, vale, sí ... es un hábil ardid que uso, con la excusa del interés histórico, para enseñaros mi parejita correlativa de “Curies”
):