Bueno, a ver si mantenemos el foro siquiera al ralentí mientras pasa el verano, colgando alguna cosa.
Yo nunca me había preocupado por los billetes portugueses, la verdad. Da un poco de vergüenza reconocerlo porque son los vecinos más cercanos (en todo) que tenemos. A lo mejor es por eso; pero en fin, sea por lo que sea, así era hasta que el otro día Sergio nos enseñó sus 1000 escudos del 2000 (End of de saga, como el marqués de Leguineche
).
Interesado pues por la serie completa de los últimos escudos, la descubro altamente apetecible.
De sus muchos atractivos, no es el menor esa tonalidad homogénea que juega con los ocres, marrones pálidos y rojizos suaves unificando toda la serie. ¿Toda? (que preguntaría Goscinny) No. Uno de ellos, el de 2000 escudos, se desmarca de dicha gama cromática y se presenta en tonos azulados. Siendo la tonalidad general de la serie bien hermosa como digo, para mi gusto es curiosamente éste que se aparta de ella el que al final resulta el más logrado.
Porque yo no sé a vosotros, pero a mi me parece bonito a rabiar (Esta es una de las variantes del 96 que es la que por ahora se me ha puesto a tiro):
El anverso me hace recordar a Ngué Ndomo (el catecúmeno de “Amanece que no es poco”), porque viendo tan chulesco a Bartolomeu Dias no puedo evitar imaginármelo pensando “Anda que no tiene que estar bonito esto... con el astrolabio y la moneda de oro aquí al lado, y yo con esta pose tan aguerrida y súper heroica ... ¡Pues no viene nadie a verme!”. No se preocupe señor Dias ... que sí que venimos.
La moneda de oro, por cierto, es un Cruzado de Joao II de fines del siglo XV. Al igual que me pasaba con la rara moneda kuwaití de la que hablaba el otro día en “mundiales”, tampoco la tengo en mi colección vilmetafílica (cachis ... también es casualiad).
En el reverso tenemos una bonita composición en la que una frágil carabela está siendo azotada por esas tormentas que inicialmente dieron nombre al cabo de Buena Esperanza. También vemos una rosa de vientos, uno de los hitos rematados en cruz con los que los portugueses “sembraron” los puntos claves que iban descubriendo en el extremo austral africano, y un mapa del África que ellos iban poco a poco “dibujando” y que hace que a uno se le ponga el vello de punta.
¿Os imaginais salir en un cascarón de esos sin saber muy bien para donde, sin cartografía ninguna o con uno de esos protomapas apenas esbozados (que no sé yo qué sería peor)?
Yo no sé qué cualidades se requerirían en la época para convertirse en uno de aquellos míticos descubridores; pero una seguro que resultaba imprescindible: no estar bien de la cabeza.
El tamaño del billete es 140x68 mm:
Tiene una magnífica marca de agua donde el navegante aparece en una actitud aún más chulesca y arrogante si cabe que en el anverso. Pero queda estupenda, hay que reconocerlo:
Porque esa es otra. A los lusos parece dárseles bien esta pose orgulloso-engreida, como diciendo “soy portugués y soy la estrella del momento ¿Qué Pasa?”.
De hecho (esto es un chisme que me ha contado Gustav Mor Allen, así que no prestéis mucha atención porque igual no está muy contrastado) dicen que en el peor momento de la crisis portuguesa, cuando se hablaba de dejar el euro y volver al escudo, se hizo un estudio para actualizar los billetes en escudos pero sin perder el espíritu, y el resultado fue éste:
Y claro, visto lo visto, al final decidieron quedarse en el euro.