Los llamados "dii familiaris" o dioses de la familia. Dentro del hogar doméstico, en una pequeña capilla ("lararia"), situada en el atrium, se veneraba a los lares, generalmente dos, que eran los dioses protectores de la casa y del ajuar. Los lares "loci" (del hogar) provenían de la tradición etrusca hijos de la náyade (que a su vez provenían de la mitología griega "ninfa de agua dulce") Lara y del dios Mercurio.
Junto a los lares, estaban los Penates, generalmente uno, que eran protectores de las provisiones. Entre los penates se contaban Júpiter, Jano y Vesta. Ianus era protector de las puertas (“ianua”), si bien pasó a ser dios público dedicandosele un templo que cuyas puertas solo se cerraban en época de paz. También se le consideraba el dios de todos los principios: el primer día del año (“ianuarius”), de las calendas de cada mes, de las primeras horas del día (“matutinas”), y en general, principio de todas las cosas (“principium deorum”). Portunus era el Jano de los puertos.
La veneración por los lares y penates llegaba a tal extremo que el pater familias solía oficiar a modo de sacerdote, ofrendas y oraciones junto al resto de la familia.
Los romanos tenían también innumerables “numina”. Por ejemplo, Cunina velaba por el niño en la cuna, Statana cuando empezaba a andar, Levana le levantaba si caía, etc. Aesculus guardaba la moneda de bronce, Argentarius la de plata; Iterduca guiaba en los viajes, Nodotus presidia el crecimiento del grano en las cosechas; Volutina, la formación de su envoltura; y así prácticamente con todo.
La gran diosa del hogar era Vesta (para los griegos Hestia), diosa del fuego, del hogar familiar y también del hogar del Estado, cuya llama no debía apagarse nunca. Este culto familiar se trasladó al ámbito público. La custodia de la llama eterna estaba confiado a las vestales, seis sacerdotisas cuyas funciones duraban desde la infancia hasta los 30 años, permaneciendo en la más absoluta castidad; las presidía la Virgo Vestales Maxima.