ANVERSO:
CAESAR AVGVSTVS. Cabeza descubierta de Augusto a derecha.
REVERSO: Encima leyenda
SIGNIS, debajo
RECEPTIS. Escudo redondo con inscripción
CL • V (Clupeus Virtutis) rodeado de las siglas
S.P.Q.R.,
a la izquierda águila legionaria y a la derecha estandarte.
Peso: 3'85 grs.
Referencias: RIC 86a, Sear 1633, Cohen 265
Distintas cecas tenían distintos cometidos en cuanto a los temas de los que informaban. Así, Colonia Patricia se centró en mostrar un Augusto que recibe y acepta los poderes “constitucionales” como en su triunfo diplomático con el Imperio Parto.
Marco Licinio Craso (ca. 115-53 a.C.) fue un general y político romano. Su importancia en tiempos tan convulsos se hace notar ya tempranamente, por ser comandante en tiempos de Sila, y también como supresor del levantamiento de esclavos liderado por Espartaco –su mayor logro militar-, además de por su apoyo político y financiero a Julio César y por su participación directa en el Primer Triunvirato junto a Pompeyo Magno y Julio César. Reconocido como uno de los hombres más ricos de Roma, y probablemente uno de los más ricos de la Historia, su principal anhelo era ser reconocido militarmente, lo que le llevó a aceptar el puesto de gobernador de Siria cuando los triunviros se repartieron el “imperio”, donde murió en la batalla de Carrhae (la actual Harran, en Turquía) contra las huestes persas comandadas por el general Surena.
Esta es una de las batallas donde se perdieron los estandartes romanos a los que alude este denario.
Craso, gobernador en Siria desde finales del 55 a.C., por entonces ya con 60 años y problemas de oído, buscando igualar las gestas militares de sus colegas de Triunvirato César y Pompeyo, decide, sin consentimiento del Senado, invadir Partia. Plutarco nos dice que Julio César apoyó por carta la decisión de Craso, mientras que Cicerón la declaró nulla causa, es decir sin justificación, debido al tratado de paz que Partia tenía por aquel entonces con Roma.
Las fuerzas de Craso estaban compuestas mayoritariamente por siete legiones de infantería pesada y algo de caballería, contra el ejército de Surena, compuesto mayoritariamente por caballería montada por arqueros y mucho mejor pertrechados para luchar en el desierto, pero en inferioridad de tres contra uno.
Craso recibió ayuda en forma de más infantería y caballería por parte de los armenios, pero declinó más hombres que se le unirían si atacaba por territorio armenio y no directamente por Siria. Siguiendo las instrucciones de un líder árabe que había ayudado anteriormente a Pompeyo pero que ahora estaba comprado por los partos, decidió un ataque directo creyendo que estos estaban debilitados y desorganizados. Craso se vio entonces en pleno desierto, lejos de fuentes de agua, pero continuó su avance. En verano del 54 a.C. Craso cruza el Éufrates y entra en Partia, rechazando una pacto de no agresión ofrecido por los embajadores partos enviados por Orodes II.
En Carrhae, los dos ejércitos se encuentran.
Cuando Craso es informado que el ejército parto estaba avanzando se sorprende muchísimo ya que no creía que la batalla empezara aún en varios días, así que dispone sus fuerzas en largas formaciones defensivas de testudo hueca para poder defenderse de ataques por cualquier flanco, y ordena avanzar, obligando a sus soldados a comer y beber mientras marchaban hacia el enemigo.
Los romanos resistieron un primer envite de catafractas persas. Surena entonces se dio cuenta que tenía que aprovechar su mayor movilidad con los arqueros, y así, mientras los romanos lanzaban un ataque, los arqueros a caballo les hicieron retroceder con una lluvia de flechas. Era un aperitivo de lo que les esperaba, ya que Surena ordenó a los miles de arqueros que rodearan la testudo hueca y empezaron a disparar las flechas, que lo penetraban todo. Los romanos decidieron esperar, ya que el problema con los arqueros hasta entonces había sido que en algún momento se quedaban sin suministro de flechas. Sin embargo Surena había traído consigo cientos de camellos con suministro extra de agua y flechas, siendo capaz de reabastecer continuamente a los arqueros.
El ejército de Craso, comandado por su hijo Publio y por Casio Longino, atacó de nuevo, y creyó que los persas huían, pero de repente éstos se revolvieron, y más y más lluvias de flechas impactaron sobre ellos.
Durante este ataque, muere Publio, mientras Craso, algunos kilómetros atrás, no sabe qué está ocurriendo. Deshace entonces las testudos y coloca sus fuerzas restantes en largas filas, posición de batalla habitual.
Las catafractas atacaron entonces de nuevo. En primer plano un jinete llevaba la cabeza de Publio en una lanza, lo que tuvo efectos devastadores y desmoralizantes para los romanos, apoyadas detrás por los arqueros. La noche salvó a los romanos por el momento, y Casio y otros lugartenientes dejan a los heridos y se repliegan hacia Carrhae. Al amanecer los persas masacran a los heridos abandonados y avanzan hacia la pequeña ciudad, sabiendo muy bien que los romanos no pueden aguantar un sitio en ese lugar, por lo que estaban obligados a intentar escapar. Cae de nuevo la noche, y éstos, con ayuda de la oscuridad, salen de la ciudad, pero al poco son atacados de nuevo, sufriendo numerosas bajas. Surena ofrece entonces una tregua si se retiran, y aunque Craso desconfía, sus abatidos soldados le piden reconsiderarlo. Cuando sube al caballo ofrecido por los persas, una pelea surge entre distintos oficiales de ambos bandos, a raíz de la cual muere Craso. Un último ataque persa termina de destrozar a los romanos, que al final sufrieron 20.000 bajas, con otros 10.000 hechos prisioneros. Las siete legiones que acompañaron a Craso habían sido exterminadas y sus estandartes tomados. No había mayor deshonor.
Carrhae forma parte del trío de grandes desastres militares romanos, junto a las derrotas en Cannae por parte de Aníbal y en la foresta de Teutoburgo, por tribus germánicas.
La muerte de Craso supuso el fin del Primer Triumvirato y facilitó el posterior inicio de las hostilidades entre Pompeyo y César que dieron lugar a la guerra civil. Uno de los poco que consiguió escapar de la batalla fue Cassius Longinus, el mismo que 15 años después participaría en el asesinato de César.
Tanto Julio César como Marco Antonio intentaron recuperar sin éxito los estandartes legionarios. Las campañas de César contra los partos quedaron paradas tras su asesinato, y en el 40 a.C., después de una incursión parta en Siria comandada por Quinto Labieno (los partos se habían aliado con Bruto y Casio), Lucio Decidio Saxa, a la sazón gobernador de la región nombrado por Marco Antonio, fue derrotado y posteriormente hecho prisionero y ejecutado en su huida a Cilicia. Sus legiones fueron diezmadas y más estandartes perdidos.
Por su parte los partos, después de la victoria de Marco Antonio y Octaviano en Philippi, invadieron territorio romano por Siria, avanzando hacia Asia Menor e instalando un rey títere en Judea. Tras varios desencuentros con Octaviano por la falta de legiones, solo en el 36 a.C. recibe Marco Antonio fondos de Cleopatra para financiar su expedición a Partia. Con una fuerza de 100.000 hombres y a través de Armenia, entra en Partia, pero la expedición sufre una derrota total y en su huida durante el invierno, las legiones se van desmembrando y nuevos estandartes vuelven a perderse y pasan a manos persas, lo que es ya una constante de los últimos 20 años. Una segunda expedición, otra vez financiada por Cleopatra, recupera Armenia, pero esta vez sin entrar en Partia. A raíz de esta última victoria, Marco Antonio celebró un “triunfo” oficioso en Alejandría en el que además rompe pública y definitivamente el Segundo Triunvirato y que es origen del fin último de lo que quedaba de República e inicio del imperio unos años más tarde.
Augusto, siempre atento a la formas, como hemos visto, y ya iniciado el imperio unos años antes, fue capaz de conseguir aquello en lo que todos sus predecesores fracasaron. Incorporó Armenia al Imperio como un reino súbdito y asociado, utilizando esta avanzada posición estratégica para tener una posición ofensiva contra los partos.
Las luchas internas entre los partos fueron decisivas en el éxito de Augusto. En el 30 a.C. Phraates IV usurpó el trono de Tiridates II, y éste huyó a la Siria romana, donde Augusto le dio cobijo pero declinó apoyarlo. Tiridates traía consigo un rehén, el hijo de Phraates, que entregó a los romanos. Augusto entonces planteó a Phraates un canje, los estandartes perdidos por Craso, Decidio Saxo y Marco Antonio, más los prisioneros aún en su poder, por su hijo.
Al final, el rey parto accedió, y en el 20 a.C. devolvió los estandartes a Augusto. Este lo consideró un gran triunfo diplomático, acuñándose para la ocasión varias monedas con tipos de reverso SIGNIS RECEPTIS y otras con el rey parto arrodillado devolviendo los estandartes.
Denario Augusto - P. Petronius Turpilianus, 19 a.C. Roma
(Rey parto Phraater IV arrodillado, devolviendo los estandartes)MONEDA A01