Grecia. Reyes de Macedonia. Alejandro III (Magno) (336-323aC)
TETRADRACMA Ag
Anv: Cabeza de Heracles, derecha, cubierto con piel de león
Rev: Zeus Aëtophoros, sentado izquierda con báculo. AΛEΞANΔPOY izquierda. Controles: Λ sobre antorcha. Monograma bajo trono
Ceca: Anfípolis (315-294 aC)
Price 447. Mueller 37
(25mm, 17.10gr)
Nuestra mente suele hacernos creer que las cosas han ocurrido como nos gustaría que hubieran ocurrido, hasta convencernos totalmente de esta realidad alternativa.
Quiero recordar cómo llegó a mis manos este tetradracma de Alejandro Magno. Sería a finales de un verano de hace ya unos años cuando estaba yo de mochilero recorriendo la Magna Grecia y tocaba esos días las ruinas de Anfipolis, a orillas del río Estrimón. Allí por la tarde, en la orilla, con el monte Pangeo a la espalda, releía yo a Tucídides sobre los acontecimientos acontecidos en el invierno del 424 aC, cuando el espartano Brásidas ponía en jaque a la ciudad, en aquellos días ateniense, defendida por Eucles, ante la desesperada llamada de ayuda de la ciudad al propio Tucídides, fondeado en la cercana Tasos con siete trirremes.
Ya enfrascado en medio de la guerra del Peloponeso entre espartanos y atenienses, me fijé que venía paseando una joven de cabello castaño envuelta en un vaporoso vestido de seda, casi a pleno estilo de la Magna Grecia de aquellos tiempos. Pronto entablamos una conversación, a pesar de mi pésimo griego, trivial al principio, interesada Roxana –así era su nombre- por el poco usual libro turístico de Tucídides que estaba sobre mis rodillas. Era una auténtica conocedora de aquel pasado esplendoroso que costaba ahora imaginar viendo el estado de la ruinas que estaban a nuestro lado. Me recordó que Filipo incorporó la ciudad a la Macedonia clásica y que Anfipolis fue una importante base naval en tiempos de Alejandro Magno, de donde eran originarios parte de sus reconocidos almirantes, alguno de ellos supuestamente enterrado bajo el león que aún emerge entre las ruinas.
Caía ya el sol cuando Roxana me señaló la necesidad de irse e hizo caso omiso, a mis insinuaciones para poder vernos al día siguiente. Así la vi alejarse tras los árboles de la ribera, con el sol poniente. Me di cuenta en ese momento de que se había dejado una especie de monedero de cuero en el suelo, corrí llamándola pero había desaparecido. Al día siguiente volví al río con la vana esperanza de encontrarla con la disculpa de la devolución del monedero, pero fue inútil.
Así tuve que proseguir mi viaje, con este recuerdo involuntario y, al abrir el monedero me encontré el tetradracma de Alejandro que os he presentado.
Ya de vuelta en Galicia volví a releer la historia de Anfípolis y me dio un vuelco el corazón cuando caí en la cuenta de que la mujer de Alejandro, la hija de Oxiartes, del que tuvo un hijo póstumo, tenía precisamente el nombre de Roxana. A causa de las intrigas de poder surgidas entre los generales de Alejandro tras su muerte, su suegra la protegió precisamente en Anfípolis, donde vivió hasta que fue localizada y asesinada por orden de Cassandro en el 309 aC, con el fin de deshacerse del hijo que podría ser un futuro y peligroso, para Cassandro, Alejandro IV. Dado que esta moneda fue acuñada entre los años 315 y 294 aC en la propia Anfípolis, pudo estar tranquilamente en las manos de la propia Roxana.
No estoy tan loco como para creer que aquella muchacha fuera el espíritu de la mujer de Alejandro, pero, como decimos en Galicia, “Eu non creo nas meigas, mais habelas, hainas”.
Alejandro Magno y Roxana. Prieto Rotari. Museo Hermitage (San Petersburgo).
MONEDA A01