En algún momento entre los años 260 y 268 la ceca de Roma produjo una extraordinaria serie de áureos del emperador Galieno con muchas características sin precedentes. En el anverso, puede verse un estilizado retrato del emperador (que para algunos autores tiene incluso algunos sutiles rasgos femeninos) con una extraña corona con forma de espiga de trigo ciñendo su cabello. Lo más sorprendente, sin embargo, es la leyenda, que aparece en el género femenino GALLIENAE AVGVSTAE, es decir, “para Galiena Augusta”. Desde el renacimiento, los estudiosos han debatido cómo interpretar el mensaje de esta moneda, ¿un emperador afeminado?, ¿un error?, ¿la acuñación burlona de un rival? Se han propuesto muchas explicaciones,
tesis de Alföldi: identificación con Demeter
El gran historiador y numismático húngaro Andreas Alföldi sugirió la solución más comúnmente aceptada. Como algunas fuentes informan que Galieno se habría iniciado, durante una visita a Atenas, en los misterios de Eleusis, Alföldi considera que esta representación femenina y con la corona de trigo debería interpretarse como una identificación del emperador con la diosa Deméter de Eleusis. Con este gesto, de acuerdo con Alföldi, Galieno intentaba proponer una alternativa pagana a la creciente influencia del cristianismo dentro del imperio.
La tesis de MacCoull: identificación con Allat de Palmira
Para este autor, Galieno busca identificarse con una divinidad, pero no con Demeter, sino con la diosa Allat de Palmira, que, según revelan investigaciones arqueológicas, también era representada con una corona de espigas de trigo. Según su tesis, esa habría sido la forma en que Galieno habría agradecido a Odenato de Palmira por sus victorias contra los persas. MacCoull ve en los reversos de esta serie de áureos una confirmación de su tesis, pues los mismos representan a Pax o a Victoria en un carruaje o coronando al emperador
La tesis de Kent: hipercorrección gramatical
El gran numismático inglés J.P. Kent ha tratado de descartar todo el problema al afirmar que la leyenda no está en el dativo femenino, sino que es más bien un exageradamente correcto vocativo masculino singular, escrito con la terminación AE en lugar de E. Esta tesis no ha ganado, sin embargo, muchos adeptos, sobre todo porque no se conoce otra moneda de Galieno que utilice el vocativo en una leyenda, algo sumamente inusual. Los antecedentes gramaticales conocidos de ese tipo de vocativo masculino se encuentran sólo en la poesía y es difícil que pudieran ser comprendidos por el gran público al que iba destinada una moneda.
Una moneda sin identificar es una pieza de metal. Una moneda identificada es un pedazo de historia.