2 Reales 1708. Archiduque Carlos. Barcelona. Los Reales del Pretendiente Carlos III.

El 1 de noviembre del año 1700, Carlos II, el último de los Habsburgo Españoles murió sin descendencia y testó como heredero universal de sus reinos a favor del nieto de Luis XIV de Francia, Felipe de Anjou. El nuevo Rey de España hizo su entrada triunfal en Madrid el 18 de febrero de 1701. El bisoño monarca, de 17 años, fue acogido con entusiasmo por el pueblo. Su juventud y estilo francés hicieron olvidar el oscurantismo y sobriedad del reinado anterior.

La falta de tacto de Luis XIV hizo que las potencias europeas empezaran a ver con malos ojos la nueva monarquía española pues el ejército francés había ocupado los Países Bajos Españoles y se anunció que Felipe mantenía sus derechos sobre el trono de Francia. Europa no toleraría esto y, en seguida, las potencias se alinearon en torno a las aspiraciones al trono de España del hijo del Emperador Leopoldo, el Archiduque Carlos. De 1701 a 1703 se realizaron una serie de adhesiones a la causa austríaca. El Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, con todo bien atado, no acató la última voluntad de su pariente español y proclamó, el 12 de febrero de 1703, en la corte imperial vienesa, a su segundo hijo varón, Carlos, como Rey de España. Para ello, tanto él como su hijo mayor y heredero del Imperio, José, tuvieron que firmar las actas de cesión de sus derechos dinásticos sobre el trono hispano en favor de su hijo/hermano, el archiduque Carlos. El emperador Leopoldo contó con el apoyo del Archiducado de Austria, Gran Bretaña, Holanda, Saboya, Portugal y Brandeburgo. Por otro lado, Luis XIV hacía frente a esta coalición con su poderoso ejército borbónico y el apoyo del electorado de Baviera. Ya estaban todos los ingredientes en la cazuela del conflicto que quedó para la Historia como la Guerra de Sucesión Española.

En 1705, el Archiduque Carlos desembarcó en Barcelona, dando así comienzo de manera oficial su reinado en España con el nombre de Carlos III. En la ciudad condal instalaría su Corte. Una de las primeras decisiones que se tomó fue la inmediata acuñación de moneda para hacer valer su candidatura al trono, hacer frente a los cuantiosos gastos de la guerra y resolver el problema de falta de numerario para el comercio regional. Así pues, se acuñaron diferentes monedas, según valores y nombres, en las diferentes zonas de control austríaco en el noreste de la España carlista. Por no extender mucho el post, me ceñiré a las monedas de 2 reales y a la ceca o “seca” de Barcelona, capital provisional de la España de Carlos III. Desde 1707 hasta 1714 se labraron monedas de 2 reales de plata, de peso teórico de 6,13 gramos, pero como se suele decir “del dicho al hecho hay un trecho”. Está constatado la enorme variación de pesos entre unas monedas y otras, que incluso pueden llegar a más de un gramo de diferencia. Esto no puede ser achacado a la falta de precisión de los aparatos de medida y peso de la época, sino más bien a la falta de metal y necesidad de poner monedas en circulación por la gravedad y urgencia del momento. Otro dato a consideración e importante es la ausencia de siglas de ensayador. ¿Casualidad o causalidad? Lo más probable es lo segundo, pues el ensayador era la persona encargada de que la ley y peso de la moneda se ajustara a lo decretado. En caso de no cumplir con lo fijado por la Real Cédula, corría el riesgo de pena de cárcel por falsedad de numerario a nombre del Rey e incluso la muerte si la estafa era muy grave. En una época en que la moneda valía lo que valía su metal, no se podía jugar al engaño con esto. No asegurar la ley y peso, o engañar en esto, podía suponer para un país su desacreditación en el comercio interior y exterior, con las consiguientes pérdidas económicas; por tanto, el oficio de ensayador era de una altísima responsabilidad. Como se ve, en este tipo de monedas de 2 reales, no aparece sigla ninguna. De esta forma, ante la evidente falta de rigurosidad en los pesos, no había “nadie” a quién pedir cuentas. A falta de ensayador, responde el titular de la moneda, es decir, el Rey. No podía el ensayador dejar de poner sus iniciales en las monedas si no contaba con el consentimiento del Rey. Si había algún problema, el Rey respondía garantizando validez de la moneda, y todo arreglado. Es de suponer, por consiguiente, que los ensayadores tenían órdenes “de arriba” de acuñar la máxima cantidad posible de monedas aprovechando al máximo la plata de que se disponía, dada las necesidades del momento como ya se ha explicado. La única forma de cumplir esto es quitando décimas de gramo de aquí y de allá como así parece que aconteció. La acuñación de este tipo de monedas es a rodillo pues la ceca de Barcelona, desde 1642, contaba con este tipo de sistema a tracción animal. En 1640, ingenieros de la dicha ceca barcelonesa fueron al Real Ingenio de Segovia para estudiar y copiar el nuevo sistema de acuñación, desarrollándolo como ya se ha dicho en el año de 1642 en la ciudad condal.

La moneda presentada pesa 4,8 gramos y mide 26 mm.

Leyendas:
Anverso: CAROLVS III Dei Gratia
Reverso: HISPANIARVM REX 1708                          
                                                                                                               

Bien es cierto que el peso económico del conflicto recayó más sobre los aliados del pretendiente austríaco que sobre el propio Imperio de los Habsburgo. Austria estaría supeditada, prácticamente, a las órdenes de Inglaterra, que facilitaba dinero si se hacía la guerra según sus propios intereses, como por ejemplo, la cesión de Menorca a Gran Bretaña. Como así se lo hizo saber a Carlos III el embajador británico James Stanhope a finales de 1708. No darían más dinero para la guerra si no se cumplía la condición de la isla balear. Durante el conflicto, Carlos, con objeto de aparentar una falsa normalidad de vida cotidiana, se casó con Isabel Cristina de Brunswick en la Iglesia de Santa María del Mar de Barcelona el 1 de agosto de 1708. Con motivo del regio enlace sería estrenada, un día después de la boda, en el Palacio de la Llotja del Mar de la ciudad condal, la ópera Il più bel nome nei festeggiarsi il Nome Felicissimo di Sua Maestà Cattolica Elisabetha Christina Regina delle Spagne (El más bello nombre que celebrar, el nombre felicísimo de Su Majestad Católica Isabel Cristina, Reina de las Españas), obra del compositor veneciano Antonio Caldara.

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Los dominios controlados por los Austríacos en España corresponden a lo que sería la Corona de Aragón, pero a partir de la importante batalla de Almansa, en 1707, se vería reducido en la península ibérica a Cataluña y Mallorca. El ejército borbónico empujaba y acosaba a los imperiales por tierra, pero en el año 1710 se produjo una gran contraofensiva austracista, recuperando gran parte de lo perdido e incluso llegaron a entrar en Madrid. El ejército de Felipe V rápidamente contestó y puso en jaque al ejército de Carlos III, que sufrió unas casi definitivas y durísimas derrotas en Brihuega y Villaviciosa, en Guadalajara. El curso de la guerra estaba prácticamente sellado a favor de Felipe V. También quedó de manifiesto que el apoyo del pueblo en la mayor parte de España era a la causa borbónica.


El año de 1711 fue un año crucial para la contienda porque el hermano del Archiduque, el Emperador José I, fallecía de manera prematura y sin descendencia masculina. Carlos sería proclamado nuevo soberano del Sacro Imperio. Dejaría a su esposa, la reina Isabel Cristina, como regente en España mientras él atendía los asuntos del Imperio. La amenaza del resurgimiento en Europa de una posible unión de reinos Austria-España, al símil del que tuvo Carlos V, hizo que el archiduque, ya como Carlos VI, perdiera apoyos tan importantes como el de Inglaterra que veía más peligroso para sus intereses esta unión que la hipotética Francia-España. Finalmente, Inglaterra accedió a aceptar a Felipe V como Rey de España, siempre y cuando se produjese la renuncia a sus derechos dinásticos sobre el trono francés. Cosa que hizo Felipe ante las Cortes el 9 de noviembre de 1712.
Por el Tratado de Utrecht de 1713, Francia y la España felipista firmaron la paz con Gran Bretaña, Saboya, Brandeburgo, Portugal y Holanda. Carlos VI seguiría con sus pretensiones al trono de España aunque sin el apoyo de Inglaterra poco tardaría en hacer la paz. Finalmente, en 1714, por el Tratado de Rastatt, se ponía fin a la Guerra de Sucesión Española. Atrás quedaron trece años de cruentas batallas por tierra y mar. Estos tratados supusieron para España lo que Carlos II trató de evitar, la desmembración europea del Imperio Español. Se inicia, ahora sin conflictos dinásticos, en España un nuevo caminar de mano de una nueva dinastía, los Borbones. Carlos VI, hasta 1725, no renunciaría oficialmente al título nominal de “Rey de las Españas”, como así consta en el Tratado de Viena firmado por él y Felipe V.

Antes de esto y volviendo a Barcelona, en junio de 1713 la ciudad sería abandonada a su suerte por las tropas austríacas pues se decretó la salida del territorio, ya que el príncipe Starhemberg había llegado a un acuerdo con el Virrey borbónico. Entonces, la Junta de Brazos de las Cortes de la ciudad condal decidió resistir y no rendir Barcelona al ejército felipista. Finalmente, en septiembre de 1714, la ciudad fue sometida. La heroica resistencia del pueblo fue en vano pues desconocían que en marzo Carlos VI ya había renunciado al trono de España al firmar el Tratado de Rastatt.

Felipe V suprimió los fueros y privilegios de los territorios que se le habían opuesto en la contienda, como así ocurrió con Cataluña. Disolvió la Generalitat y el Consejo de Ciento. También prohibió la acuñación de moneda catalana y decretó nulos todos los nombramientos, títulos y mercedes concedidas por el pretendiente Carlos III. De 1718 a 1720 se permitió que la clausurada ceca barcelonesa acuñara moneda de cobre idéntica a las acuñadas en Segovia, Zaragoza y Valencia, siguiendo la política de unificación del sistema monetario. A partir de 1720 la ceca entra en un largo periodo de inactividad en acuñaciones. Tanto fue así que, muchos años después, Fernando VI mandó acuñar, en 1754, cobre para socorrer a los pobres del Principado de Cataluña y tuvo que recurrir al Real Ingenio de Segovia para dicha labor dada la imposibilidad de realizarse en Barcelona, pues la ceca se encontraba en un estado lamentable.