Castillo de la Real Fuerza. La historia ha visto su parte de escaramuzas y batallas entre los países y los hombres que siempre parecen obligados a encontrar errores en las fronteras que los limitan. Tal fue el caso en la historia de Cuba , que estaba muy en el centro de la política del Nuevo Mundo, desde la llegada de los primeros colonos europeos. La llegada de los españoles en Cuba a principios de 1500, y en un período relativamente corto de tiempo, decidieron que Cuba era en gran medida la clave para el Nuevo Mundo. Los españoles no fueron los únicos que cruzan las aguas en este hemisferio, sin embargo, y como La Habana, fue colocado en un puerto idílico, pronto surgió la necesidad de proteger a su nueva capital, y mantener la isla. Los piratas invasores y otros países europeos que vienen a Cuba en busca de riquezas de todo tipo, y por lo tanto la necesidad de construir el Castillo de la Real Fuerza, Hoy en día se encuentra en Cuba La Habana Vieja, un testimonio de las pruebas y tribulaciones del pasado de Cuba.
Primera fortaleza permanente abaluartada construida en América, y la más antigua de las fortificaciones del Sistema defensivo de La Habana. Levantada entre 1558 y 1577.
Ante la amenaza que representaban los ataques de corsarios y piratas, y por la importancia que había adquirido La Habana para el comercio americano -como puerto de escala casi obligada para las embarcaciones que retornaban a Europa desde México y Perú-, la Corona española emprendió la fortificación de la plaza. La primera obra de fortificación, conocida como Fuerza Vieja, no era más que una torre de altos pilotes de madera, destruida durante el ataque llevado a cabo por el corsario francés Jacques de Sores en 1555.
Se proyectó entonces la construcción de una nueva fortificación, más amplia y sólida. Para ejecutarla, el rey designó en 1556 a Gerónimo Bustamante de Herrera, quien no pudo asumir el encargo; en su lugar, en enero de 1558 lo hizo el ingeniero Bartolomé Sánchez. Por él interés de la metrópoli en la rápida ejecución de la obra, se enviaron desde Nueva España 12 000 pesos y se ordenó el traslado de Sánchez a La Habana, donde ya se hallaba a finales del año de su nombramiento.
Bartolomé Sánchez abrió en la ribera oriental del puerto la primera cantera que se explotó para extraer piedras destinadas a la construcción de los edificios de la villa. En el canal de entrada de la bahía, al pie del macizo rocoso de caliza conchífera entre el promontorio de El Morro y la escarpa de La Cabaña, se establecieron la cantera y un horno de cal, que aparecen en dos mapas de la zona del último tercio del siglo XVI.
Las obras avanzaron con mucha lentitud y carencia de recursos, al extremo de que las autoridades se vieron precisadas a requisar esclavos en la vecindad, con la consecuente incomodidad y protestas de la población. Al descontento también contribuyó la demolición de algunas viviendas que ocupaban el lugar elegido para la construcción de la fortaleza.
Por tales inconvenientes el gobernador pidió la sustitución de Sánchez, y en abril de 1561 se hizo cargo de las obras Francisco Calona. Diez años después, el gobernador Diego de Ribera podía informar a la Corona del adelanto de las obras y de la necesidad de nuevo financiamiento para que no se detuvieran, pues en 1574, aunque no se había detenido la labor, hacía treinta meses que no se efectuaban pagos a los trabajadores. El 27 de abril de 1577 el notario Gaspar Perea de Barroto dio fe de que «se acabó de cerrar el capialzado de la puerta principal», y se hallaban ya cerradas «todas las capillas y bóvedas de los caballeros». Aunque la obra se consideró entonces concluida, en los años posteriores se acometieron detalles constructivos aún pendientes.
La planta de la Real Fuerza forma un cuadrado de poco más de 30 metros de lado, con baluartes triangulares en cada uno de sus ángulos, muros de sillería de unos seis metros de ancho y unos diez de altura, con cubiertas terraplenadas sobre bóvedas de cañón, y un amplio foso circundante. Fue la primera fortaleza permanente abaluartada de América, diseñada con los patrones de la escuela renacentista italiana de fortificaciones. Pero, a pesar de su calidad constructiva, su lejanía del canal de entrada de la bahía y el escaso alcance de la artillería al momento de su construcción limitaban sus posibilidades defensivas.
A finales de l570, el gobernador Francisco Carreño levantó un piso alto en la fortaleza, destinado a dormitorios para la guarnición y el capitán. Se trataba de una casa que cubría todo el lienzo de un caballero a otro, de unos 75 pies de largo y 16 de ancho; pero Carreño falleció antes de poder habitarla. El primero en hacerlo fue el gobernador Juan de Tejeda, en 1590, y luego lo hicieron otros que realizaron reformas o ampliaciones hasta cubrir toda la planta alta, a la cual todavía a inicios del siglo XX se añadieron algunos elementos.
Sobre el extremo del baluarte del noroeste se levanta una torre vigía cilíndrica, construida por orden del gobernador Juan Vitrián de Viamonte (1630-1634), en cuyo remate se halla una estatuilla de bronce de 107 centímetros de altura, obra del escultor, fundidor y artífice Jerónimo Martín Pinzón. La pieza representa una mujer en actitud triunfante, que imita la Giralda de la Catedral de Sevilla. La llamada Giraldilla, símbolo de la ciudad de La Habana, sostiene en su brazo derecho una palma —de la cual solo queda el tronco— y en el izquierdo un asta con la cruz de Calatrava, orden a la cual pertenecía el gobernador Vitrián. Hacia 1706, en lo alto de la torre se colocó una campana.
En su larga historia, el Castillo de la Real Fuerza ha cumplido diversos funciones. En él se almacenaron el oro y la plata extraídos de América con rumbo a España. En 1901, en su recinto, poco adecuado a esos usos, se fundó la Biblioteca Nacional de Cuba —Biblioteca Nacional José Martí—. En otros momentos albergó el Archivo General de la Isla de Cuba —Archivo Nacional—, la jefatura de la Guardia Rural y el Estado Mayor del Ejército. Todo ello obligó a ejecutar modificaciones en la edificación, algunas de ellas desechadas en los procesos recientes de restauración. En junio de 2008 (año de acuñacion de esta moneda) se inauguró, en el recinto de la Real Fuerza, un museo de historia naval que atesora, además, notables hallazgos de la arqueología subacuática, gracias a la cual se ha rescatado del mar parte de los tesoros que nunca arribaron a costas europeas.