Una de las tragedias más grandes de Grecia fue su incapacidad de entender a los persas. El cuadro, obligadamente oscuro y sombrío, que tenemos de la Persia de aquella época; esa casi automática identificación que se hace entre lo "persa" y el llamado "absolutismo oriental", proviene de la distorsión griega que hemos heredado sin revisar.
Es cierto que los griegos eran muy distintos de los persas en muchos aspectos. Como que también es cierto que la comparación no favorecería a los griegos en todos los casos. A los persas, por de pronto, les importaba un cuerno llevarle rosas a ninguna deidad. Para ellos, la ciudad perfecta era la ciudad inexpugnable. La pederastia les resultaba abominable. Los persas eran puritanos. Monoteístas. Zaratustra los había educado para eso. Era proverbial su amor y su apego por la verdad. Y, contra todo lo que se diga, también lo fue su caballerosidad.
Cuando una vez, poco antes de la segunda invasión, dos embajadores persas llegaron a Esparta para ofrecerle la posibilidad de una rendición a los lacedemonios, éstos - ni cortos ni perezosos - los tiraron a un pozo. Después, parece ser que, tanto el Ministerio de Relaciones Exteriores espartano como su propia conciencia, no los dejó dormir tranquilos durante un buen tiempo. Pronto se hizo evidente que tamaña violación del Derecho Internacional constituía, por una parte, una barbaridad y, por la otra, un peligroso precedente que podría llegar a ser imitado por los persas con los embajadores espartanos. El hecho es que, en un gesto muy típico, el Estado espartano pidió dos voluntarios para ir a la corte del rey persa Jerjes y para ofrecerse como víctimas expiatorias por el crimen cometido. Algo así como: "Te maté dos embajadores. Aquí te mando dos míos. Los matas y quedamos a mano".
Los dos voluntarios, efectivamente, aparecieron: Espertias y Bulis. Ambos de buena posición y familia, como corresponde a embajadores de categoría, se ofrecieron para ir y morir a fin de lavar el honor espartano. Otra vez, muy típico de Esparta. ¿Por qué no decirlo?: ¡Digno de Esparta!
Los dos voluntarios parten. Pasan por Susa, en dónde Hidarnes, el Comandante persa de la ciudad, trata de sobornarlos con promesas. Los espartanos rechazan la oferta. Vinieron a morir por el Honor de la Patria y no para entretenerse con corruptelas diplomáticas. ¡Digno de Esparta! ¡Sin duda! Los voluntarios dejan Susa y llegan, por fin, ante el Gran Rey. Allí, los adulones de la corte quieren obligarlos a caer de bruces ante Su Majestad como lo requiere el protocolo persa. Los dos espartanos se niegan rotundamente. Voluntarios dispuestos a morir por su Patria no caen de rodillas ante ningún ser humano. Ni aunque se llame Jerjes y sea el rey de todas las Persias habidas y por haber. ¡Bien por los espartanos!. Uno casi puede escuchar el aplauso cerrado de los que quedaron en casa ¡Esos son hombres! Los voluntarios levantan, orgullosos, la cabeza y de pié, plantados como corresponde a dos guerreros espartanos, le informan a ese Rey persa Comosellame que han venido para morir y expiar el crimen cometido con los emisarios.
Y en ese momento sucede lo inexplicable. Jerjes los mira y ordena que se vayan. Se niega a matarlos. Su argumento es tan simple como obvio: los espartanos violaron el Derecho Internacional matando a dos embajadores. Por lo tanto, cometieron un crimen. Ese es su problema. Él, Jerjes, Rey de Persia, no piensa librarlos de su culpa cometiendo exactamente el mismo crimen por segunda vez. Un Rey de Persia no hace justicia cometiendo crímenes. Si los espartanos violaron la ley, pues que carguen con la culpa y asuman la responsabilidad por su bajeza. Además, el Gran Rey no se ensucia las manos matando embajadores. Punto. Retirarse. Siguiente asunto.
Eso fue lo que los griegos no entendieron jamás. Ni siquiera los espartanos. Me pregunto si, incluso hoy, habría muchas Cancillerías en dónde un gesto así sería correctamente apreciado.
fuente:
http://www.laeditorial.msra.com.ar/Page ... nos_C3.htm