la cara b | jesús madriñán «Colecciono pedazos de historia»
De niño se encontró una vieja pistola en un muro; y la afición se disparó.
No es un coleccionista de armas al uso. Pero su catálogo es, quizás, el más importante de Galicia. Jesús Madriñán Vázquez (Santiago, 1960), anticuario, dice que le cuenta más cosas la pistola de un simple cabo de la Guardia Civil que una lujosa caja de duelos. «Cada una de esas piezas -explica- tiene una historia detrás; y yo trato de descubrir esas historias».
-Siempre se empieza una colección por algún motivo. ¿Su motivo? -Ocurrió siendo un niño. Estudiaba en La Salle y, trepando a un muro de San Domingos de Bonaval, en Santiago, metí la mano en un hueco y toqué unos hierros viejos que resultaron ser lo que quedaba de una pistola. Después, como mi madre era anticuaria, cuando podía me iba de compras con ella a Francia o a Inglaterra. Empecé a ver piezas que me llamaron la atención, no se cotizaban como ahora, claro, y mis padres me iban regalando algunas. Hoy tengo unas 160 piezas, y todas con valor histórico.
-Muestra el arma más pequeña de su colección, minúscula, una miniatura de calibre dos milímetros. ¿Esto mata? -Es el calibre más pequeño del mundo. Tiene una historia muy curiosa. Mira la fecha del estuche: 14 de febrero de 1875, fue un regalo de San Valentín. No era tanto para hacer daño como para hacer ruido. Por la noche, si notabas que te seguían, pegaba un estampido y un fogonazo impresionantes.
-¿Le tiene un cariño especial a alguna pistola? -No sabría decir... Tengo armas desde el siglo XVI hasta 1945. Hay una excepción, un arma de 1976 hecha en España que se guardaba en una funda de gafas. Se fabricó durante la época de la UCD para políticos, militares, paramilitares... Tengo fotos de la que le regaló el rey, igual a esta, a Huseín de Jordania.
-¿Cree que alguna de estas habrá matado a alguien? -Es posible, hay armas militares. Pero también pueden haber salvado a alguien. Hay armas de la Primera Guerra Mundial, de la guerra franco-prusiana de 1870, o armas curiosas que se ponían aquí, en aldeas de Galicia, camufladas en pernos de ventanas y en cerraduras de puertas como sistemas de seguridad; si el caco quería entrar, le daba al perno para arriba y se le disparaba. Se conocían como cerraduras de sacristía, quizás porque las instalaban los curas [se ríe]. Tienes esa metralleta Thomson que evoca a Chicago años treinta; un sable pistola que dispara balas de cera; pistolas de curas, de prostitutas para poner en la liga...
-¿Sabe usarlas todas? -Sí, pero nunca las uso, jamás. Soy el tesorero de la sociedad de tiro olímpico de Santiago, pero estas armas no se tocan. No las veo como armas, colecciono pedazos de historia. Bueno, hay una excepción: esta Luger que tienes ahí detrás. Me la regaló hace años Manuel Fraga. Un día me llamó y me dijo: «Madriñán, tome isto, en ningún sitio vai estar mellor que nas súas mans». Era de su suegro, que estuvo en la Primera Guerra Mundial como observador de la Cruz Roja y se la trajo. Nueve milímetros Parabellum, fabricada en 1915.
-Supongo que el papeleo es un engorro... -No es que sea un papeleo difícil, pero no es cómodo. Aunque tengas un arcabuz del siglo XVI, tienes que tenerlo diligenciado y metido en tu libro de coleccionista, eso no pasa en ningún otro país de Europa. Aquí nunca verás un arma en un anticuario, pero si vas a Londres o París es lo más normal del mundo. ¡A nadie se le ocurre atracar una farmacia con un arcabuz del siglo XVI! Creo que la Guardia Civil está para cosas más importantes que perseguir un arma del siglo XVI.
-Hay que ver qué cosa tienen los norteamericanos con las armas... -Depende del estado, en algunos están prohibidas. Pero tienen otra problemática, personas que viven aisladas en Nebraska o Tejas, conozco a alguno, y que tienen al sheriff más cercano a ochenta kilómetros, por eso las graban.
http://www.lavozdegalicia.es/sociedad/2011/12/19/0003_201112G19P56992.htmSi alguien puede rescatar las dos fotos de la noticia y pegarlas para que no las quiten los del periodico se lo agradeceria.