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 Una perspectiva estética

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MensajeTema: Una perspectiva estética   Una perspectiva estética Icon_minitimeHoy a las 1:00 am

Al igual que @ELCUAZ me arriesgo, bajo sus mismas condiciones, a compartir abiertamente el ensayo presentado en el pasado concurso de Exposición de monedas, con ese mismo fin de tener un apartado individual abierto al debate. Dadme unos minutos para trasladarlo, porque al no poder citarlo directamente, he tenido que editarlo nuevamente todo para marcar negritas, cursivas, subrayados y centrados así como confeccionar los vínculos de todas y cada una de la imágenes. Muchas gracias.


Si así fue, así pudo ser, si así fuera, así podría ser, pero como no es, no es
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MensajeTema: Re: Una perspectiva estética   Una perspectiva estética Icon_minitimeHoy a las 1:34 am

No hace mucho leí un artículo en el que se mencionaba que las monedas poseían, a juicio del autor, tres valores (histórico, económico y sentimental). Tuve la oportunidad de comentar cordialmente que faltaba un valor fundamental, y ahora lo voy a razonar algo más extensamente.

El presente estudio lleva rondando mi cabeza tiempo, y siento que quizás se quede cojo si no me extiendo lo suficiente (y aún así), y es que a todo le doy más vueltas que el lino usado para una momia. Varios han sido los empujones para continuar con este documento que tenía aparcado, porque ya sabéis que de cuando en cuando suelto algunos tostones de gran calibre en forma de moneda inglesa.  A pesar de lo extenso que pueda llegar a ser esta reflexión, ciertas partes serán abordadas de un modo superficial, en especial aquellas que por necesidad deban incluirse inevitablemente para poner todo en situación, por ser sobradamente conocidas.

He de advertir que ciertos aspectos me van a resultar cómodos de redactar e hilar, pero que habrá también una gran parte arriesgada en la literatura numismática con mucho menos aprendizaje y sí mucha más inocencia, aunque con mucha duda, observación y pensamiento detrás. Será sin duda, un nuevo punto de vista.

UNA PERSPECTIVA ESTÉTICA

Prólogo

Además del intrínseco carácter numismático descriptivo e histórico, de su indudable condición económica y matemática, y conjuntamente - o por separado - con su lado más poético o romántico, hay otra manera distinta de ver el dinero, que no es otra que: su más que interesante aspecto estético. Y este dato, estando muy lejos – y quizás obviado - para algunos, a mi juicio, es lo primero, lo es todo.

Pero antes de afrontar todos esos ambientes citados en negrita con más o menos profundidad y protagonismo, y centrarme de lleno en esa importancia final, necesitamos buscar una raíz para esos apartados. Necesitamos ir muy atrás en el tiempo, mucho.

PRIMERA PARTE

El dinero del Mar

Que el dinero nació en el mar no tengo la más mínima duda, como la vida misma, y no hablo únicamente de su idea y de su necesidad, que eso lo doy por hecho, veréis.

Si nos hacemos una idea mental del mar y de otro lado una idea del dinero –  tal y como la entendemos en nuestros días  -, con el fin de establecer una asociación, pues igual la primera respuesta sea la de relacionar el componente marítimo por excelencia, la sal, con ese período (pre)histórico en el que comenzó a ser apreciada y empleada como medio de cambio, algo que ya sabemos sobradamente pues así lo aprendimos en la escuela, sin saber siquiera nada de este mundo numismático, tal como ahora hacen nuestros ojos. Esa es la parte sencilla. Vamos a complicarlo todo mucho más.

Funciones del dinero

El dinero, como lo entendemos hoy en día, lo vemos asociado básicamente a una pirámide de tres funciones básicas (¡el número tres siempre al rescate en mis pensamientos fotográficos!): (1) Ser un elemento codiciado (valorable y cuantificable), (2) que además está estrechamente relacionado y disponible como elemento de cambio (pagable) y (3) que posee la cualidad de ser un objeto dado al aprovisionamiento (acumulable), al acopio o al depósito.

Una perspectiva estética Graf0110

"Una pirámide de importancia"

Es una ecuación donde podríamos igualar que: lo valorable bien podría ser una medida o una cantidad , que lo pagable resultase ser un intercambio de cualquier tipo de haber, bien o necesidad (de origen con el famoso trueque natural de un bien por otro bien, pero siempre relacionado con dos elementos distintos) y lo acumulable podría ser la capacidad de atesorar  (un elemento codiciado), o almacenar (“provisión”, para registrar una cantidad) o ahorrar (“previsión”, como si de un tesoro escondido se tratase) y con el fin de tener “saldo”.

Una vez con esas funciones, llegan otras condiciones indispensables para que el dinero pase a ser moneda, como la de ser reconocible, aceptable y con garantía, aunque esto lo veremos más adelante.


Incluso siendo capaz de adaptarse a esas funciones en su momento, no estoy insinuando que la sal haya sido el origen de nada, pero sí tengo claro que con ella se demuestra que el dinero sí nació de la naturaleza, mientras que la moneda ha sido una decisión o sello legal humano, a lo largo de una considerable evolución y adaptación, conforme a sus necesidades para con la naturaleza.

Invito, desde ahora en adelante en esta lectura, a no confundir dinero con moneda, y confío no hacerlo tampoco yo con el fin de hacer la lectura mejor.

Pero es que la sal, además posee otras cualidades como dinero, aunque le falta una, imprescindible para el propósito de este estudio.

Cualidades

La sal (roca y condimento), era un bien necesario como alimento y como medicamento, algo que por sí mismo ya le otorgaba un valor diferencial, y además poseía unas cualidades como: ser un elemento en gran cantidad, disperso, conservante, degradable, reconocible y por consiguiente apreciable o apreciado en un entorno social muy amplio (no sólo en una sociedad determinada o cerrada), cualidades propias totalmente cercanas al dinero. Probad a buscar cualquier otra condición que tenga el dinero con cualquiera de esas cualidades, que veréis que todas y cada una encajan como un guante, ¡que dinero tan salado!

Con todas esas cualidades, la sal también poseía las tres funciones anteriormente citadas (valor por peso y cantidad, apto para uso de pago o intercambio, y con capacidad de aprovisionamiento o depósito). Era perfecto pero, a la sal le faltaba un aspecto que terminaría por desbancarla en pos de una mejora en su tratamiento “comercial”: su importancia estética como objeto individual, es decir, una libra de sal era dinero (o un bloque de sal), ¿habéis oído hablar de los “lingotes” de sal? (hoy día siguen siendo objeto de comercio en las cercanías del Mar Rojo), pero un grano de sal no es nada, no era nada. Un único grano anularía las cualidades que hiciesen cumplir todas sus funciones, como dinero o como valor de intercambio.

Una perspectiva estética Fot01_10

“Una roca diminuta, sin valor”

Me atrevería a decir que desde siempre, y hasta la fecha de hoy, la unidad mínima de un sistema monetario tenía - y tiene - casi esa misma mínima importancia que la de un grano de sal. Pensemos, por poner dos ejemplos, en la importancia de un céntimo de euro, o la de un penique de los estados unidos de Norteamérica.

Y recordemos también que, a medida que las necesidades económicas de un país aumentaban o aumentan exponencialmente, el valor mínimo de su dinero era más mínimo aún o completamente inexistente o innecesario, menos que un grano de sal. Pensad sino en momentos de inflación a lo largo de la historia, momentos en los que se necesitaba, por tanto, algo de mayor envergadura o al menos que de un modo individual tuviese un gran valor reconocido.

La sal sin embargo, a pesar de esa carencia, otorgó la idea por la que sus granos debían ser importantes (sumados era un “salario”), aun no siendo nada en solitario, es decir, estaba bien tener una medida, pero se hacía necesario tener otras de mayor precisión, y para ello fue necesario dividir.

La Numismática, etimológicamente deriva de moneda (pago), y también de costumbre y de ley (descriptivo, histórico y práctico) pero también es una derivación de “dividir”.

Y esa cualidad individual, con la sal fuera de juego, también la encontramos depositada en el mar: Las conchas marinas.  Con ellas empezamos con varios aspectos vitales, entre ellos, a ese elemento que asentará el pilar o soporte de este proyecto:

El aspecto del Dinero

Cada cultura o civilización, con sus inmensas distancias entre ellas, con sus necesidades, funciones y soluciones particulares, aportó su “granito de arena” en ese mar de cambios con el dinero a lo largo de la historia. Con las conchas marinas llegó otro aspecto fundamental conjuntamente a esa individualidad (¡oferta! 2x1), y no es otra que otorgarle a cada una de ellas un sello de seguridad: El primer sistema anti-falsificación: No hay dos conchas iguales.

Además, las conchas ya venían grabadas (acuñadas por así decir) con sus marcas propias, por ser variadas en diseño, formas, colores y tamaños. Eran y son arte matemático.

Una perspectiva estética Fot02-10

 “Un canto estriado”

Arte: Relieves, estrías, patrones, tonos, laminados ... son varias las características en todas las conchas, que casualmente resultan evidentes en cualquier tipo de dinero. Pensad en relieves (rebordes, listel, grabados …) que está presente en monedas pero en billetes también, pensad en repeticiones estriadas (cantos, …), pensad en patrones de tono y formas sean o no como elementos de seguridad (guilloché) u ornamentales (timbres, orlas, …), pensad en laminados (de metal o papel) … ¿a qué os salen esas asociaciones directas con el dinero en sus distintas variedades? ¡Es todo tan Natural!

Matemática: ¿Os suena la sucesión de Fibonacci? La secuencia que lleva su nombre, cuando nos es explicada se nos remite a la naturaleza (¡cómo no, a una concha de mar!: Nautilus), aunque nos lo explican al revés, mencionando que la sucesión se encuentra en la naturaleza, pero es ahí donde ha nacido y donde la hemos encontrado y adaptado a lo nuestro, nunca al revés.


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“Acuñación descentrada”

Lo mismo sucede sobre la espiral áurea, que ha llegado a las matemáticas, a la geometría y al arte, en forma de proporción, gracias a la naturaleza, y nunca a la inversa. Entendemos todo lo nuestro por y gracias a la naturaleza. “El hombre no es la medida de todas las cosas”, si acaso el ser humano ha adaptado lo que más le convenía de la naturaleza, para justificarse y adaptarse con la herramienta de su cuerpo desnudo a sus medidas.

El hombre dependía de la naturaleza, de la tierra y del mar, mucho más de lo que pensamos, dependía de todo el dinero que salía de ella, como aún hoy hace, es un ser dependiente del dinero y de la naturaleza.

Dinero a la antigua

A lo largo de la historia, se ha demostrado que han existido (y existen) infinidad de elementos naturales que han coexistido y servido como dinero, no sólo bajo el mar:  semillas ,  piedras, u]telas[/u], maderas,  animales  (pieles, huesos,  …), y por supuesto metales, son algunos ejemplos de ello, pero todos con un nexo de unión por encima del valor: debían ser reconocibles, valorados y aceptados. Aún nos queda para eso, pero dejadme explorar sucintamente esos subrayados ejemplos de dinero que acabo de exponer.

De las semillas en tierra (maíz, cacao, etc.) sacamos claras semejanzas con la sal del mar (en abundancia y valor), también eran dinero. Sin embargo con las semillas, debemos recalcar un detalle de suma importancia (relacionada precisamente con esa carencia individual de la sal, que ya he mencionado), que no es otra cuestión que la facilidad que aportaban las semillas de poder ser perforadas para poder engarzar una a una, facilitando así el aspecto de recuento, de cantidad.  

La perforación, será un elemento muy recurrente en cualquier explicación de ahora en adelante, se verá que es una característica fabulosa y de primerísima importancia.

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“Cuentos de semillas”

Más adelante, veremos que con la llegada del registro escritura, el “ábaco” cobró un sentido matemático universal con esa misma idea. Pero no nos adelantemos, lo que ahora debe permanecer en la explicación, es que la asociación de perforación de elementos unida al recuento ya estaba servida.

Con las piedras en la tierra (preciosas o semipreciosas), podemos sacar claras semejanzas de referencia con las conchas del mar (en caprichoso atractivo y rareza de formas). Sobre las telas, hay constancia de comercios Orientales con lana y seda usadas como dinero, y de otro lado más Occidental también hay referencias con los amerindios que usaban ciertos cinturones (denominados Sewan o Wampum) que según el antropólogo David Graeber habían sido usados también como dinero, cinturones que estaban enteramente hechos, ¡adivinad!, pues así es, por conchas.

No podemos olvidar a los animales (terrestres y marinos), por su vital (mortal o sagrada) importancia, han sido sobradamente representados en infinidad de escenarios y soportes (como objeto religioso de culto y adoración, como representación de poder en dioses, semidioses y gobernantes y por supuesto, como nos interesa aquí y ahora, como dinero). Esas representaciones eran claras recompensas vinculadas a los grandes beneficios y demás servicios prestados al ser humano a lo largo de la historia, fuesen o no domesticados. De ahí la mención anterior a sus pieles y sus huesos, - (además de otros aprovechamientos, del cerdo hasta los andares, ya sabéis), que no eran otra cuestión que fracciones de dinero, convertidos en objetos de comercio, intercambio, o lo que es lo mismo en definitiva, dinero con forma de animal o dinero con patas.

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Croacia – 1 Kuna 1995 . KM 9.1 . 5 gramos . 22,5 mm

Un ejemplo de relación animal/dinero/valor (moneda en la actualidad) lo tenemos con denominaciones de piezas tales como Kuna (Croacia) que hace mención a un mustélido - de nombre femenino “Marta”- apreciado por su pelaje (dinero, o valor de intercambio) y empleado como método de pago en tiempos pasados.

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“Un método de pago”

Con ello viene a reflejarse que siendo los animales un medio de dinero, porque además cumplían las funciones citadas al comienzo de este documento, la “pieza de valor” por su lado bien podría ser la parte específica del animal del que se saca otro provecho, como el marfil en los elefantes, por poner otro ejemplo.

Del mar los peces y de la tierra las reses. El ganado “en rebaño” por su lado, y por consiguiente su inevitable cría, era sin lugar a dudas una forma de acopio o almacenamiento  de “bienes”, que además servían, como en el caso de los caballos, como elemento de apoyo en batallas – acrecentando su valor -. Mucho mejor ejemplo fueron aquellos otros animales (cabras, vacas, ovejas, bueyes …) que siendo igualmente un medio o ayuda cotidiana, eran más “caseros” y suponían otro tipo de aprovechamiento y suministro. Eran ahorros, valían como medio de pago y su valor estaba sobradamente aceptado. Tener ganado era como tener un banco, el dinero se “reproducía”.

En Galicia hay una expresión curiosa que nos acerca a esto de la importancia del ganado un poquito: e ti!, cantas vacas tes? (¡y tú! ¿Cuántas vacas tienes?), como graciosa expresión de tanteo inquisitorio para conocer la presunta riqueza de la otra persona basada en cabezas de ganado.

Regresando a ese mucho más atrás en el tiempo, los romanos se valieron de los animales (como se valieron de la sal y de las conchas) …, aquellos romanos también supieron hacerse expertos empleando el ganado como objeto de comercio, superando en destreza y con creces a otras civilizaciones anteriores. Ganado y dinero eran sinónimos con toda claridad.

Y si hablamos de cabezas de animales y de animales con cabeza (aunque sea poca la que acostumbramos a tener por dentro) no debemos dejar a un lado que el propio ser humano ha sido dinero, más en concreto de forma específica aquellos que han sido objeto de pago: los esclavos.

De piedras y metales hablaré poco más adelante, porque es necesario incluir peldaños en el camino y además aún nos faltan también otros dos aspectos asociados a ellos, que con el tiempo llegarán a ser parte de la idea general sobre el dinero: el sello y la garantía.

Y una vez resumidos esos dineros sigamos.

Pese a sus sobradas funciones, el dinero nos lo proporcionaba la naturaleza, nos entregaba tesoros. Y en este caso, como mencioné antes, apartando la sal pero siguiendo aún en el mar (aunque la tierra también proporcionaba otros elementos prácticos y más accesibles), algo interesante - como decía - asomaba bajo el agua de los mares y de los océanos - y de los ríos -, o asomaba tras la resaca del oleaje, sólo había que buscar esos objetos tan atractivos, codiciados y en ocasiones nada fáciles (ya tenemos otros incentivos más de valor, la rareza o escasez, unida a la dificultad de obtención).

El dinero como reclamo

Las conchas marinas

Eran tentadoras y además de cualidades propias. Podían ser perforadas, usadas como joyería (para ornamentación o rituales religiosos) amontonadas para mercancía o recuento, o como símbolo de poder (bien por su dificultad en la consecución, bien por su rareza o tamaño o por ser una decisión de quien mandaba y deseaba otorgarle un valor gobernante de manejo en compra-venta), y eso llevó a que sus posibilidades como dinero fuesen fabulosas y en aumento. Eran vistosas, llamativas, reconocibles y aceptadas, eran un reclamo, eran propaganda pura y dura.

Todo esto de lo que voy hablando ha sido dinero a la antigua, formas de dinero primigenio o como se desee denominar, porque la pre/moneda como se la quiera definir yo la meto en otro saco: aquella que busca marcar la diferencia a un origen para un elemento específico de pago. La moneda ya estaba entre nosotros, pero no tenía nombre, porque le faltaba algo para ser completa, algo que supusiese un valor en equivalencia “con sello” sin serlo sólo por su presencia natural.

Cualquier objeto que se empleaba con las funciones anteriormente explicadas (una libra de sal, por ejemplo) se correspondía con un parte proporcional en valor de trueque, mientras que dinero sería la condición o aspecto general del mismo (la sal).

El problema vino después, cuando el hombre quiso acotar los recursos, los soportes o los materiales de pago o intercambio otorgando su sello y su garantía particular, reduciendo todo a un hilo muy fino, pasando de lo natural a lo artificial, con el objetivo último de marcar un valor más preciso. Sin embargo, buscando esa precisión, tuvo igualmente que recurrir a fracciones.

Ese carácter de concha marina, con su propio desgaste incluido, estuvo presente en civilizaciones tan separadas (como conectadas) como la egipcia, la romana y la china, por citar tres ejemplos. Para esas civilizaciones hubo dinero con forma de concha, aunque en China lo hizo aún con la misma base pero de un modo ligeramente distinto y además con el paso del tiempo mudó a otros materiales, ¿os suenan las monedas “Cowrie/Cowry shells”?, conchas engalanadas o imitaciones de las propias conchas, dos mil años antes de Cristo, y que incluían perforaciones, bien provocadas o bien por desgaste. Las costas indias y africanas estaban repletas de estas conchas naturales.

Una perspectiva estética Fot07-10

Ghana (África) – 1 Cedi 1984 . KM 25 . 2,3 gramos . 19 mm
Anverso: Representación de un Concha Cauri (Cowrie/Cowry Shell)
Nombre científico: Monetaria Moneta.

Esta nomenclatura científica (binomial) es más reciente que la esencia de la concha, pero nos vale como ejemplo claro para especificar que su designación se basa en una característica y un lugar a posteriori, esto es, el nombre llegó mucho después que la concha. A ver si lo explico de otro modo, cuando la moneda ya era moneda entre nosotros, el nombre científico pasó a nombrarla así por ser pieza comercial, pero cuando no había moneda ni nombre científico, la concha no era moneda sino un objeto de valor (dinero) para intercambio natural de bienes. Pero no quita su relación.

Y bajo el reflejo brillante del mar también estaba otra perfecta protagonista, un objeto complicado de encontrar, con esa cualidad individual ausente en la sal pero además rara, brillante como un espejo y extremadamente valiosa. Aunque con distintas formas (no tan caprichosas y dispares como los granos de sal), generalmente a la postre será la pieza que marcará una forma definitiva para muchas decisiones humanas y divinas, entre ellas, ser moneda de apellido y  ser redondeada: La Perla.

Buscando la perfección

La luz también es redonda, aunque las fotos hayan sido convencionalmente ideas representadas entre cuatro paredes, y tengamos por tanto esa visión cuadriculada. De ahí la importancia de este ensayo para ver todo con una perspectiva diferente.

Tampoco estoy insinuando que las monedas tengan esa condición de redonda por las perlas, no, porque monedas las hay y hubo de muchas otras formas cuadradas y poligonales (incluso antes de ser redondas), pero es que tampoco todas las perlas son redondas (ni blancas), las hay con forma ovalada, con forma de gota o lágrima, e incluso hay un tipo de perla que se denomina, como aludía antes, perla moneda.

Cuando una concha no desarrolla una concavidad suficiente para el crecimiento normal de la perla a lo alto en su interior, ésta se queda plana a lo ancho, no esférica, es lo que sucede con esa denominación (perla moneda), pero le sucede lo mismo que a las conchas, que aunque primero fue la perla y luego la idea de moneda, la condición de moneda se le añadió a su apellido, pero no quita su relación.

La antigua China, por su parte, practicaba el cultivo y comercio de perlas. Y de otro lado más próximo, en el golfo Pérsico, había una clara abundancia y comercio de perlas (el golfo pérsico era muy golfo y el Mar Rojo muy colorido), donde actuaban como dinero.

Lo más relevante en cualquier caso, es que cuanto más redonda la perla, más valiosa.

Y el asunto es que todo lo redondo ha sido una cualidad de perfección, desde siempre. El sol y la luna eran dioses, eran ideas redondas y perfectas. Las perlas eran el espejo del sol en la tierra y el reflejo de la luna en el mar.

Sea como sea, la relación entre moneda y perla es muy estrecha, y aunque puedan pasar desapercibidas en algunas ocasiones ¿a que también les hacemos un hueco en el aspecto de las monedas desde mucho tiempo atrás, tanto en un status decorativo como de seguridad?

Todos sabemos que las perlas han sido incluidas y lo siguen haciendo, en infinidad de monedas en su diseño y orlas a lo largo de la historia.

Una ley de acuñación Alemana (en 1873) – cuando Alemania tenía un jaleo fenomenal de monedas y divisas – obligaba a que las monedas de plata incluyesen la orla de perlas en su diseño.

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“Perlas y Orlas”

Pero si nos fijamos bien en esas orlas (perladas o no), esos ejemplos de la imagen anterior pero en su totalidad, deberemos observar un detalle que está muy ligado a la moneda desde siempre.

¿Qué hay más poético que una perla, y más romántico que un anillo?

Las monedas a lo largo de su existencia como tal, tanto en el formato externo y completo redondo como con otros modelos poligonales también, por su diseño concéntrico en sus múltiples variantes, nos han entregado siempre visualmente una o varias formas de anillo, como apreciamos en la imagen anterior: perlas o perlas y secuencias, dobles perlas, bandas de combinaciones de distintos elementos, cuentas, grecas, textos, simples líneas, o el simple listel … entre otros ejemplos nos traen forma de anillo, aunque la forma anillada por excelencia es aquella en la que la pieza tiene una perforación central.

Una perforación central que en monedas ya contemporáneas llevaron otros propósitos, como conseguir ahorro de material o conseguir módulos o fracciones más grandes.

Pongamos un ejemplo de “diseño tipo” de moneda con varios de esos ejemplos de orlas o decoraciones que acabamos de ver y desglosemos sus partes, salen anillos por todos los lados, ¡mirad!


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“Anillos”

A mi juicio, volviendo de nuevo a tiempos pasados con esa idea, surgieron otros modelos abiertos que asentaron esa misma base anillada, y que fueron también dinero: en ropa (cinturones y escudos), y en joyería (anillos, pulseras, brazaletes y collares), por poner algunos ejemplos.

Aún no podemos abandonar el mar sin olvidar que el agua en sí misma (sin sal) igualmente ha sido un elemento de “gran peso y valor”. Servía para hacer intercambios y cálculos vitales. El agua en sí misma, ha sido dinero. En algunos casos incluso el agua potable tendría una mayor prioridad de valor, no la podemos descartar ni tan siquiera en la mismísima actualidad, pero eso es otra historia.

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“La vida de un anillo” 

Sigamos con la idea general, que por ahora me está quedando redonda.

Dando un paso adelante cerca del mar, pero ya dejando ese brillo de las perlas atrás y las conchas por un rato, nos encontramos con otros materiales que eran menos brillantes y menos redondos en su forma natural (como la tela y la madera) y otros que sin forma definida, poseían también una enorme capacidad de ser moldeada, partiendo de lo más esencial.

Necesito abreviar, ¡pero es tan necesario no hacerlo!


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MensajeTema: Re: Una perspectiva estética   Una perspectiva estética Icon_minitimeHoy a las 1:47 am

SEGUNDA PARTE

Una teoría agujereada


Una perspectiva estética Graf0911

“Miramos poner huella en la luna, pero no nos fijamos bajo nuestros propios pies”.
 

Quizás una simple pisada en la tierra mojada, dejó la huella suficiente en alguna mirada atenta como para dar a entender al hombre cómo se podían moldear, dar formas y relieves (un simple molde de arena).

De nuevo el agua entra en juego, pero ahora mezclada con la tierra, y luego la tierra con el sol o con el fuego. Sea como sea, con barro o arena, con la llegada de la arcilla, de la cerámica, llegaron nuevos  utensilios, en especial aquellos capaces de guardar la mismísima lluvia, pero también con la facultad de almacenar semillas, líquidos y demás necesidades: Los recipientes.

Y lo más fácil era hacerlo todo redondo también, y con sus propios anillos y perforaciones ...

Por cierto, ¿dónde tienen su idea y necesidad en origen los recipientes? Pues sí, habéis acertado, en las conchas, ¡a que son maravillosas miren por dónde se miren!

La forma del dinero

Con las posibilidades de ornamentación, esas nuevas formas llegaron para quedarse. ¿Su importancia? Inmensa. Lo teníamos todo para empezar con las cosas serias. Así pues vamos a quedar un rato agarrados a ellos, que todo lo que los rodea nos viene como anillo al dedo. Vamos con la hipótesis.

Un anillo es a un dedo (la unidad), como un asa de una vasija a una mano (cantidad).

Vasijas, Asas y Tapas

Con las vasijas, con las asas y las tapas de las vasijas (¡carambas, cuanto “as”!) tenemos algo más o menos redondo u ovalado, perforado en parte y anillado en definitiva. Recordemos además, que esos y otros tipos de recipientes (ánforas, calpis …), poseían no sólo la condición de almacenar y conservar, sino que se usaban en rituales de enterramientos - y ya con ello tenemos una referencia de otro valor e importancia (la religión y el poder, siempre de la mano), y también para funciones algo más domésticas y rutinarios, aunque sus principales funciones fuesen las que hacían de ellas objetos muy útiles y beneficiosos en el comercio. Que es lo magnífico de esta teoría y perfecto para seguir hablando de dinero.

Por cierto, hablando de vasijas, la clepsidra (egipcia) era un recipiente que actuaba como reloj nocturno (de agua), se usaba en ausencia de luz solar para medir el tiempo y su precisión era asombrosa. Lo que nos vale para asociar vasija con medición también.

¡No es fantástico, los egipcios lo tenían todo para medir el tiempo: el agua, el sol y la arena!

¿Recordáis lo que era un “talento”? Su origen (Babilonia): una medida de peso de agua necesaria para llenar una vasija (un ánfora). También hubo “talento” romano.

Un claro ejemplo es la vasija “estamno”, empleada principalmente para “almacenar” líquidos, eran de asas redondas horizontales y “diametrales”, es decir ubicadas a la misma altura en los lados opuestos de la vasija. Una vasija era un depósito (una hucha).

Asas

Para empezar con ellas, diremos que son a buen seguro la parte más delicada de una vasija, y aunque sólo sea por esa fragilidad (como la de las conchas), ya cobra por tanto un “valor o importancia”, veréis.

El asa era aquella pieza que “sobresalía” y que gracias a ella se podía agarrar y trasladar o colgar para pesar o para conservar el contenido. Igualmente permitían, pasar una cuerda por ellas, lo que por consiguiente devolvía que pudiesen ir varias vasijas en la misma cuerda para aumentar mercancía (incrementar el almacenamiento, el peso y el valor en definitiva), podían pasar también un vara por las perforaciones para poder transportar las vasijas, poniendo la misma cantidad a ambos lados (como si de una balanza se tratase). Peso, valor, balanza, ¿sigo, o ya tenéis una idea que persigo?  

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“Buscando un equilibrio para el dinero”
 
Si mezclamos todas esas relaciones y todo lo explicado hasta ahora tenemos que las cualidades de las asas eran algo así: ovaladas, perforadas, anilladas, manejables … y si las asociamos con las vasijas salen mejor paradas: almacenables, transportables (por tanto circulantes), comerciables, medibles, … añadámosle que a mayor tamaño de asa, mayor el peso  del contenido (mayor tamaño  de vasija, mayor valor del contenido), y pensemos además que cada asa (por su forma, color o relación y por tanto la de su vasija) de algún modo podía hacer referencia el facilitar recordar su contenido … no digamos si hubiese muesca. ¿Vemos ya el hilo de unión?

Hablando de hilos de unión, también las vasijas hacían alusión por su forma de cuello estrecho y vientre bajo abultado y ovalado, al vientre de una mujer embarazada (donde también hay un “cordón” por cierto).

No es descabellado conjeturar por tanto, que incluso las asas rotas “aparentemente inútiles” habrían seguido manteniendo su mensaje, acerca del peso y del tamaño (dos datos de  medición  ciertamente relevantes en nuestro entorno numismático). Quizás, el asa podría relacionar su contenido por su forma también, o podría hacerlo por la decoración del asa o de la vasija a la que perteneciese.

¿A qué os lleva esos pensamientos?, ¿qué imagen os sugiere un asa rota más o menos redondeada y con esa representación?, ¿habría sido todo eso tan sugerente como ahora describo, para que los comerciantes en la antigüedad, optasen por aportar una solución práctica de pieza reconocible y manual en los escenarios asociados al comercio?  

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“¿Las asas?”

Quizás para nosotros, miles de años después supone un simple dato más, únicamente el pensar en un trozo roto de una vasija, como una simple asa que complete un recipiente de indistinta forma o considerable antigüedad, pero para aquellos que habiendo vivido más próximos aún en esa antigüedad, por ejemplo, pasados tan sólo 100 ó 200 años desde aquella vasija rota de barro o cerámica hallada bajo - o sobre tierra -, bien podrían haber encontrado aquellas gentes unas asas cerca y haber tenido esta misma idea o haber sacado esas mismas conclusiones que hago yo ahora, ¡vaya usted a saber! Pero cuando menos podrían haber tenido claro que aquellas asas: era una fuente de información tremenda, sobre algo roto y enigmático.

El caso es que las asas no eran todas perforadas cual anillo, ni ovaladas, las hubo con forma de oreja (por cierto, de similar forma a otras conchas marinas de misma forma orejuda, de las que tengo algunos ejemplares pero que no voy a aburrir ya más con tanta concha), también las había planas, con forma de nariz, con forma de pecho, algunas tenían sólo una perforación mucho más insignificante (sólo para colgar), e incluso hubo asas de botón (como las “cráteras de volutas”), que permitían que la grabación de detalles ornamentales se extendiesen más allá de la vasija, y por tanto también existiesen marcas en ellas, dotando de esa información sobre el tipo de vasija y su contenido.

¡Un momento!, las asas bien podrían valer como moneda en mano, pero y ¿las vasijas? pues no parecen lo más acertado desde un punto de vista práctico, porque son pesadas y abultadas, nada cómodas, pero … y ¿su forma?

Tampoco todas las vasijas tenían dos asas, las había con sólo una, con tres y con cuatro orejas, y las hubo sin ellas ... ¡Anda!, esto merece un tirón de orejas, ¡claro, las vasijas sin orejas, vamos a verlas en detalle!

Concluyamos que las asas, quedarían como elemento relacionado únicamente como pieza “de manejo”, con  la idea de hacer “un medio “manual” de equivalencia (en relación más que estrecha con las vasijas y por consiguiente con su contenido).

Vasijas y tapas

Toda la teoría anterior nos vale también para las vasijas, sigamos con esa perspectiva tan elevada, y démosle la vuelta a la tortilla, ¿qué tenemos?, la representación perfecta: La perforación es la boca de la vasija, ese espacio hueco (anillado) profundo pero de lleno de contenido (abierto y a su vez cerrado). Esa boca es un anillo, ¡cuyo diámetro es variable! Como variable su contenido, y su peso …

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“¡Las vasijas!”

A ver si lo explico algo mejor, pongamos el siguiente escenario, hace miles de años en un zoco, digamos que un hombre de mediana estatura, se encuentra en su puesto de comerciante y desde su estatura observa su gran cantidad de vasijas en el suelo a su lado, eso quizá hubiese sido una visión que abriría su percepción de “discos llenos de dinero”. Quizás ese detalle que llega al rescate en mi teoría, llevaron o asentaron esas ideas o asociaciones de formas “de moneda”. Una imagen vale más que mil palabras …

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“Discos llenos de dinero”

No podemos obviar dos hechos más, por un lado las tapas de esas vasijas, ya dotadas involuntariamente con su anverso y reverso como elementos indicativos exterior e interior, por un lado de “lo que es y de quien es” y “lo que hay” por otro. Y dos, la posibilidad por la que, en el caso de una vasija de líquidos (agua, vino o cerveza) o de semillas, hubiese la alternativa de emplear un recipiente de menor tamaño (moneda) para utilizarlo para adquirir parte del contenido total (dinero) del interior, como una jarra o un cuenco (o la propia tapa usada como cazo). Es bastante frecuente encontrarnos en mercados, vendedores que utilizan cuencos o cazos para retirar parte del contenido de un recipiente.  

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“Las tapas”

Y un último apunte, para dotar a las vasijas de su merecida importancia, si no la vemos aún. En ciertas tablillas de escritura Lineal B, entre otros muchos trazos incomprensibles, figuran iconos (ideogramas) con una clara y definida forma de vasija. No sólo cobran las vasijas esa importancia, como elemento gráfico exclusivamente, sino que también asentó la base para el desciframiento (algunos expertos han asociado trazos contiguos como cifras). Pues bien, es bastante probable por tanto, que hubo una estrecha relación dineraria de anotación para el almacenamiento (por el icono de la vasija) y quién sabe si algún tipo de “recuento” administrativo (por las cifras a su lado). Luego ya, las propias vasijas, sirvieron como lugares de almacenamiento de las propias monedas, “el dinero llama al dinero”.

Quizás esa gran cantidad de vasijas en las tumbas o yacimientos – y que sólo se han visto como vasijas - no eran sólo vasijas, pero es probable que hayan sido parte de una visión incompleta, o al menos cabe la conjetura por la que la idea de su forma haya asentado inconscientemente el trato y la formas de moneda/dinero desde aquel entonces.

Igual es arena entre los dedos, pero quizás ahora con los dibujos en mente de asas, vasijas y tapas … desde otra perspectiva superior, igual ya tenemos una idea definitiva de moneda, ¿verdad? Ahí dejo mi teoría

Llegó la hora de echar cuentas

Hablando de recuentos, volvamos brevemente al asunto perforado y al encordado, pero sin vasijas. Regresando a un dato anterior (perdonad), las monedas “Cowry”, tenían la posibilidad de ser perforadas (no en vano traen incluida una abertura), la suficiente como para engarzar, anidar o atar varias en serie. Muy posteriormente se la añadió ornamentación a las propias conchas con distintos materiales, baños o acompañamientos, como también he mencionado, para cobrar un nuevo valor y persistencia.

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Y para esa persistencia, era necesario dar un paso adelante, porque la vida útil de una concha, unida a su fragilidad, no resultaba práctica en un trasiego comercial (como tampoco las semillas, como tampoco la fragilidad de las asas o de las propias vasijas). Era necesario trabajar con algo más cómodo en tamaño y peso, y desde luego de menor degradación o desgaste. Era necesario buscar una equivalencia.

Vamos a dejar ya el mar tranquilo y a poner los pies en la tierra, pero como anotación final, decir que las zonas portuarias (marítimas y fluviales) con toda esa relación y elementos del Mar que he descrito hasta ahora, es innegable que obraron una importancia “económica y práctica” fascinante.

Y lo económico y práctico llegó con piezas que ya eran específicas no sólo en forma “reconocible”, también lo eran por sí mismas. Llegó la necesidad de otros materiales, y con ellos llegó algo que marcó la diferencia. Eso supuso un cambio para siempre: el peso ya no era el valor, el valor era el peso. Llegaron los materiales que conjuntamente con todo lo anterior aceleró todo de manera exponencial.

La idea la tenemos, la forma también, las mediciones igualmente, por tanto ahora sólo había que lograr que fuese: duradera y reconocible.

El metal

Nótese que la idea de esta narración no es ligar los asuntos de un modo cronológico, porque es innegable que varios - sino un gran parte - de esos elementos o materiales explicados hasta ahora, y los que siguen en esta narración, convivieron juntos durante muchos, muchos años (algunos incluso siguen hoy día como medios de pago e intercambio), porque el progreso no ha sido igual en según qué zonas del planeta, pero sí pretendo hacer llegar una evolución que conduzca al progreso en la representación de la estética del dinero, con un fin perdurable.
 

No tengo yo muy claro que era más importante hace miles de años, si la sal o el oro. Bueno, quizás si lo tenga claro, pero prefiero dudar o que el lector juzgue. Es más, dependiendo del motivo a utilizar, tengo serias dudas si algunos metales (como el oro) cobraban más importancia a un nivel ornamental, con carácter divino o representativo de poder, que por su condición práctica, pagable e intercambiable. Bueno, creo que también lo tengo claro.

No obstante, con el oro llegó un metal de una condición física envidiable para combatir el paso del tiempo, como con ningún otro (faltaría más, al César lo que es del César), y no olvidemos además que la religión y el poder (siempre presentes) han buscado siempre la eternidad, y el sol era lo máximo. El Oro era el Sol como el día, como la Plata era la Luna en la noche (como el negro es plata quemada), aunque la plata por su lado, siendo ese reflejo de ese poder gris oscuro, digamos que era más de otras batallas, quizás cobró la importancia de ser el tipo más “duro” del oeste, y del este.
 

Utensilios de metal se hicieron en esas épocas tempranas, compartiendo lugar en el mundo con la sal, con las conchas y demás lodos que hemos visto, pero se servían de ellos para otras necesidades más básicas, no puedo ir uno a uno con los siete metales o aleaciones, pero sería interesante destacar uno de ellos.

El Bronce

¡Ay amigos, ya sabéis como me gusta!, hay que detenerse en el bronce, que para eso tiene un apartado importante en la prehistoria (no hay Edad de Oro, ni Edad de Plata), y además se adelantó en el pódium a la llegada de la Edad del Hierro. Pero no se trataba de una carrera, sino de una adaptación al medio. El bronce era magnífico para esto. Con un origen cercano a los 2000 años antes de Cristo, se le descubrió su dureza gracias a una quizás fortuita mezcla con el estaño.

Surgieron entonces, o mejor dicho, mudaron de piel objetos de primera necesidad en hogares (como vasos, jarras, bandejas, espejos …), como herramientas de trabajo en la tierra o con los animales (como palas, aros, argollas, carros …) o para dar frente a la seguridad o defensa (como cuchillos, puntas de lanza, hachas, espadas, escudos, pectorales, …), objetos nada ligeros todo sea dicho, pero también con ellos se utilizó ese robusto metal como objetos de valor comercial, aunque aquí “el peso” jugaba a favor, y el desgaste era mucho menor (¡bien, vamos bien!).

Pero con el metal la confusión se acrecentó. Existe una ingente cantidad de objetos de distintos metales y formas, que procedentes de ciertas civilizaciones, son considerados pre-moneda, pues bien es indudable que con el diccionario en la mano, lo anterior a moneda sea considerado pre-moneda, lo que no está claro es que esa haya sido su idea, sino un nuevo modo de realizar un intercambio natural de bienes. Por tanto, en cualquier caso, sería bastante más acertado hablar de dinero, y no de moneda, sean aros, brazaletes, delfines, campanas, hachas, barras, pasadores … y demás. Es decir, todo lo que era objeto de intercambio “natural” era dinero, no moneda. Y lo que no era natural, tampoco necesariamente moneda, lo que era artificial o metal moldeado por el hombre también era dinero, porque le faltaban condiciones.

Porque la dificultad en la precisión y catalogación reside en que para todo objeto con cierta edad no debemos obviar un detalle fundamental, la funcionalidad de determinados objetos han podido verse total o parcialmente truncada o alterada tras el desgaste por el paso del tiempo, que si bien no pueda haber afectado a la integridad de la pieza metálica que se cuestiona, sí haya sucedido así con el material estrechamente ligado a ella, fuesen cordajes, telas, cueros o pieles, y que por consiguiente hayan ocasionado que un alto porcentaje de pérdida en la representación de su funcionamiento o uso.
 

En China, en la dinastía Shang (traducida por cierto como “comercio”) el uso del bronce estaba muy extendido, utilizado y de algún modo dominado. “Spade money” (Bu) y “knife money” (Dao) palas y cuchillos respectivamente (pero también algunas hachas) fueron ejemplos de aquella cultura que estaban relacionados, como su apellido indica, como dinero, al igual que todos esos otros citados antes aquí (si la sal lo era, cualquier objeto de considerable importancia también). Cuchillos y palas eran objetos de intercambio, no como moneda específica. Ambos incluían perforación por cierto, aunque se haya perdido en algunos casos, especialmente en las palas. Ambos objetos necesitaban de perforación para ser desplazados, algo mucho más lógico en el caso de los cuchillos. Cuchillos que eran imitaciones de cuchillos.

También fueron ejemplos de formas de dinero que pueden haber sido mal interpretados (a mi juicio) en su incompleto y complejo análisis representativo (dada la poca documentación y la dificultad de juicio sobre la época), porque sobre estos objetos (Knife and spade) figuraban símbolos que indicaban su relación con el dinero de un lugar (asociado a ceca), pero nada se menciona que pudieran haber sido otros sus propósitos. Es más, distintas evoluciones de las palas han dado con formas que no tienen mucho que ver “como pala”.

¿Nadie ha observado la curiosa similitud de los moldes para acuñar piezas en serie en aquella China, con la forma del dinero de pala “spade money”? pues a mí me parece que la relación es clara.

¿Tampoco nadie ha podido concluir que el dinero cuchillo “knife money” pudiera haber sido un elemento exclusivamente cortante para tallado? Sin embargo, como ambas piezas llevan “marcas” asociadas a lugares de fabricación, ya se ha sacado como conclusión que eran moneda, y no que pudieran haber sido meros indicativos de “piezas de trabajo con dinero o de confección cercana al dinero”. Ahí queda eso.
 

Aquella antigua China pasó de usar conchas naturales, a emplear imitaciones de ellas (Bei).

Primeramente en otros acabados (como trozos de piedra, jade y hueso), y posteriormente con la llegada del metal a bañarlas y adornarlas en metales nobles, a crear imitaciones enteramente en cobre/bronce. Inicialmente el propio desgaste de las conchas sugirió un nuevo aspecto similar a esa concha con esa raya dentada en el medio. Posteriormente, con el avance de la fundición, ese aspecto se cerró dejando únicamente un orificio y alguna decoración en uno de los lados de la pieza. Eran muy iguales en forma a las conchas, con sus estrías hacia abajo, pero gracias a la esencia de una perforación (un agujero) se permitía que fuesen colgantes como joya, pero también para su transporte o conteo, eran acumulables y utilizadas como “cuentas”.
 
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Imitación ¿moderna? de moneda “Bei” Concha Cauri . Bronce . 16,47 g . 30 mm
Anverso cóncavo con tres surcos, una de ellos cruzada con forma de espada.
Reverso liso sin inscripciones.
Perforación.

Fabricadas en bronce por fundición utilizando moldes de cera (“a la cera perdida”).


Lo que no está bien claro del todo es que siendo un “Bei” una moneda con forma de concha en bronce, se conocía que en su recuento había otro valor relacionado, un “Peng”, que era una cadena de varias monedas “Bei”, sin embargo no ha llegado a saberse la cantidad ni relación de cuentas entre ambos. Lo que sí parece estar bien relacionado es su aspecto (además de la ya mencionada de concha) tomando una perspectiva visual distinta en referencia a la lengua del Chino tradicional, cuyos símbolos y traducciones son claros ejemplos visuales …

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“Una concha es un bien material, un colgante de valor”

Fueron piezas muy anteriores a los Qian (Cash) Chino, cuyas propiedades (agujero y cuerda) podéis asociar entre ellos e incluso con todo lo anterior, … de un modo completamente conexo. Lo dejo para el final.

Posteriormente, esos bronces colgantes en imitación fueron variando a medida que eran fundidos. Y esas variaciones le asignaron otros nombres: “Yibi Cowry”, “Ant-nose” (“Ghost Coin”) porque en algunos casos la perforación no era completa (aunque la perforación consiguió sobrevivir) tomando la pieza un aspecto general más de rostro fantasma con boca abierta y lengua fuera (idea sacada por semejanza a unos Tótem). Igualmente otras recordaban el aspecto de una hormiga (“Ant” en inglés) y una nariz humana (“Nose” en inglés), aunque todas esas cualidades ya se consiguieron algo más adelante al incluir las piezas sus propias simbologías, pues ya con la escritura, los trazos dotaban a la pieza de algunas de esas características visuales.

Porque con la fabulosa Edad de Bronce llegaron algunos alfabetos para comenzar otra Historia, aunque la escritura en sí misma como pictogramas, ideogramas (o logo-gráficos), fonogramas y demás modos de representación de lenguaje fueron anteriores, ya que las piedras, arcilla y demás ya habían llegado al rescate - cuando las vasijas, ¿recordáis? - y que fueron unos grandes factores de peso. Y hablando de peso, es muy necesario mencionar ese apartado que con la llegada del metal y la escritura, supuso el penúltimo cambio.

El peso

Tal y como he mencionado al inicio del apartado del metal “el valor ha pasado a ser el peso”, por tanto no podemos pasar por alto otros elementos ligados al dinero y que por sus formas y por su valor cobraron una importancia que ni nos podemos hacer a la idea.

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Existieron varios sistemas de medición en la antigüedad, como elementos interconectados con la actividad comercial, tanto en su etapa de intercambio natural como con el cambio a dinero en “metálico”. Algunos de aquellos sistemas fueron: el “Deben” egipcio de distintos tamaños en formas cuadradas, los “Liang” chinos con distintos tamaños y en forma de ochos, y un más que curioso sistema de pesas asirias de forma atípica (eran figuras de leones y también de pato) y muy relevante es mencionar que poseían “asas” fundidas a la espalda o “anillos” que permitían su manipulación y traslado. Como se puede observar hemos dado con distintas formas, pesos y diámetros, pero también hemos vuelto a las asas y los aros …

Porque con la importancia del peso, también fueron necesarias las formas redondas, las perforaciones, las asas, los anillos …

En la imagen anterior, he querido incluir en edición un aro en una de las pesas (que no lleva en este caso), para indicar (como en el caso de los leones mencionados) que sirvieron en muchos casos como elemento de sujeción y transporte, y que relacionados con el peso del comercio, unos aros, arandelas o anillas que podrían haber sido mal interpretados de haber sido hallados en soledad, fuera de su pesada asignación, ¡quién sabe si todos esos aros tomados como “pre/monedas” esconden algo así detrás!

El perfeccionamiento del sistema de calibración, como no podía ser de otra manera condujo a una solución nuevamente redonda y de nuevo recurro a un punto de vista superior de una simple pesa (como se aprecia en la parte superior central de la imagen anterior), y ésta nos hace recapacitar sobre su posible visión conjunta relacionada con la idea de la moneda (al igual que vimos con las vasijas), una vez alcanzadas todas sus metas anteriores como dinero. Por si fuera poco en este caso, una perspectiva lateral, también nos da a conocer que la reducción del tamaño, bien podría poco a poco ir disminuyendo hasta el punto de obtener un simple disco metálico.

Como argumento en contra, añadiré que no se puede dejar aparcado otro factor que viene a alterar un poco el “valor” del peso, relacionado con la precisión a la hora de medir cualquier objeto (tanto hace cuatro mil años como hoy día) pues hemos de tener claro que siendo el peso (unido a un valor determinado) una cifra de referencia, no es cuestión baladí el hecho de conocer que tanto la suciedad depositada, tanto como el desgaste de las piezas (que aún siendo menor que con otros materiales, existe) afectan al resultado del peso final. El peso siempre oscila, siempre.

¡Ah, no podemos dejar el peso sin una nueva y clara mención en recuerdo a mi teoría de las vasijas! pues hubo un método conocido de medición de peso, que “mucho más reciente en edad”, estaba basado en varios vasos anidados de distinto diámetro y peso (muy al estilo de muñecas matrioshka pero en metal), de nombre “Ponderal de vasos anidados”. Estos vasos además poseían un distintivo que las hacía más fiables y reconocibles. Y precisamente ese detalle, el de las marcas fiables, es el punto y final que me falta asociar.

Y con la escritura ya toca ir acabando.

Otra teoría en carne viva

El asunto del lenguaje lo vamos a dejar para otros ensayos, pero las marcas o grabaciones como sello de garantía o autoría, sí son importante mencionarlas para completar el ensayo. Y aquí es donde regresaremos brevemente a las piedras, pero a las semipreciosas, a la joyería, a los anillos.

Hemos pasado muy por encima de “la arena”, de “la arcilla” y de “la cera” para mencionar muy sucintamente la palabra “molde”, y es que en aquellos casos la debilidad e inestabilidad de esos materiales servían para dar formas pero apenas para conservarlas, y para esa falta de dureza regresamos a las rocas y las piedras.

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“Un monataje y una piedra caseras”

La cornalina era (y es) una piedra semipreciosa, de tono entre rojo y naranja, cercano al color piel en un estado frío, por eso también se le denomina “Carneola”. Está asociada al sol por su facultad de transformar la luz, y asociada al fuego como elemento terrenal y por su tono tornado al rojizo al calentarse, elementos estos que ya hemos visto con la arcilla. Precisamente la cornalina era de fabulosa maleabilidad con el calor, y eso facilitaba su empleo en joyería para darle forma, pero también poseía la dureza para devolver un resultado duradero. Ya veis por donde voy, creo.

Lo magnífico era la capacidad de “poder dejar huella en ella” mientras permanecía caliente (algo así, para entendernos como un efecto “lacrado”), la comodidad añadida con ella de cara a su uso, era que al ser un elemento más delicado como piedra que como metal, la cantidad de calor necesario era inferior (a la de los metales) para poder hacer marcas sobre ella.

En el Egipto de la Edad de Bronce, en la Dinastía XII (cerca de 2000 antes de Cristo), se tiene constancia de una cuenta de cornalina sellada con la representación del Faraón, e igualmente en épocas cercanas hubo escarabajos de cornalina con representaciones de dioses. Mucho más próxima, de la época helenística (ya con las monedas que sentaron precedente en sí mismas), se data un anillo de oro acabado en piedra cornalina con una figura de un rey calcografiada en hueco en ella. Pero en la época griega y mucho más en la romana, era muy frecuente encontrar a esta piedra en combinación con el oro y sin él, con y sin sello marcado.

Digamos que el rojo era a Oriente Medio, como el verde era al Extremo Oriente. La diferencia radicaba es que en Extremo Oriente (China) el verde (jade) se usaba para darle forma, para ser tallada (la forma era la pieza), mientras que en Oriente Medio el rojo (cornalina) tenía la facultad de ser sellada para contener la forma (la forma estaba dentro de la pieza). Por cierto, una piedra, el jade, también usada como dinero, y con forma propia.



Era cuestión de tiempo que esas grabaciones sobre nácar o piedras preciosas, pasasen a formar parte del metal, cuestión de años y de temperatura, pero poco más.

Pues bien, concluyo, tenemos unas funciones, unas cualidades, un aspecto, un reclamo, una perspectiva de “forma” en el inconsciente, tenemos el “material” perdurable, un peso y un diámetro y ya tenemos la forma de “sellar” para hacerlo reconocible, aceptable con garantía detrás, ¿qué más os puedo decir?

CONCLUSIÓN

Si por ahora nos puede parecer que el aspecto del dinero ha sufrido un gran cambio una vez hecha moneda - desde un grano de sal a un grano de metal precioso moldeado y marcado -, de ahora en adelante, por curiosísimo que parezca lo hará mucho menos, aunque pueda parecer lo contrario.

Importancias prioritarias “no estéticas” de la numismática son la fecha y el lugar de registro y por desgracia hay períodos en los que estos dos detalles o uno de ellos no es posible conocerlo
.  

El dinero por tanto ya pasó de ser sólo metal (fundamentalmente), a ser metal con sello y garantía fiable, si a esa pieza se le otorgaba un valor, si tenía además su reconocimiento social y comercial, pasó a ser una moneda en sí misma como objeto de pleno derecho, dejando todo lo demás atrás. Pero eso no significó que todo el metal fuese dinero, sino que el metal por si mismo siguió teniendo valor pero con la maravillosa alternativa de poder ser convertido también en otras cosas de no menor importancia, en absoluto. Y con ellas que estamos a vueltas.

Desde que las monedas ha cobrado el aspecto que le conocemos (en esencia), sufriendo unas cuantas variaciones (en especial en forma y material) lo que ha variado es la historia que las rellena y que las rodea por dentro, es decir: Su aspecto gráfico.
Pero este apartado, que forma parte de la estética, para ser completo conlleva un análisis visual más complejo de las piezas y que debe incluir mucho razonamiento y distintas fases detrás … pero este jardín queda para otro ensayo, lo prometo, y a buen seguro estaré como pez en el agua.

UNA PIEZA PARA PENSAR

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“Kai Yuan Zhong Bao” . 756 - 762 d.C.

Bronce de 3,65 gramos de peso (2,4 zhu) y 25.1 mm de ancho (8 fen)
Canto liso de 1.2 mm de espesor en su parte más ancha
Tipo: 353 (Fredrik Schjöth) 144 (David Jen) . Modelo: Grande (Jen & David Hartill)
Cecas varias . Posibles JingZhao // Chang’an (Xi’an)
Pátina arenosa
2ª Era del Emperador Su Zong . Dinastía Tang


Esta pieza se corresponde con la unidad monetaria Qian (de Bronce, donde 1 Qian de peso era 1/10 Liang, o lo que es lo mismo en peso, 1 Liang: 16,6 gramos) y es denominada o internacionalmente conocida como Cash.

Qian, que significa “dinero” en Chino mandarín, es lo mismo que Cash y lo mismo que Mace.

Esta moneda en concreto pertenece a la Dinastía Tang, grabada en textos por el diseñador Ouyang Xun, sin aparente marca de ceca y con el reverso sin marcas ni sellos. Estas monedas con cuatro caracteres en cruz (como cuatro puntos cardinales) normalmente se leen arriba-abajo-derecha-izquierda, y aunque hay excepciones, una cosa está clara, el primer carácter siempre es el de arriba.

Curioso es mencionar que la perforación central tiene un aspecto cuadrado y mientras algunas hipótesis señalan a una intención mezcla entre lo divino y terrenal, siendo la tierra lo cuadrado, me inclino más por la estrecha relación con el calendario Chino. Si averiguamos un poco como es un espejo de calendario chino veremos algo así.

Después de la dinastía Tang, la gran mayoría de las leyendas de las monedas eran títulos de reinado seguidos por dos caracteres, y desde aquella dinastía en adelante siempre hubo cuatro caracteres en el anverso. Durante la dinastía Tang (618 – 907 con el emperador Su Zong) que fue posterior a la dinastía Sui y anterior  al reinado de las Cinco dinastías, estas piezas sentaron el histórico hecho de ser las primeras piezas (ya en aleación) que crecieron en tamaño y peso, y su proceso de fabricación era fundición a la cera perdida con un molde testigo. De ahí en adelante, asentaron el modelo exacto para el resto de piezas en China.

Lo anecdótico de estas piezas Cash Zhong Bao (como colofón final al desarrollo de este ensayo) es que su valor dejó de depender en el peso o cualquier otro factor estético, para pasar a residir en una importancia legislativa, hecho este que sentó un precedente tal que ha durado durante miles de años hasta nuestros días. Y hecha la ley, hecha la moneda. Y hemos cerrado el círculo.

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“Conchas, Perlas, Cuentas, Perforaciones, Anillos, Asas, Vasijas, Tapas,
Bronces, Piedras, Pesos, Diámetros, Sellos, Leyendas y Leyes”

Quizás la primera moneda metálica haya sido producto de todas estas ideas que he redactado y que han ido “acuñándose” poco a poco en las mentes de los hombres a lo largo de tantísimos años y escenarios. Sea de donde sea su punto de partida no se debería tomar como una conclusión caprichosa personal de nadie, como tampoco una competición con el fin de tener que deber nada a ninguna civilización concreta por su origen. Porque aunque algunas culturas hayan podido ser mucho más evolucionadas y brillantes en otros aspectos, a un nivel mucho más fundamental en el desarrollo de la vida, a un nivel más social por así decir, y aunque algunas otras en lo económico posiblemente hayan tenido el comercio mucho más presente y desarrollado, posiblemente las que tardaron en hacerse con una moneda oficial, no buscaron una equivalencia artificial precisa como prioridad sino un regateo natural como mejor alternativa.

Tomar la llegada de la moneda como un éxito, tampoco creo que haya sido el final deseado para todos, quizás para algunas civilizaciones fuese un recurso de “renovarse o morir” (observando las barbas del vecino) y por lo tanto considero que tampoco será el nacimiento de la moneda una búsqueda numismática de un dato preciso con fecha y lugar, sino el maravilloso peso de todo un regateo para un largo camino, como este que ahora concluyo aquí.

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“¿Acaso eso que veo será una concha en la arena?”

Gracias por vuestra lectura.
Ricardo Fernández Mora

Bibliografía:
Early Chinese Coinage, Wang Yu-Chuan
Chinese Cash, David Jen
Coins in China History, Arthur Braddan
Analysis of Chinese Coins at the Bristish Museum


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