https://www.bbc.com/mundo/articles/cd1078lyxxzoEl asesinato de Abraham Lincoln en 1865 y el de John F. Kennedy en 1963 son momentos clave en la historia de Estados Unidos. James Garfield (1881) y William McKinley (1901) son menos recordados, pero sus muertes conmovieron a la nación en su momento.
Fue tras el asesinato de McKinley cuando se encomendó al Servicio Secreto de Estados Unidos la tarea de proporcionar protección a tiempo completo a los presidentes.
El último que recibió un disparo fue Ronald Reagan, que resultó gravemente herido y tuvo que ser operado de urgencia en 1981.
Reagan salía de un hotel de Washington después de pronunciar un discurso cuando el pistolero John Hinckley Jr. disparó con una pistola del calibre 22. Una de las balas rebotó en la cabeza del presidente. Reagan pasó 12 días en el hospital antes de regresar a la Casa Blanca.
Otros presidentes han recibido disparos, pero afortunadamente no han resultado heridos.
En 1933, un pistolero disparó cinco tiros contra el coche de Franklin D. Roosevelt, que salió ileso, pero el alcalde de Chicago, Anton Cermak, que estaba hablando con él, resultó herido y murió 19 días después.
En septiembre de 1975, el presidente Gerald Ford sobrevivió a dos intentos de asesinato, ambos perpetrados por mujeres. El primero se produjo el 5 de septiembre, cuando Lynette (Squeaky) Fromme, seguidora del líder de la secta Charles Manson, intentó disparar a Ford mientras caminaba por un parque de Sacramento, California, pero su arma falló y no se disparó.
El 22 de septiembre, Sara Jane Moore, una mujer vinculada a grupos radicales de izquierda, le disparó cuando salía de un hotel de San Francisco, pero el tiro no alcanzó al presidente.
Los candidatos presidenciales no han estado exentos de intentos de asesinato, entre los que destacan el del senador Robert F. Kennedy, asesinado en 1968, y el de George Wallace, al que dispararon y dejaron paralítico en 1972.
En 1912, el expresidente Theodore Roosevelt fue alcanzado en el pecho por una bala del calibre 38 mientras hacía campaña para recuperar la Casa Blanca.
Pero la mayor parte del impacto de la bala fue absorbido por los objetos del bolsillo del pecho de su chaqueta. Aunque le habían disparado, Roosevelt pronunció un discurso de campaña con la bala aún en el pecho.
En un país con más armas que personas, no es de extrañar que invariablemente los tiroteos sean el medio preferido para matar o intentar matar a los cargos políticos.