Hubo allá en el Sacro Monte
en un tiempo Un farolero,
que con dos vasos de vino
era un tipo con salero.
Teinta faroles tenía
en el barrio pa encender,
y cuando iba alumbrao
no encendía más que tres.
Y por eso los enamoraos
que a deshora la pava pelaban
le pagaban dos vasos de vino
porque de su ceguera abusaban.
Y por todo el barrio, al verle pasar,
los novios y novias solían cantar:
—¡Farolero...!,
farolero, tú que vas un poquito alumbrao,
déjate este farol apagao;
que en las cosas del querer casi siempre
ha pasao, que la luz de un farol ha estorbao.
¡Farolero, farolero!,
por castizo y flamenco te quiero.
Cierta noche el farolero,
bajo un farol apagao,
encontró a una parejita
en un plan exagerao.
De qué forma y qué jechuras
a los dos los encontró,
que le pasó la jumera
y muy bajito exclamó:
— Desde hoy, por la gloria “Cotón”,
que este barrio sin luz no se queda,
pues prefiero encender los faroles
a tener que apagar esta vela.