Buenaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaas
Otra pieza sasánida que entra en mi colección
PAÍS: Persia (dinastía sasánida)
REY: Cosroes I.
VALOR: Dracma
AÑO: 23º de reinado (553 d C.)
DIÁMETRO: 29 mm.
PESO: 4,00 gr.
METAL: Plata.
CECA: DL (ceca desconocida)
ANV.: busto del sha Cosroes I mirando a la dcha., con la corona con estrellas a los lados, dentro de orla. Leyenda en la dcha: HWSLWY (Cosroes). En el exterior en la posición de los puntos cardinales, creciente.
REV.: dentro de orla, nos encontramos un altar del fuego, símbolo del zoroastrismo (religión oficial del imperio sasánida), con estrella a izq. Y creciente a la dcha., y a ambos lados dos guardianes barbados que flanquean dicho altar. La leyenda de la dcha, se refiere a la marca de ceca donde se acuñó dicha pieza (DL), y a la izq, el número de año de reinado del sha (Año º 23 de reinado).
Cosroes I, en su camino hacia Antioquía, conseguía por la fuerza fondos de varias ciudades romanas con la amenaza de un asedio. Otras ciudades fueron atacadas porque no pudieron reunir la suma requerida como Sura, que fue tomada y su población masacrada y deportada.
Tras Sura, cruzó el Éufrates y enfiló el camino de Antioquía, la gran ciudad siria, la tercera urbe del Imperio. Tras presentarse frente a Hierápolis, levantó el asedio a cambio de que los habitantes de la ciudad le pagasen un crecido rescate. Luego, devastando los campos, se acercó a Beroea, también llamada Berea (actual Alepo). Allí, el rey persa realizó un amago estratégico y fingió volver hacia la frontera, pero, desandando el camino, se plantó inesperadamente ante las murallas de Antioquía. La gran ciudad estaba pobremente defendida y además, confiando en sus impresionantes murallas y en las 400 torres que estas ofrecían como baluartes frente al enemigo, se negó a pagar rescate alguno a Cosroes. Este procedió furioso al asalto de las murallas: la pericia de sus guerreros y la cobardía de la guarnición de Antioquía propiciaron que la ciudad cayera en sus manos. Fue salvajemente saqueada por el rey persa y sufrió saqueo, incendios y la deportación a Persia de miles de sus ciudadanos.
Las fuentes persas cuentan maravilladas cómo Cosroes I ordenó a sus arquitectos e ingenieros que tomaran nota de cada una de las calles, plazas, torres, edificios públicos y casas de Antioquía, cuya belleza le había sojuzgado; con el fin de construir junto a Ctesifonte una réplica exacta de la misma en la que asentar a los deportados de Antioquía.
Tomada Antioquía, Cosroes recibió grandes cantidades de oro y plata de las atemorizadas ciudades de Siria, entre ellas de Seleucia del Orontes, Calcis y Apamea. Tal era la sensación de triunfo absoluto de los ejércitos persas sobre los de la Roma que en Apamea, Cosroes llegó a presidir las carreras de carros en el hipódromo de la ciudad.
Eufórico por sus victorias, el rey persa se volvió hacia el Éufrates y se plantó ante Edesa; no pudo tomarla, por lo que la fama de la ciudad como inconquistable creció. Tampoco logró tomar la gran ciudad-fortaleza de Dara, según una crónica »separaba a la infantería de Cosroes plantada ante los muros de Dara en dos grupos bien definidos: los verdaderos infantes, posiblemente compañías de arqueros y de infantería pesada, que según el cronista sumaban 40.000 hombres, y los campesinos que, en número de 120.000, se dedicaron durante el asedio a cavar trincheras, fortificar el campamento persa, construir terraplenes y máquinas de asedio, cavar minas y en lanzarse, en sangrientas oleadas, contra los muros de la gran ciudad-fortaleza; auténtica carne de cañón destinada a agotar las fuerzas de los defensores y a preparar así los verdaderos ataques que la infantería de línea lanzaba tras ellos».
Así que, tras negarse a firmar un acuerdo de paz con Justiniano, Cosroes regresó a territorio persa cargado de tesoros y prisioneros. Había quedado de manifiesto el poderío militar que la nueva Persia de Cosroes I tenía entonces en sus manos.
La caída de Antioquía causó una honda impresión en los romanos. Ahora se pagaba el hecho de que las tropas de Justiniano se hubieran desplazado a Italia para combatir a los ostrogodos. Sin embargo, el emperador reaccionó resueltamente ante la amenaza persa.
En 551, y como colofón de las numerosas victorias logradas por los ejércitos de Justiniano, Petra, la principal ciudad del Lázica, fue recuperada por los ejércitos romanos tras un largo y exitoso asedio. Ante este nuevo varapalo bélico, Cosroes tuvo que aceptar de nuevo la paz que Justiniano le ofrecía, en ese mismo año, ya que Justiniano deseaba acabar con la larga guerra en Italia y estaba preparando, en ese mismo año de 551, el gran ejército que Narsés. Cosroes tuvo que aceptar la reconquista romana de Lázica y abandonar cualquier pretensión de conquistar territorios romanos, a cambio recibió 2.600 libras de oro.
En el año 553, los ejércitos de ambas potencias estaban de nuevo en plena campaña. Esta vez la apuesta fue mayor. Justiniano desplazó a Lázica un poderoso ejército de 50.000 hombres, mientras que Persia desplazó a la zona a 60.000 hombres. En 554, los persas con los refuerzos rompieron el frente romano en Lázica y tomaron varias fortalezas, pero fracasaron a la hora de hacerse con la capital del país, que defendieron con maestría las fuerzas bizantinas. La muerte de uno de los generales persas que combatían en Lázica, el spahbad Mermeroes; supuso un grave contratiempo para los persas, y a la larga derivó en un estancamiento del frente persa y en el comienzo de una gran contraofensiva romana que logró recuperar buena parte de las fortalezas perdidas; además de castigar a varias tribus del país que se habían pasado al bando persa.
En el 556, los persas tras sufrir importantes derrotas, fueron casi completamente expulsados, así que en 557, se acordó una nueva tregua, esta vez se incluyó Lazica. Esto preparó las bases para un nuevo tratado de paz, que ambos bandos, tras largas negociaciones, que concluyeron en 562, ya que tanto romanos como persas estaban expuestos a amenazas en sus otras fronteras. Los persas se enfrentaban al ascenso de los turcos occidentales, que habían destruido el Imperio heftalita.
El tratado se mantendría en vigor durante 50 años. Según sus cláusulas, parte de Lázica permanecía dentro del ámbito territorial bizantino, y los vasallos árabes de ambas potencias debían respetar la paz. Los persas debían proteger los puertos del Cáucaso de los ataques de los hunos y de otros pueblos bárbaros. El tratado contenía además otras disposiciones, acerca de asuntos como el trato que debía darse a los tránsfugas, así como el compromiso de no levantar nuevas fortalezas en la frontera romano-persa y cláusulas relativas a la política comercial.
Justiniano había logrado, al fin y al cabo, mantener las fronteras orientales de su Imperio, aun cuando fuese a costa de grandes esfuerzos. Un punto del tratado era, sin embargo, oprobioso para los bizantinos, adelante deberían abonar anualmente a los sasánidas un tributo de unas 500 libras de oro.