Hola, compañeros: aquí os traigo una exposición sobre el África Oriental británica (East Africa) y alemana (Deutsch Ostafrika) en los primeros años del siglo XX, vasto territorio compuesto hoy por tres países: Uganda, Kenia y Tanzania. Para ello me centro en dos personajes de la época, uno británico y otro alemán, que escribieron su historia en aquellas tierras, una historia de grandeza y caballerosidad, fruto de unos valores humanos basados en la fidelidad con uno mismo y con sus compañeros y en la comunión con el entorno; dos personajes que aun en tiempos de guerra expresaron lo mejor del ser humano.
No me detengo, por tanto, en la historia de esa zona del continente, en cómo se colonizó por unos y otros, pero sí lo hago en las monedas británicas y alemanas que se fabricaron para que circularan allí. Quiero pensar que Selous y von Lettow las llevaron en sus bolsillos y pagaron con ellas sus necesidades. Las británicas las he seleccionado –en la época de preguerra y de guerra se acuñaron más piezas– para no aburrir. En cambio, he puesto todas las alemanas de que dispongo –también se acuñaron otras–.
Frederik Selous fue el prototipo de caballero que dio cuerpo a la leyenda del cazador blanco: aunaba deportividad y romanticismo aventurero. Nació en Inglaterra en 1852 y a la edad de 15 años su pericia y habilidad le salvaron la vida al hundirse la placa de hielo de Regent’s Park de Londres mientras patinaba sobre su superficie, en un accidente en el que murieron 48 personas.
Desde joven decía que iba a ser cazador en África –había leído las aventuras que contaban viajeros cazadores como C. Oswell y Ch. Baldwin–. Muchas noches dormía en el suelo o trepaba a los árboles para entrenarse. Con 19 años se embarcó para Sudáfrica con un rifle y 400 libras en el bolsillo. En Kimberley le robaron el rifle y hubo de comprarse dos escopetas usadas; adquirió un carro, caballos, bueyes y pólvora, y con los bolsillos vacios, en 1872 iniciaba su primera expedición cruzando el río Vaal. Cazó allí sus primeros elefantes; se adentró en territorio de la mosca tse-tse, cuyas picaduras mataban a las caballerías en pocos días, por lo que decidió ir a pie. En los tres años siguientes mató 78 elefantes. Un jefe local lo definió como un “joven león”.
Y le ocurrió lo que a otros cazadores: conforme fue matando elefantes fue desarrollando un profundo amor por la naturaleza. Condenaba la caza de los rinocerontes –ya hacía tiempo que no los disparaba–; tampoco disparaba sobre animales hembra. Fue derribado por búfalos y elefantes, resistió a pie cargas de leopardos y leones, tuvo numerosos accidentes, sufrió malaria, se le rompieron varios huesos y su cuerpo estaba lleno de cicatrices. Cuando el escritor Henry Rider Haggard le conoció, se basó en él para crear a su héroe Allan Quatermain en
“Las minas del rey Salomón”.En 1887 le contrataron como guía de un safari. Para entonces había publicado su libro “Los viajes de un cazador en África, y su éxito le garantizaba recursos suficientes para vivir. En 1890 Cecil Rhodes le contrató para conducir colonos al río Zambeze, abriendo camino hacia Fort Salisbury (hoy Harare, capital de Zimbabue), recorrido conocido como “ruta Selous”.
Detestaba el apartheid de los colonos sudafricanos y admiraba a los negros. Decía de los primeros: “Mentalmente son la más ignorante y estúpida de todas las razas humanas; no tienen ni la décima parte del coraje de los zulúes”.
Publicó dos libros más; en 1894 se casó y se instaló en Surrey, desde donde viajaba con frecuencia a América, Alaska (el Yukón), Noruega, etc. para seguir cazando. Y en 1902 viajó por primera vez al África Oriental, a los territorios de las Tierras Altas, donde quedó fascinado por la riqueza y el paisaje de aquellos lugares. Y aunque siguió cazando, su pasión por ello perdía intensidad al tiempo que crecía su idilio con la naturaleza y los animales: en 1908 publicó
“Recuerdos y notas de la Naturaleza africana”, auténtico libro de un conservacionista, con notas sobre los animales precisas y exactas.
De nuevo en Surrey, decidido a retirarse, se dedicó a escribir, pero la guerra mundial estalló cuando tenía 63 años, y decidió alistarse como voluntario en la campaña de África. Pasó con excelencia las pruebas físicas y fue enviado al África Oriental como oficial de Inteligencia. Llegó a Mombasa en mayo de 1915, integrado en la Legión de la Frontera, cuerpo de 1.116 hombres. En diciembre de 1915, entre bajas por combate y por enfermedad, solo 60 hombres del citado cuerpo estaban en condiciones de seguir combatiendo, entre ellos Selous. Sus compañeros le idolatraban; su capacidad física y su valor eran excepcionales.
En enero de 1917, las tropas británicas intentaban rodear a las alemanas de von Lettow en la región del río Rufiji. Selous subió a un altozano a contemplar los movimientos enemigos con sus prismáticos. Un francotirador alemán le alcanzó en la frente con un disparo, causándole la muerte instantánea. La rabia fue tal entre sus hombres que se lanzaron a un ataque a la bayoneta en campo abierto contra la posición alemana. Los británicos la tomaron y pasaron a cuchillo a cuantos soldados se encontraban en el puesto, incluido el francotirador.
El día siguiente fue declarado de luto no solo entre las tropas británicas, sino también por parte de von Lettow, quien envió un mensaje de condolencia por la muerte de su heroico enemigo. Muchos jóvenes británicos lloraron la noticia de su muerte. Fue enterrado al pie de un tamarindo, a la orilla del Rufiji, cerca del lugar donde cayó. Esa región es ahora el mayor parque natural de toda África, al cual las autoridades tanzanas pusieron el nombre de “Parque Selous”.
1 Pysa de Zanzíbar, 1882 (1299 Hég.), de cobre, acuñada en Bruselas para que circulara en Zanzíbar, aún bajo dominio del sultán Sa'id ibn Barghash (nombre que aparece en la moneda), pero ya bajo influencia británica poco antes de que se convirtiera en protectorado británico. Con 25,2 mm. de diámetro y 6,2 gr. de peso.
1 Pice de Mombasa, 1888 (1306 Hég.), de cobre, acuñado en Calcuta (otros se labraron en Heaton & Sons de Birmingham) por la Cía. Imperial Británica del África Oriental para que circulara en esta primera capital de la colonia británica, aunque nominalmente aún bajo dominio del sultán de Zanzíbar. 25 mm. de diámetro y 6,4 gr. de peso.
1 Rupia de Mombasa, 1888, acuñada en plata de 0,917 por Heaton & Sons, en Birmingham. 30 mm. y 11,7 gr. Su valor equivalía a 64 pysas o pices. Son piezas, por tanto, anteriores a la decimalización.
1 Pice de 1898 (1897-98), a nombre de la reina Victoria, de bronce, labrado en Tower Hill Site de Londres para que circulara en el Protectorado del África Oriental. 26 mm. y 6,6 gr.
1 Centavo de 1909 (1909-10), 10 Centavos de 1907 (1906-10) y 50 Centavos de 1906 (1906-10), a nombre de Eduardo VII, todas ellas producto de la decimalización, fabricadas en Tower Hill Site de Londres para los Protectorados del África Oriental y Uganda. Las dos primeras monedas en cuproníquel, con 22 mm. y 2,9 gr. y 31 mm. y 11,4 gr. respectivamente. Los 50 centavos, en plata de 0,800, con 23,6 mm. y 5,8 gr.
1 Centavo de 1911 (1911-18), 5 Centavos de 1914 (1913-19) y 25 Centavos (1912-18), a nombre de Jorge V, las dos primeras fabricadas en Birmingham, la tercera en Londres, para que circularon en los Protectorados de África del Este y Uganda. Como en las anteriores, las dos primeras en cuproníquel, 22,3 mm. y 3 gr. y 25,5 mm. y 6,5 gr. respectivamente; los 25 Centavos, en plata de 0,800, con 17,9 mm. y 3 gr. de peso.
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Paul von Lettow nació en Prusia en 1870. Hijo de un oficial del ejército, estudió en la Academia Militar de Kassel y sirvió en China antes de ser destinado a los territorios alemanes de África del Sur, actual Namibia. Allí aprendió tácticas de lucha en la selva y desarrolló una enorme pasión por África, sin intuir que acabaría por convertirse en uno de los mitos de la historia blanca del continente negro.
En 1913, cuando se acercaba la guerra, fue nombrado comandante supremo de las fuerzas armadas alemanas en Tanganika, la Schutztruppe, tropa compuesta por algo más de 200 oficiales y algo menos de 3.000 suboficiales y soldados nativos, los “askaris” (soldado, en swahili), casi todos de origen sudanés y zulú. A pesar de su escaso número, formaban una tropa de élite, curtida en las feroces luchas contra las tribus nativas.
Lettow llegó en un barco británico al puerto de Mombasa solo unos meses antes del estallido de la contienda. En el viaje conoció a la danesa Karen Blixen, la famosa Isak Dinesen de “Memorias de África”, que viajaba para casarse con el que sería su marido Bror Blixen. El libro fue llevado al cine por Sidney Pollack en la película del mismo título interpretada por Meryl Streep y Robert Redfort. Ambos al llegar se desearon buena suerte sin imaginarse que volverían a verse muchos años después mucho más viejos y ya famosos.
Iniciada la guerra, las primeras escaramuzas entre los dos ejércitos causaron las primeras bajas. Poco después Berlín intentó llegar a un acuerdo con Londres para establecer, como se había hecho en el Congo belga, que el África Oriental fuera declarada neutral, a lo que Londres no solo se negó, sino que mandó una fuerza expedicionaria desde India de más de 8.000 hombres a cuyo mando iba el general Edward Aitken. Se pensaba en una operación rápida y sencilla, de pocas semanas.
La primera batalla en las playas de Tanga, donde los británicos habían desembarcado, fue un auténtico desastre. Además de los muertos indios en la misma playa, cuando los británicos pensaban que habían tomado la ciudad, Lettow ordenó un ataque suicida contra una tropa muy superior en número. Los askaris gritaban a los soldados indios llamándolos “insectos”, el peor insulto en swahili. En pocos minutos, dispersaron a los británicos, que huyeron hacia las playas. “Corrían como conejos y chillaban como monos”, comentó un oficial alemán. Tanga estaba salvada y Gran Bretaña sufría una derrota humillante en territorio africano. El oficial que dirigió el ataque, Tom Prince, había sido compañero de Lettow en la Academia de Kassel; había dejado el ejército y se había establecido como granjero en Tanganika; al estallar la guerra se había puesto a las órdenes de von Lettow con un puñado de colonos voluntarios. Murió aquella mañana, cargando a la bayoneta, y durante el resto de la campaña, los askaris afirmaban que su fantasma los acompañaba y se tomaba venganza de los británicos, degollándolos durante la noche.
El general Aitken ordenó reembarcar y se dirigió a Mombasa, abandonando numerosa munición, rifles, ametralladoras, teléfonos de campaña y ropa militar, que pasó a ser propiedad del ejército de la Deutsche Ostafrika. Cuando llegó a Mombasa recibió la noticia de su degradación a coronel. Como contaba un oficial inglés, “entraba en estado de angustia y depresión cada vez que oía el nombre de Lettow”. Pocos días después, cerca de Moshi, en las faldas del Kilimanjaro, von Lettow derrotaba a otra tropa británica dirigida por el general Stewart.
Los días más difíciles llegaron, no obstante, a comienzos de 1916. El resto de las colonias alemanas en África había caído: la actual Namibia y los ahora Togo y Camerún habían pasado al enemigo en 1915 y febrero de 1916. Tras la batalla de Jasin, al norte de Tanganika, nuevamente ganada por los alemanes, Lettow se dio cuenta de que no podía seguir enfrentándose abiertamente a los británicos, más numerosos y mejor pertrechados; no solo había sido herido en un brazo, sino que había perdido 27 oficiales y numerosos askaris, y consciente de que Berlín no podía enviarle ayuda, decidió que su manera de combatir sería distinta: pasó a una guerra de guerrillas.
Los británicos por el norte (Kenia) y el sur (Nyasaland), dirigidos por el general Smuts, y los belgas por el oeste (Congo) entraron en Tanganika. Jan Smuts había nacido en Pretoria en 1870, el mismo año que von Lettow, y tras formarse en Oxford había combatido junto a los bóers y contra los británicos en Sudáfrica, y había participado en el nacimiento del nuevo estado sudafricano en 1910. Bajo su mando y el de Botha, las tropas sudafricanas habían tomado Namibia en 1915. Sus éxitos en Tanganika no tardaron en llegar: conquistó Moshi y poco después Tanga. Los belgas se habían hecho con la ciudad de Tabora, y Smuts seguía su avance conquistando Bagamoyo y Dar es Salaam. Sobre el papel, la Deutsche Ostafrika había sido conquistada.
Pero quedaba Lettow; el coronel y su ejército vagaban por los extensos territorios del África Oriental burlando al enemigo, derrotándole en incursiones por sorpresa e infligiéndole numerosas bajas y pérdida de armamento y municiones. Para entonces, von Lettow sabía que la guerra no podía ganarse en África sino en Europa, y su principal objetivo militar era tener ocupados en Tanganika el mayor número de tropas aliadas durante todo el tiempo que pudiera: sumándolos en África los restaba de Europa.
Los números cantan mejor que nada: 130 generales se enfrentaron a Lettow en cuatro años, causó 60.000 bajas a sus enemigos y terminó la guerra con 155 oficiales alemanes vivos de los 218 que la habían empezado. Cuando entregó sus armas tras la rendición alemana en Europa, el 90% era armamento británico (de su armamento original conservaba solo siete ametralladoras y unos pocos fusiles). “Más que rendir sus armas, lo que hizo fue devolver artículos prestados” dijo con humor el historiador Charles Miller.
Su ejército, a lo largo de esos años (1914-18), había combatido la malaria con potingues elaborados con corteza de árbol por los curanderos nativos, habían bebido su orina cuando el agua escaseaba, comieron carne de hipopótamo, serpiente y mono, se habían fabricado botas de piel de búfalo, y aunque la mayoría de los oficiales y el mismo Lettow habían sido heridos, habían conseguido reponerse con remedios nativos naturales y habían seguido combatiendo. No perdió una sola batalla y ganó todas cuantas planteó en las condiciones que él mismo elegía. Sobre su rendición de nuevo Charles Miller comentó: “Hubo una ridícula ceremonia: la capitulación de un ejército que no había perdido ante un ejército que no había ganado”.
Después de entregar sus armas, Lettow regresó desde Rodesia en tren hasta Dar es Salaam. En todas las estaciones en que paraba los colonos alemanes acudían a vitorearle y entregarle flores. Desfiló luego en Berlín en la avda. Unter den Linden al frente de 155 oficiales como un héroe victorioso y cruzó la puerta de Brandenburgo entre aclamaciones. Pese a ser conservador, se enfrentó a Hitler y se opuso a él.
Antes de estallar la guerra, Hitler le ofreció el cargo de embajador en Londres y Lettow le mandó literalmente “a tomar por culo”. Permaneció bajo arresto domiciliario durante la guerra (Hitler no se atrevió a liquidar a aquel héroe vivo de la campaña de África), perdió dos hijos en el frente y se encontró con muy serias dificultades para sobrevivir en Hamburgo. Y paradojas de la vida, fue su adversario Jan Smuts quien consiguió una pensión militar británica para un antiguo militar alemán, gracias a la cual pudo salvar esos difíciles años de la postguerra.
En 1953 von Lettow tenía 83 años y conservaba una salud envidiable. Por ello no dudó en embarcar rumbo a Sudáfrica, donde la viuda de Smuts le había invitado a pasar unas semanas. Cuando llegó a Dar es Salaam le esperaba entre la multitud una docena de ancianos que al verle rompieron la barrera y se hincaron de rodillas ante él. Eran askaris supervivientes de la Schutztruppe, soldados que habían jurado seguirle hasta la muerte. Lettow los abrazó uno a uno y después lo alzaron en hombros y, ante la mirada atónita de las autoridades británicas, lo pasearon por el muelle cantando en alemán “Haya safari”, su viejo himno de combate.
Von Lettow murió en 1964, el mismo año en que el Parlamento alemán acordaba al fin pagar los sueldos y las pensiones que se debían a los askaris. La forma de hacerlo la tramitó el gobierno alemán a través del tanzano (Tanzania ya era independiente), que publicó un anuncio en los periódicos informando de que se les pagaría la deuda a los antiguos askaris que se presentaran en una fecha señalada en Mwanza, al sur del lago Victoria. En la mañana de la cita el pagador alemán encontró ante sí a unos 300 ancianos, pero eran muy pocos los que conservaban el certificado que en 1918 había extendido Lettow. Entonces, el pagador tuvo una feliz idea: ordenó en alemán movimientos de instrucción militar (firmes, presenten armas, descansen, marchen…); ni uno solo de aquellos ancianos dudó y todos ejecutaron las órdenes del pagador. La deuda de Letttow quedaba así saldada. Y hasta hace treinta años, según cuenta Charles Miller, todavía podía encontrarse en alguna remota aldea de Tanzania algún viejo que decía a los viajeros “Mimi ni askari Mdaichi”, “soy un soldado alemán” en swahili.
1 Pesa de 1890, 1307 Hég. (1890-92) de la Compañía del África Oriental Alemana, labrada en cobre, en Berlín, para que circulara en la colonia alemana de Tanganika. Su valor era equivalente al de los pices o pysas británicos, equivalente por tanto 1/64 de Rupia. 25,2 mm. y 6,5 gr.
½ Heller de 1906 (1904-06) y 1 Heller de 1907 (1904-13), acuñados en bronce en la ceca de Hamburgo (marca J), todas ellas producto de la decimalización, para que circularan en el África Oriental Alemana. 17 mm.y 2,4 gr. y 20 mm. y 4 gr. respectivamente.
5 Heller de 1908 (1907-08) y 10 Heller de 1909 (1908-14), en bronce la primera y en cuproníquel la segunda, ambas en fabricadas en Hamburgo (J), con 37 mm. y 20 gr. y 26mm y 6,4 gr. respectivamente.
1 Rupia de 1897 (1890-1902), anterior a la decimalización, y
1 Rupia de 1904 (1904-14) posterior a ella, acuñadas ambas en Berlín (la primera sin marca, la segunda, A), en plata de 0,917, con 30 mm. y 11,7 gr. la primera y 11,6 gr. la segunda.
5 y 20 Heller de 1916, monedas de necesidad acuñadas en plena guerra en la ceca provisional de Tabora (marca de ceca, T), ciudad interior de Tanganika, en aquel entonces aún en manos alemanas. Las iniciales D.O.A. corresponden a Deutsch Ost-Afrika (África Oriental Alemana). El labrado de las monedas se efectuó en los talleres de la compañía ferroviaria. Ambas son de cobre, aunque se labraron otras en latón. Con 22mm. y 5,3 gr. y 29 mm. y 12,1 gr. respectivamente.
Espero no haberos cansado demasiado. Un saludo a todos.
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Bibliografía: Javier Reverte, El sueño de África.