Hola:
Hoy os traigo un billete que adquirí hace poco y que siempre me ha parecido atrayente por el personaje y por el color de su anverso, tan especial, entre azul y lila. El trabajo de los grabadores es muy bueno y el billete bonito, tanto en su anverso como en su reverso.
Valor: 100 pesetas.
Medidas: 141 x 90 mm.
Emitido por el Banco de España.
Fecha: 25 de abril de 1931.
Fecha de circulación: 21 de junio de 1938.
Retirada de circulación: Al término de la guerra civil, el 1 de abril de 1939.
Papel: Fue fabricado en Inglaterra y era de gran calidad.
Fabricación: calcografía y litografía. Las orlas se realizan en torno geométrico y pantógrafo.
Firmas: grabadas las del gobernador Julio Carabias y la del interventor Adolfo Castaño, estampillada la del cajero Bonifacio Burgos.
Marca de agua: Guerrero con casco.
Impresor: “Bradbury, Wilkinson y Cª”.
Tirada: Se emitieron 10.000.000 de billetes
Numeración: 8.338.642, una impresión en negro en el anverso, en el centro del billete y cuatro en rojo en el reverso, en las esquinas.
Esta emisión que se encargó para sustituir a los billetes anteriores y que la República mandó estampillar sin demasiado éxito. Según el decreto de 23 de julio de 1931 en ellos debían de figurar emblemas o alegorías de la República, cosa que al final no ocurrió con ningún billete de esta serie. El caso es que en el proceso de fabricación se extraviaron cinco ejemplares de los billetes de Vicente López de 25 pesetas y aunque la casa Bradbury puso en el Banco de España una cantidad de libras esterlinas como garantía sobre una posible falsificación y en consecuencia una posible impresión extraordinaria, el Banco de España dispuso otras emisiones con la casa Thomas de la Rue. Así además intentaban no limitarse a un único proveedor.
El personaje del anverso es de los más atrayentes de la historia española en mi opinión: un hombre del Renacimiento, cultivado, con aura y con magnética personalidad. Una figura con similitudes con Juan de Austria y al que el muy católico Fernando de Aragón, al igual que hizo Felipe II con su hermanastro, tampoco pagó con generosidad sus servicios a las coronas de Castilla y Aragón. Se dice que, siendo joven, la reina Isabel tuvo algún amorío con Gonzalo y de ahí la animadversión que según algunos autores, le tuvo el católico rey a uno de sus más fieles conseguidores. Sea o no verdad, vaya usted a saber, fue el impulsor de una forma de hacer la guerra innovadora, embrión de los tercios españoles que dominaron los campos de batalla en la siguiente centuria. Dando la máxima importancia a la infantería, cambiando la labor de la caballería, aligerando armaduras y dando más movilidad a las tropas logró victorias que le dieron renombre y fama eterna. Aclamado por sus tropas como “Gran Capitán” logró un reconocimiento sin precedentes entre sus contemporáneos hasta el punto de que el papa Alejandro VI tuvo que recurrir a él para que librase a los estados pontificios de un asedio que amenazaba con acabar con ellos. En Italia se hizo con un gran prestigio pues logró poner freno a las ambiciones francesas sobre el reino de Nápoles con menos tropas y con menos recursos que éstos. Ya antes se había ejercitado en los años que precedieron a la toma de Granada, tanto en la vertiente puramente militar como en la diplomática y negociadora. Tuvo relación estrecha con Boabdil al que apoyó en sus querellas internas para hacerse con el control de Granada.
Después de esa primera campaña exitosa en Italia hubo de sofocar alguna revuelta mudéjar porque los Reyes Católicos al parecer no cumplieron con todo lo acordado en las capitulaciones en las que él mismo participó, especialmente en lo relativo a la libertad de culto. También tuvo que someterse al escrutinio de los dineros gastados en esas campañas y dice la leyenda que aquello no le sentó muy bien, dando respuesta soberbia y altanera a los reyes, aunque esto parece casar más con el aura de héroe popular que adquirió. Sí que sus desencuentros con Fernando de Aragón fueron notorios y ya venían de antes por la cesión de tierras conquistadas en Nápoles a la nobleza local y que habían sido prometidas al Gran Capitán y sus hombres. Luego, muchos años después, Lope de Vega escribió una comedia titulada “Las cuentas del Gran Capitán” basada en estos hechos y que aumentó enormemente el recorrido de la leyenda.
A pesar de todo le encomendaron poner freno a las ambiciones otomanas en el Mediterráneo y comandó una flota para lograr tal fin. A la vuelta tuvo otra vez que defender los intereses de la Corona de Aragón en Nápoles y logró la fama con las batallas de Ceriñola y Garellano contra los franceses. Fue virrey de Nápoles durante tres años y tras la muerte de la reina Isabel, Fernando lo destituye de su cargo porque pensaba que la notoriedad que estaba alcanzando era excesiva y su poder, también. Temía el monarca que en el complicado tablero de ajedrez que era Italia entonces, Gonzalo no le fuese tan leal como debiera.
Nació en el castillo de Montilla y su destino era el de un segundón pues tenía un hermano mayor, Alfonso que era quien había de seguir manteniendo el linaje. Estuvo en la corte con el infante Alfonso y al morir éste, pasó al servicio de la que sería reina católica. Algún trabajo ya le realizó siendo un mozalbete en el conflicto dinástico por la corona de Castilla que mantuvo Isabel con su sobrina Juan la Beltraneja. Después estuvo incluso a punto de meterse fraile pero la cosa no fue más allá. Enseguida se casó y también enviudó rápido. Se casó por segunda vez y tuvo dos hijas. El final de su vida lo pasó apartado de trabajos relevantes, aunque mantuvo actividad, correspondencia y encuentros con personajes principales como el cardenal Cisneros. En 1515 muere en Granada. Está enterrado en el Real Monasterio de San Jerónimo de Granada, junto a su esposa María de Manrique.
En el reverso un cuadro de José María Casado del Alisal, pintor palentino que murió a los 55 años en Madrid y que en vida obtuvo amplio reconocimiento. Romántico y con influencias de Louis David, de su maestro Federico Madrazo y de Velázquez, en esta pintura resalta el carácter noble y leal del “Gran Capitán”. Según se cuenta, el día después de la batalla Gonzalo recorría el campo en el que ésta había tenido lugar y encontró el cadáver de su antagonista desnudo. Mandó celebrar honras fúnebres para darle adiós con honra. Hay otra versión que cuenta que salió de su tienda después de la batalla y vio a un hombre con las vestiduras del duque por lo que le mandó llevarlo ante él afeándole su conducta. Este cuadro es del Museo del Prado y está depositado en el Senado y se conoce como “Los dos caudillos” o “El Gran Capitán encontrando al día siguiente de la batalla de Ceriñola el cadáver de su enemigo el duque de Nemours”. Casado del Alisal trabajó en la basílica de San Francisco el Grande, el mejor templo de Madrid a mi juicio, en donde le sorprendió la muerte.
Espero que os guste el billete y
@Natxos7, obviamente puedes ponerlo donde te parezca.
Saludos