El sol abrasaba todo, el calor era insufrible y la humedad que provenía del mar azulado, dejaba marcas de cansancio en nuestro caminante. Las buenas gentes de los distintos pueblos le habían indicado el camino para encontrar el puerto de Valencia. La esperanza de poder embarcar en un navío que le llevase hasta Tierra Santa le invadía, el camino había sido largo y fructífero pero estaba incompleto.
Allí, en los lugares donde Dios vino al mundo, por fin cumpliría su promesa.
*Tres años antes*Rodrigo, antes conocido como el perro de presa de su señor, caminaba entre el lodazal de las calles de Medina del Campo, apartando las gallinas a punterazos e insultando a los vagabundos y rameras que se encontraba apoyados en las paredes llenas de cal de la ciudad. El castillo se divisaba desde cualquier punto, pero el el castillo, antaño cuartel general de refugio del populacho ante un ataque sorpresa,ya no era si no más que la mansión del nuevo señor y su perro "asqueroso" de presa.
Rodrigo se encargaba de recordarles a los habitantes de la ciudad sus quehaceres y sus prioridades a la hora de pagar sus buenos tributos a su señor. En muchas ocasiones utilizaba métodos nada comunes como amenazas y palizas, llegando incluso a arrebatar sin mediar palabra media libra de carne del cuerpo de sus deudores, provocando imágenes dantescas que afianzaban su temor hacía el resto de la población.
Contaban las leyendas que en cierta ocasión asesino de un solo y certero golpe con la empuñadura de su espada al párroco de una localidad dentro de los límites de su señor, pues éste se había quejado de sus formas y le había amenazado con la excomunión por sus malvados actos.
Rodrigo, seguía caminando, iba derecho a por Hernán, el carpintero, pues éste debía la cuantiosa cantidad de diecisiete reales a su señor. Decía que no podía mantener el sustento a su familia y que todo lo que ganaba lo otorgaba a su señor, pero Rodrigo sabía que eso no era verdad, bueno al menos eso creía. Y una visita no le vendría mal. Hernán no se encontraba en su taller, su aprendiz le dijo a Rodrigo que había hecho un alto en el trabajo para visitar la capilla de San Juan, al que Hernán le profesaba bastante devoción.
Así fue, allí lo encontró Rodrigo arrodillado frente a la talla de madera del Santo dentro de la iglesia parroquial. Rodrigo interrumpió su oración con un violento golpe en el hombro para inmediatamente después levantarlo del suelo y tras mirarlo a los ojos pronunciar las palabras - Morid maldito bastardo hijo de Satanás, vuestras deudas os condenan al infierno de por vida -.
Aquellos gritos alertaron al sacerdote Alfonso, que viendo la situación exclamó un rotundo y firme - Si matas a ese hombre en la casa de Dios, que sepas que el mismo Dios te está viendo -. Rodrigo giro la cabeza aún teniendo cogido a Hernán y vió los ojos sinceros y abiertos de la talla de San Juan. En ese momento le entraron dudas, en ese justo momento, mientras el carpintero lloraba pidiendo clemencia, ahí no supo que hacer. Finalmente tras unos segundos de pausa, la espada de Rodrigo atravesó el abdomen de Hernán, Rodrigo a diferencia de otras ocasiones donde se jactaba de su presa, en esta oportunidad miro al sacerdote que horrorizado no sabía más que rezar en voz temblorosa y vacilante. Rodrigo se acercó a Alfonso, pisando el charco de sangre que dejaba tras de sí el crimen impune que acaba de cometer. Una vez a escasos centímetros de Alfonso, se arrodilló y tirando la espada en dirección al altar dijo - Perdonadme padre, perdonadme de corazón, pues solo he cumplido con mis labores, labores que ya no quiero seguir proyectando al mundo, labores que he entendido tras la mirada del Santo Juan que no debo proseguir, perdonadme padre, perdonadme -.
Alfonso, que había visto crímenes en su juventud debido a las guerras entre los nobles de León antes de emigrar a Castilla, sabía cómo llevar el alma de Rodrigo a buen puerto. Tras una larga conversación, donde el sacerdote pluma en mano, fue apuntando todo aquello que el "perro de presa" le iba contando, decidió que su perdón estaba en hacer el bien por las tierras de nadie desde Medina del Campo hasta el puerto de Valencia, ayudando a inválidos, colaborando con los peregrinos a lugares Santos y empleando su espada solo contra el malvado y el morisco. Así cumpliendo aquello y rompiendo de inmediato su relación con su señor, podría salvar su alma antes del día del juicio, explicando todo lo bueno realizado en el lugar donde Cristo vino al mundo en Belén.
Rodrigo con miedo a las posibles represalias del día del juicio por parte del Santo Juan, testigo directo de su cruel y violento asesinato, firmó con su sello las hojas amarillentas donde Alfonso había escrito todas las condiciones para su posible salvación. Estaba encadenado a un contrato no ya con el anciano sacerdote, estaba encadenado a ese contrato con el mismo Dios.
*Dos meses después*Rodrigo acarició a su caballo, un pura sangre enorme de color negro y pelo suave como el de una dama, se estaba despidiendo de él. Acaba de salir de la ciudad de Medina del Campo, era otoño, el frío rompía la visión del horizonte congelado y el canto de los gorriones daba paso a los graznidos de las urracas del campo. Eran camino largo hasta la ciudad de Valencia, apenas llevaba unas blancas y unos cuartos encima como le había obligado el sacerdote. Su primer acto, no tardaría en llegar.
En pleno camino sinos pocos kilómetros se encontraba con una mujer que estaba siendo golpeada por su padre y esposo al no sacar suficiente dinero de la venta de unas telas en la ciudad de Frías, llevaban golpeándola varios días, pues Frías quedaba a unas cuantas jornadas. Rodrigo preguntó el motivo de aquellos actos contra una hija de Dios y ambos hombres le esputaron insultos y desprecios. Rodrigo sin usar su espada golpeó fuertemente al marido y empujó con fuerza al padre fuera del camino, ambos ante tal ejemplo de fuerza acallaron sus insinuaciones de pelea y cogieron su carro y se pusieron en marcha. Antes de que la mujer subiese de nuevo al carro, Rodrigo cogió su brazo e insistentemente le profesó que le acompañase en su camino, donde solo estarían él, ella y Dios. La mujer rechazó sus palabras por miedo a sus familiares y al que dirían de ella, pero Rodrigo no sé dio por vencido y tras sacar su espada para golpear el carro que avanzaba lentamente, obligó a la mujer a ir con él, con actos puros y si tras encontrar el primer hospedaje no quería seguir su camino, allí la dejaría en buenas manos y no en la de aquellos dos mal nacidos.
La mujer decidió finalmente acompañarlo entre los insultos y vejaciones que proferian sus familiares que se alejaban montados en el carro.
- ¿Cuál es vuestro nombre, noble dama? - dijo Rodrigo.
- Isabel - contesto escuetamente la mujer.
- Bien mi nueva compañera de viaje, de ahora en adelante caminaremos haciendo el bien, rezando en cualquiera de las parroquias, ermitas y cruces que el camino nos vaya regalando y respetando las sagradas escrituras así como evitaremos el mal haciendo caso omiso de nuestras necesidades cuando llegue la noche - le comento nuestro protagonista.
*El camino continua*Rodrigo e Isabel caminaban diariamente, se enfrentaban a malechores y ayudaban a mendigos y rameras. Rezaban y cumplían fielmente las palabras que Rodrigo pronunció el día de su primer y sobresaltado encuentro.
Los cánticos de sus hazañas se fueron popularizando por los distintos pueblos, villas y ciudades. La gente aguardaba el momento en el que los dos caminantes, puros y buenos entrasen en sus calles. Los cánticos rezaban de muchas maneras, uno de ellos reflejaba lo siguiente:
Isabel y Rodrigo vienen de camino,
Vienen a dar ánimos y limosnas,
Pues aquellos que crean sanaran
Con las plantas de las belladonas
Y en lugar de agua caliente, buen vino,
Buen vino sus labios degustarán.
Las buenas acciones de Rodrigo, pronto se dieron a conocer, pero él sabía que el Santo Juan le vigilaba, sabía que Alfonso tenía un contrato irrompible, sabía que las gentes de Medina del Campo le recordaban como malvado y despiadado y sobre todo sabía que su espada seguía manchada de sangre a los pies del altar de la iglesia.
Eso convivía con él, sus pensamientos que a veces no le dejaban dormir. Una de esas noches en las que los recuerdos le atravesaban como flechas el interior de su alma, Isabel se acercó para interesarse. Rodrigo adormilado le pregunto por qué no se quedó en la primera hospedería cuando la rescató de su marido y de su padre y ella a escasos centímetros simplemente le besó, le besó dulcemente como una madre en una mejilla pero Rodrigo inmediatamente después le solicito que le besará de verdad, pues él había llegado a quererla como a nadie.
Tras dos años de camino, de aventuras, de buenas obras y rezos, Rodrigo e Isabel no pudieron contener sus sentimientos y fueron presa de una noche en la que solo ellos dos contaban.
*Valencia*El camino había sido largo, pero muy fructífero, Rodrigo había cambiado, por el miedo sí, pero había cambiado que era la penitencia que le había impuesto el anciano sacerdote Alfonso.
La noticia de que Rodrigo estaba llegando a Valencia invadió la ajetreada ciudad, sus gentes estaban expectantes y los gobernadores locales ya habían iniciado los trámites para que tanto él como Isabel embarcasen en un navío dirección a Tierra Santa.
Hacía mucho calor, no era para menos, el mes de agosto dejaba su primeros días un sol de justicia y una humedad alta provocada por el mar que los romanos llegaron a llamar suyo.
Rodrigo pisaba finalmente el penúltimo escalón de su viaje, un viaje donde había peleado contra ladrones, cobradores de impuestos abusivos, asesinos y algún que otro infiel que se negó a abrazar a la Santa Madre Iglesia en su ser. Se había ganado la devoción de la muchedumbre en los distintos territorios, Castilla, Aragón y Valencia habían visto sus azañas, siempre acompañado de la hermosa Isabel, mujer frágil de tez blanquecina y fuerte melena negra de negros ojos y cuerpo de diosa.
Finalmente puso un pie en el barco que le debía llevar al último lugar de su promesa, de su contrato, de su salvación. El barco zarpó a las pocas horas con un gran cargamento que sería depositado en Sicilia, pero una tormenta de verano avivó los peligros de la mar y las grandes olas y el fuerte viento hicieron que ese último lugar jamás fuese pisado por Rodrigo, jamás la muerte de Hernán tendría el perdón que se había pactado y jamás Alfonso podría dar por cumplido el contrato que aquella mañana tras el asesinato ambos firmaron.
Isabel logró escapar en un bote anticuado del navío junto a otras mujeres y algunos marineros, Rodrigo se hundió junto a su promesa, pero sus actos y sus buenas obras le salvaron el alma, pese a incumplir el último punto, la llegada a Tierra Santa.
Rodrigo paso a ser conocido como "el bueno" y dejo de lado aquél "perro de presa".
Y sí, todo esto se me ha venido a la cabeza mientras pensaba en como felicitar a
@TirantLoBlanc mientras miraba está humilde moneda de Gibraltar que ya presente en su día:
https://www.imperio-numismatico.com/t135206-3-grandota-28-ecus-2-pounds-1992-colonia-de-gibraltar?highlight=Gibraltar¡¡Feliz Cumpleaños caballero andante!!