Recibí esta moneda, junto con otra que ya tendré tiempo para presentar, durante la primera semana de confinamiento. No voy a comprar nada más hasta que esto termine, aunque no faltan tentaciones. Solo pensar que alguien se pueda contagiar por mandarme una monedita me da bastante mal rollo. Ya habrá tiempo de desquitarnos compañeros y espero que todos estéis lo mejor posible.
Paso a la moneda. Se trata de un clásico de los ases de Claudio de la emisión del 41 al 50, hasta que se dignó a aceptar el título de
Pater Patriae. Por el estilo y sus medidas, algo pasada de peso, creo que venga de la ceca imperial y no se trate de una imitación hispana. Aunque algunas letras en las leyendas me hacen dudar. Sobre esto agradezco cualquier comentario y opinión. Tengo como objetivo juntar la tríada de ases de esta emisión con ejemplares de la ceca de Roma y, si estoy en lo cierto, solo me faltaría una Constantiae.
El reverso de esta moneda representa a la Libertas sosteniendo un
pileus, el gorro que les ponían a los esclavos liberados en el acto de manumisión. La mayoría, por no decir todas las fuentes que he consultado apuntan a que se trata de un motivo propagandístico para destacar la libertad que llegaba tras el principado de Calígula. Es en este punto en el que me voy a extender. Que se trata de un ejemplo de mensaje de propaganda política estoy totalmente de acuerdo. Puede que sea el mejor ejemplo de este uso de las monedas por parte de este emperador. Que con Claudio la clase senatorial tuvo una vida mucho mejor y más libre que con su sobrino tampoco ofrece discusión. Pero, por una parte, no parece que Claudio tuviese mucha intención de perjudicar la memoria de Calígula, al menos no más de lo que ya lo hizo él solito. Por otra, hubo una serie de acontecimientos entre el asesinato de Cayo y el reconocimiento de Claudio como príncipe por le Senado que demostrarían que la libertad llegaba más por parte de Claudio que por la muerte de su predecesor. Lamentablemente la parte de los Anales de Tácito que relata estos acontecimientos está perdida, pero tanto Suetonio como Dión Casio aportan suficiente información de los hechos que permiten plantear cierta discusión acerca de ambas cuestiones.
La relación entre Claudio y su sobrino tuvo sus altos y bajos. Nunca mejor dicho, podía pasar de hacerlo cónsul a tirarlo de un puente a un río germano. Pero en esto no dista mucho del resto de la familia. Suetonio transcribe unas cartas de Augusto a Livia que ya usé aquí al presentar el dupondio de la consagración de esta última (
https://www.imperio-numismatico.com/t139036-dupondio-de-claudio-i-diva-avgvsta-livia-sentada-a-izq-roma). En ellas Augusto expresaba su opinión acerca de Claudio y de las responsabilidades que podía llegar a asumir. La postura de Augusto, que marcaría la vida pública y privada de Claudio hasta el año 37, se puede resumir en tres líneas. La primera es que Claudio es un torpe que puede ponerse en ridículo a si mismo y a la familia, por lo que es mejor que no se exponga en público. A pesar de eso es un miembro en toda regla de la familia y debe ser aceptado y protegido. Por último, y a pesar de todos sus defectos, también tiene ciertas virtudes, especialmente literarias, que deben ser apreciadas y explotadas. como consecuencia, Claudio no ocupó ningún cargo del
cursus honorum y se limitó a representar a ciertos gremios y grupos de caballeros en delegaciones, tal vez más por el caché familiar que por sus propias habilidades. Con estos límites en su vida pública y perteneciendo a la familia más poderosa de la época, Claudio se dedicó a disfrutar de lo que más le gustaba, las mujeres, y solo mujeres, el vino y el juego.
Y en esto llegó a vivir a la casa de su madre, donde residía él también, el pequeño Cayo, que acababa de perder a su padre y poco después perderá a casi toda su familia. No se sabe nada del papel que Claudio jugó en la infancia de Calígula, pero su relación debió ser muy estrecha. Al fin y al cabo, Claudio era un niño grande. Cayo creció al lado de su tío y seguramente lo convirtió en objeto de sus travesuras, una figura a la que generalmente se suele coger cariño. Cuando Calígula accedió al principado hizo de la carrera política de su tío una de las más fulgurantes de la historia del imperio, pasando de no haber ocupado nunca ningún puesto a ser cónsul de Roma. La torpeza de Claudio gestionado el encargo de unas estatuas de Nerón y Druso, los hermanos de Calígula asesinados bajo Tiberio, casi le cuesta el puesto, pero no el aprecio del emperador, que siguió teniéndolo como habitual en su séquito. Tan habitual, que se libró por los pelos de estar con su sobrino cuando el prefecto Casio Querea y los suyos le dieron muerte, pues Claudio era también un objetivo de la conjura. Incluso contó con el apoyo de Cayo cuando fue objeto de múltiples acusaciones como cuenta Suetonio. Ejerció un segundo consulado, esta vez por azar de sorteo. Es verdad que en muchas ocasiones ejerció el papel de bufón de la corte, objeto de burlas y desprecio, y perdió todo su patrimonio cuando se le obligó a aceptar un sacerdocio que exigía una fuerte aportación económica. Pero si consideramos que la crueldad y depravación de Calígula no tenía límites, como pudieron comprobar muchos senadores, ser su bufón no parece un puesto tan malo. Cuando accedió al poder anuló todos los decretos de Calígula, pero se negó a aplicarle la damnatio memoriae impidiendo la votación en el Senado, prohibió que se celebrase su muerte y ajustició a sus asesinos sin miramientos.
No está claro hasta qué punto el Senado, como institución, estaba al corriente de los planes de Querea o si este actuaba por su cuenta. Pero lo primero que debatieron los
pater conscriptii, con una amplia mayoría a favor, fue la supresión del principado y el regreso a la república. Y así hubiese sido de no ser que los pretorianos y el ejército tenían otros planes. En la noche y el día que siguió al asesinato de Calígula hubo jaleo en Roma. Mientras los pretorianos lo llevaban a su cuartel, los cónsules y demás senadores, con Querea, los conjurados y el apoyo de las cohortes urbanas, ocuparon el foro y el Capitolio dispuestos a proclamar la vuelta de la república. Sabiendo lo que se cocía entre los pretorianos mandaron a los tribunos al Castro Pretorio para ordenar a Claudio que se sometiera al Senado y no se le ocurriese postularse como emperador. Los soldados los mandaron de vuelta con el claro mensaje de que no aceptarían a nadie que no eligiesen ellos. No está claro cuanto tiempo mantuvieron esta posición hasta que las voluntades comenzaron a ceder y la unidad a resquebrajarse. Había quienes se mantenían en la idea republicana y otros en el principado, pero con otros candidatos de la clase senatorial. Quien sí se puso del lado de un único príncipe y comenzó a pronunciar el nombre de Claudio fue la plebe, que se lanzó a las calles a increpar a los senadores. En la mañana siguiente Claudio tomó juramento a las tropas y entró en el Senado como César y Augusto, aclamado por la plebe congregada fuera de la curia. Esto convirtió automáticamente los hechos de la noche anterior en un delito de alta traición. En tiempos de Augusto hubiesen rodado unas cuantas cabezas, no digamos en los de Tiberio. Pero Claudio se limitó a vengar la muerte de su sobrino, con el pretexto de que él también figuraba en la lista de los conjurados. Casio Querea fue ejecutado junto con un puñado de implicados directamente en el magnicidio. El resto de los senadores, incluidos los que encabezaron el pronunciamiento y se mostraron más activos en contra de Claudio, disfrutaron de un decreto de amnistía. Una libertad como la que aparece en el reverso de esta moneda que les llegó de la mano del nuevo emperador.
Claudio AE As, Roma, 41-50 dC.
Anv: TI CLAVDIVS CAESAR AVG TR P IMP, busto desnudo a izquierda.
Rev: LIBERTAS AVGVSTA SC, Libertas en pie a la derecha sosteniendo pileus.
RIC I 97
Diámetro: 28mm
Peso: 14,3g