Esta es una de las monedas que se acuñaron en el 65 dC. con Roma sentada en el reverso, simbolizando el resurgir de la ciudad después del gran incendio. El nivel de destrucción fue tal que algunos senadores propusieron abandonar Roma y trasladar la capital. La emisión de estas monedas reafirma la decisión de Nerón de mantener la capital en Roma y pone de manifiesto su fortaleza y capacidad para resurgir. En los dupondios, como este, la diosa sostiene una laurea en su mano derecha, símbolo de la victoria de la ciudad frente a la fatalidad. En las de mayor valor, sestercios, denarios y áureos, directamente sostiene una Victoria.
El incendio comenzó durante la noche del 19 de julio del 64, duró 6 días y 7 noches. Destruyó, casi por completo, 10 de las 14 regiones en que se dividía la ciudad dejando intactas solo 3. La estrechez de las calles, los materiales y un fuerte viento del sur ayudaron a su propagación y devastación. Hay varios temas de discusión en torno a este desastre y sus consecuencias, de los cuales los más comunes tratan acerca de su autoría, la persecución de los cristianos y la influencia sobre el comportamiento posterior de Nerón.
En lo que se refiere a la autoría del incendio, los académicos modernos parecen estar de acuerdo en exculpar a Nerón. Entre los antiguos la opinión está dividida. Para Suetonio y Dión Casio no hay duda de que Nerón incendió la ciudad, porque no le gustaba y porque quería solares para una casa mejor. Tácito no toma partido, pues confirma que los historiadores de la época daban versiones en ambos sentidos. Pero lo que cuenta después sobre la evolución del incendio y la conducta de Nerón contradice la versión de los otros dos, y permite plantear serias dudas sobre la implicación del emperador. Al contrario que Suetonio y Dión, Tácito habla de un único foco, que localiza en el extremo sur del Circo Máximo, cerca de donde hoy se encuentra la boca del metro. En aquel tiempo había un mercado, lo que significa abundante combustible en forma de madera y toldos. El foco se habría inciado en el lado del Palatino opuesto a donde después se edificaría la Domus Transitoria. Ese no es el mejor lugar para iniciar un fuego que se supone te va a despejar el solar y menos con el viento del sur, que terminó llevado el fuego, como narra Tácito, en la dirección opuesta. Suetonio habla del empleo de máquinas de asedio para ayudar a propagar el fuego. Tácito no dice nada de las máquinas, pero menciona que al final hubo que demoler barrios para hacer un cortafuegos y salvar lo poco que quedaba sin quemar. Si hubo tales máquinas es más lógico que se hubieran usado en esta tarea. En lo que coinciden los tres es en que, en algún momento de la noche, Nerón sí se puso a tocar la lira y a cantar un poema suyo sobre la destrucción de Troya. Conociendo al personaje no extraña, pero bien pudo hacerlo después de una larga noche coordinado las tareas de extinción y rescate. Nerón se encontraba en la villa de la familia Claudia en Anzio y regresó a Roma en cuanto tuvo conocimiento de la magnitud del incendio. Dirigió las labores de extinción y ordenó abrir los jardines, incluso los privados de palacio, para refugiar al mayor número de personas posible. Ponerse a cantar después de todo eso es una frivolidad, pero no lo convierte en culpable. Salvando este detalle, y cada uno se relaja como mejor sabe, el resto de su comportamiento y los detalles que nos da Tácito inclinan más a pensar que el incendio fue fortuito y cogió al emperador desprevenido.
Sí es cierto que después del desastre algunos muy próximos al emperador aprovecharon para enriquecerse con más o menos descaro. Y el propio Nerón también supo sacarle partido. Al poco de sofocarse el incendio volvió a surgir un foco nada menos que en una zona donde tenía propiedades Tigelino, y se levantaron sospechas contra el mismo emperador. De este personaje, prefecto del pretorio, ya hablé en el post de la Securitas y la conjura de Pisón, que puede verse aquí:
https://www.imperio-numismatico.com/t139692-dupondio-de-neron-secvritas-avgvsti-s-c-securitas-sedente-a-dcha-lugdunum. Tigelino era capaz de habérselo montado por su cuenta sin conocimiento de Nerón, pero eso nunca se sabrá. Se trataría de una más, tanto de las suyas propias como de otros tantos que se enriquecieron después del incendio con la reconstrucción y la especulación inmobiliaria. En lo que se refiere a Nerón, aprovechó para construirse “la casa que merece un hombre”, según sus propias palabras. La Domus Aurea, que abarcaba las laderas de las colinas Palatino, Celio y Oppio en torno a un lago sobre el que años después se levantará el Coliseo. Hoy puede visitarse la parte de ella que quedó sepultada bajo la terma de Trajano en la ladera del Oppio, frente al Coliseo. Se trata de las estancias de verano, y uno puede hacerse una idea, con una sesión muy lograda de realidad virtual, de la magnitud de la obra y el correspondiente derroche de fondos. Tácito dice de los arquitectos Severo y Celler que tenían ingenio y osadía suficiente para desafiar a la naturaleza y abusar de los recursos del príncipe. En su día subí algunas fotos de lo que se puede visitar hoy a la sección de museos
https://www.imperio-numismatico.com/t132866-domus-aurea-palacio-de-neron-roma. Nerón se hizo cargo de los costes de desescombro liberando a los propietarios de esas cargas. Ordenó que los barcos que llegaban con el trigo regresasen a Ostia cargados con ellos hasta que limpió la ciudad. Aquí Suetonio acusa a Nerón de haberlo hecho para saquear las riquezas que pudieran haber quedado entre los escombros, impidiendo a los propietarios poder acceder a ellas.
Algunas de estas acciones alimentaron los comentarios acusadores hacia Nerón, y se hizo necesario buscar un culpable. Esto lo tiene muy claro Tácito que, aunque critica sin miramientos el nuevo credo, sostiene en todo momento que fueron utilizados como chivo expiatorio y lamenta el destino que sufrieron. Algunas de las torturas que describe llegaron a superar el límite de tolerancia de la sociedad de la época, que consideraron como excesivamente crueles. Suetonio menciona la persecución de los cristianos, a los que critica con dureza, como una política más del emperador, tratada de manera separada al relato del incendio. De lo que nos ha llegado de esta parte de la Historia de Dión no hay nada que se refiera a este asunto. Esta es la primera vez que el culto cristiano aparece en las crónicas romanas y da una idea de la rapidez con la que se difundió en la capital una religión nacida solo 30 años antes. Al fin y al cabo, Roma era el centro del mundo y, hasta el momento, los cristianos vivían allí más tranquilos que en Judea. Suetonio menciona una represión anterior de esta comunidad, aunque no da ninguna otra referencia, salvo que se trate de cuando Claudio expulsó a los judíos de Roma, porque “andaban alborotados por culpa de un tal Cresto”. Los académicos hoy creen que este personaje no tiene nada que ver con el Cristo de la nueva religión. En general, la relación de los Claudios con los cultos orientales no fue del todo fluida. Tiberio prohibió las prácticas, que no las creencias, de los cultos judío y de Anubis en la ciudad. A Calígula todos los dioses, salvo él mismo, le molestaban. A punto estuvo de meter una estatua suya en el templo de Jerusalén. Claudio tuvo ese problema que cita Suetonio con los judíos. Cuando Nerón, esta nueva religión derivada del judaísmo, que anunciaban la llegada del fin del mundo, había alcanzado un número de seguidores lo suficientemente grande como para servir como cabeza de turco.
Además de las obras de la Domus Aurea, Nerón acometió la mayor reforma urbanística de la ciudad hasta el momento. Estableció y ordenó las medidas y condiciones de los edificios y amplió el ancho de las calles y los espacios abiertos. Esto último le valió críticas de algunos ciudadanos que se quejaban de que en la nueva ciudad no abundaban lugares donde resguardarse del sol abrasador del verano. Quien haya pasado alguna temporada en Roma en julio y agosto lo puede entender. Construyó unos pórticos en todas las insulae, que financió con fondos imperiales, que facilitaran la evacuación y las labores de extinción en caso de incendio. Más allá de estas medidas dirigidas a evitar nuevos desastres en el futuro, Nerón ideó una Roma que brillase en esplendor y belleza. El proyecto fue tan ambicioso que el presupuesto se disparó y el dinero se fue volando entre la nueva casa y la ciudad. Para conseguir más fondos Nerón recurrió a la presión fiscal, primero en Italia y luego en las demás provincias. Pero esto no fue suficiente y, se cree que por sugerencia de Tigelino, decidió saquear los templos, donde se guardaban los tesoros de la ciudad y botines de guerra desde los tiempos remotos. Hasta ahora los crímenes de Nerón habían caído dentro de la esfera privada, y Roma era una fiesta continua. Pero el saqueo de los templos fue un acto de sacrilegio que golpeó el corazón de Roma y fomentó el descontento en importantes sectores de la población. El terreno estaba bien sembrado y abonado para las conjuras y represiones que siguieron a continuación.
Y aquí está la moneda:
Nerón, AE Dupondio, Roma, 65 dC.
Anv: NERO CLAVD CAESAR AVG GER P M TR P IMP P, Busto radiado a derecha.
Rev: ROMA S C, Roma sentada a izquierda en silla curul, sosteniendo laurea en la mano derecha y parazonium.
RIC I 296
Diámetro: 28mm.
Peso: 13,9g.