Lo más valioso para Juan, era aquella moneda de bronce. Y empezó esa tarde de abril lluviosa a contarles a sus nietos el por qué era tan preciada...
Los problemas económicos por los que atravesaba el país, no eran indiferentes a Juan. La terrible crisis financiera había afectado gravemente a la clase social más baja, como si no tuviesen problemas antes de la llegada de está.
Sus padres siempre habían trabajado las tierras de don Ricardo, un hombre amable y campechano que no dudaba en bajarse de vez en cuando a trabajar con sus empleados y reírse con ellos degustando un asado tras la dura jornada. Pero la crisis financiera atravesó como lanza el corazón de don Ricardo, trayéndole extremadas pérdidas y curiosamente una bala alojada en su cabeza disparada por su propia mano.
Los, llamemoslos buitres trajeados, se quedaron con las tierras de don Ricardo e hicieron abandonar el lugar a todos los que para él trabajaban, eso sí con una mano empujando el carro de sus escasas pertenencias y con la otra agarrando fuerte a los más pequeños. Despojados de sus trabajos, despojados de sus casas, la emigración hacía la ciudad era el único camino. Eran humildes trabajadores, llenos de llagas en las manos, quemaduras del sol en el rostro y los huesos como viejos del duro y a veces inhumano trabajo. ¿Qué podían hacer estos hombres y sus mujeres en la ciudad?, cuando resultaba imposible acceder a un trabajo, cuando no había comida en los despachos de ultramarinos, cuando había más y más personas despojadas de todos sus derechos civiles, durmiendo debajo de soportales y en las zonas verdes de la capital.
Al llegar a la urbe, se dieron cuenta que no sería sencillo ni tan siquiera poder quedarse, policías con fusiles al hombro patrullaban cada palmo de las manzanas, el propio ejercito estaba a la entrada de los barrios de los más pudientes para evitar saqueos y protegerlos. La ciudad era una sombra de lo que un día fue, aquella ciudad prospera donde los más humildes progresaban y se compraban una casa, donde los más sabios decidían el porvenir del país, donde los estudiosos se reunían en cafés para debatir ideas y cantar poesías. Ya no quedaba nada de aquello, solo quedaba miseria mirases donde mirases, los ricos que aún quedaban estaban pertrechados en una zona alejada y todos los demás habían abandonado el lugar, dejando sus sitio a los miles de pobres que cada día llegaban a cientos como los padres de Juan.
La familia de Juan, fotografiada por un profesional en su humilde barriada
Ni el gobierno, ni las autoridades locales eran capaces de intentar solucionar aquella terrible crisis. Fueron años muy duros, se comía lo que se podía, ni que decir que ya no quedaban gatos por las calles. Esa conducta, desesperada y paupérrima, trajo consigo el aumento de los roedores y con ellos las enfermedades. Cada día morían muchos de deshidratación, hambre y enfermedad.
Y mientras tanto el gobierno, sin hacer nada en pos de la solución de aquellos que solo querían un futuro mejor para sus hijos.
Fue en aquél año de 1935, cuando por el mes de marzo, fallecía en la calle el padre de Juan de un ataque súbito. Su débil salud no aguanto el sufrimiento diario, la escasa comida, el poco agua potable y las humillaciones de policías, gente rica y por que no decirlo, de su gobierno también.
Éste fue encontrado con una moneda de cinco centavos en su pantalón, iba a comprar algo con lo que poder dar de comer a sus hijos ese día. Juan encontró la moneda en el cuerpo tirado, como si de un perro se tratase, en la calle de su padre y se la guardo como ese último recuerdo grato, ese recuerdo de que su padre murió yendo a por comida al despacho de ultramarinos para él y sus hermanos.
Jamás se separó de aquella moneda, era más valiosa de que una de 20 pesos, era simplemente un trozo de esa historia que su familia atravesó, un trozo de bronce llamado a ser el mejor documento de una crisis enorme, llamado a ser el recuerdo de don Ricardo que tan bien les trató pese a ser pobres, el recuerdo de que aquello que es inmortal es el recuerdo de los que lucharon para que saliese adelante, para que no muriese tirado en la calle, como si de un perro se tratase, por que para eso, ya estaba su padre que murió por él.
La moneda de Juan...
9 gramos, 28 milímetros, Bronce, 21.980.000 piezas, ceca de México.