Y a ver qué me decís de esta restauración que hice. Una tía de mi mujer me la regaló a cambio de restaurarle dos angelotes. El Cristo y los angelotes habían estado enterrados en una cuadra durante la Guerra Civil y así salieron de perjudicados cuando los sacaron muchos años después.
El Cristo era solamente una cascarilla, casi vacío por dentro de la polilla y no tenía brazos. Lo rellené con una jeringa con cola blanca y serrín fino. Luego tapé los agujeros de la polilla con cera virgen. Tallé los brazos en madera con un bisturí, que me dio por ponerlos en esta postura; y con mucho cuidado de no salirme al policromado original, pinté con óleos los brazos y los agujeros tapados.
Me parece que no me quedó mal. ¿No?