Cuando el sol estaba en lo mas alto, cuando las nubes eran tan solo mera compañía de un cielo claro, cuando los vientos del sudeste habían terminado de soplar, cuando el agua del río pareció por un instante estancarse sin realizar ni el mas mínimo movimiento, cuando todo eso ocurrió, Fernando miró aliviado al cielo y apreció el vuelo del mas bello animal creado por Dios. El águila.
Mayo de 1933.
Aquella mañana no parecía en principio una de aquellas que pudiesen convertirse en algo para recordar eternamente. Pero llamemoslo el destino, las circunstancias o los meros derroteros en los que se vivía en esa época hicieron que aquella mañana, si fuese una de esas que se recuerdan durante toda una vida.
Todos estaban intrigados de por que el barco que les llevaba a Francia desde la fría, verde y querida Inglaterra había realizado una parada en la isla de Jersey. En principio nadie les había comunicado que esa parada por corta que fuese se iba a producir. Fernando, un asturiano hijo de antiguos indianos, hablaba en un perfecto francés con un caballero en la cubierta. Ambos comentaban la perpleja situación que estaban observando desde primera linea en la cubierta del barco. Parecía como si en el puerto de la isla estuviese habiendo altercados. Obviamente su opinión sobre el asunto era en primer termino preocupación y en segundo plano indignación. indignación de tener que estar presenciando una escena que no tendrían por qué y preocupación por si su seguridad estaba en peligro.
El caso era, según comentaba el capitán del pequeño navío, llamando un poco al orden a los pasajeros en cubierta, que habían tenido que parar en Jersey para que uno de los tripulantes bajase allí. Eran cortas, escuetas y poco convincentes las palabras del capitán, puesto que el barco nunca realizaba una parada en la isla, sino que iba directo a Francia. Todos allí pensaban que no era la mejor manera para dejar en tierra a un pasajero, en medio de aquellos altercados.
Fernando muy intrigado por aquellas manifestaciones violentas de un grupo de personas en el puerto, pregunto a uno de los oficiales que estaba sucediendo. El por que aquello tenían que presenciarlo los hermosos ojos de las damas que viajaban en dirección a la Republique. El oficial, en un primer momento observó de arriba a abajo con una mirada desafiante a nuestro asturiano y a los pocos segundos le respondió con un tono soberbio, un escueto y simple "no es de su naturaleza saberlo, señor".
Algo estaba pasando, seguramente fuese una huelga o una revuelta promovida por algún tipo de impuesto o subida de precios del pescado, nadie sabía nada. Por el momento todos y cada uno de los tripulantes estaban a salvo dentro del barco.
La situación se calmo, los disturbios fueron apaciguándose y la gente fue retirándose del puerto. Estaba anocheciendo en la preciosa isla y sus aguas siempre nerviosas. El barco se acerco hasta el muelle y atracó. Uno de los pasajeros, acompañado por varios oficiales bajo del barco por la pasarela. Nadie sabia quien era, pero debía ser alguien importante para que varios oficiales le acompañasen. Pronto se escucharon varios disparos y algunos gritos. Desde el barco todo el que todavía aguantaba en cubierta con el frío que empezaba a hacer, se asomó para ver que sucedía. Su primera impresión... miedo.
Los disparos continuaban y uno de los oficiales malherido a causa de los tiros intentaba subir por la pasarela de vuelta al barco, no lo consiguió, a mitad de camino cayó desplomado en ésta por las heridas producidas. Fernando y otro de los caballeros que viajaban en el susodicho, bajaron rápidamente a coger el cuerpo del oficial mientras escuchaban los gritos de los trabajadores de la compañía naviera que subiesen rápido.
El oficial agonizaba, no le quedaba seguramente ni cinco segundos de vida, pero aún así pudo pronunciar con voz extremadamente leve 'franceses' para seguidamente quedar en rigor mortis. Aquella palabra era directamente un rompecabezas por si solo. Que querrá decirnos, esta acusando a los franceses de los altercados producidos a lo largo del día de hoy en el puerto. O esta diciendo que han sido franceses los que han atentado contra lo mas sagrado que hay, la vida de un ser británico.
El miedo se instaló en el barco, pronto lo mas rápido que pudieron los trabajadores soltaron amarras para al menos alejarse del puerto. Fernando, manchado de la sangre del oficial al que intento rescatar se acerco hasta el camarote del capitán, pero un trabajador encargado de la seguridad en el interior del navío le amenazó con una pistola apuntándole directamente al pecho. Le negó el paso, amenazándole de malas maneras y en un inglés muy marcado, un inglés muy poco natural.
Las damas sollozaban de miedo, los hombres aturdidos por lo acontecido hablaban en pequeños corrillos y Fernando alentó a varios de los hombres a robar un arma para intentar dar un pequeño cambio de rumbo a la situación.
El desconcierto era total dentro, nadie imaginaba que eso estuviera pasando. Era un simple viaje desde Inglaterra a Francia, el por que habían parado en Jersey y el por que de los tiroteos era todavía mas intrigante de lo que uno podía imaginar. El barco se había alejado unos metros del muelle, pero no lo suficiente. El capitán estaba recluido en su camarote y los demás oficiales y trabajadores del barco no daban ninguna explicación al respecto de que estaba sucediendo.
Fernando consiguió convencer a un grupo de caballeros para robar algún arma, entre éstos había viejos oficiales de la Gran Guerra y aún con el miedo reflejado en sus rostros accedieron a librar una batalla más en su vida.
Amordazaron a un oficial que portaba una pistola cogiéndole por sorpresa en uno de los pasillos donde se ubicaban los camarotes. Después de robarle la pistola atraparon a otro oficial que sospechaba de que su compañero no hubiese regresado de su ronda por aquel pasillo. Ya poseían dos pistolas y armados con ellas se dirigieron al humilde compartimento del capitán. Fernando y los demás caballeros se volvieron a topar con el encargado de la seguridad que anteriormente le había amenazado, pero en esta ocasión el asturiano no se lo pensó dos veces y disparó contra él matándolo en el acto. Aporrearon la puerta del camarote y el capitán abrió y les hizo pasar.
En el interior del habitáculo el capitán les pidió por favor silencio y calma a los enojados y alterados señores. Después de unos momentos tensos la calma errónea salió a flote y en ese silencio el capitán empezó a desentrañar y aclarar la situación.
"Minutos antes de zarpar, cuando la mayoría de ustedes ya estaban ubicándose en sus camarotes, varios hombres uniformados con el traje de la compañía naviera se acercaron hasta mi persona y me obligaron a meterme en un cuartucho. Allí me dijeron que eran alemanes y que a partir de ahora el barco era suyo. Todo debía seguir con la naturalidad que acompañaba nuestros infinitos viajes a Francia, pero el rumbo a seguir ahora era la isla de Jersey. Allí descendería uno de sus hombres cuando los altercados remitiesen. Y el barco no se movería del puerto hasta que no decidiesen ellos cuando podía continuar la marcha"
El capitán les pidió por favor que no hubiese mas víctimas, que aquél oficial muerto había navegado con él durante años y sentía gran dolor y conmoción por lo sucedido.
En principio la indignación del grupo era palpable, algunos hablaban de volver a empuñar el espíritu del 14, otros simplemente temían por el ataque de una fuerza mayor germana. Fernando apoyó sus dos manos en los hombros del capitán e intentó insuflarle ánimos, quizás frases tranquilizadoras para un momento de especial tensión.
Salieron del camarote y fueron directos a la sala de navegación, por el camino las caras eran fiel reflejo de la perpleja y anormal situación. El capitán del barco les acompañaba, cuando de repente paró su marcha y dijo que el barco estaba volviendo de nuevo al muelle. Los hombres enseguida comprendieron que aquel movimiento era simple y llanamente un cambio en el orden del barco y que por endé los germanos se habían hecho definitivamente con los mandos.
Nadie sabía que harían los alemanes en su siguiente movimiento pero esperaron cautos y a la vez nerviosos a que el barco atracase en el muelle. Los disturbios en el puerto habían mitigado y trasladado a otras partes de la ciudad.
Se escuchaba como empezaban a desembarcar a los pasajeros a punta de fusil entre miedo, gritos y ansiedad. Ya no podían esperar más, era una cuestión de estado, de democracia, de humanidad. Fernando salió con la pistola en la mano y al primer alemán armado le disparó con la fortuna de darle de lleno en un brazo e inutilizarle para poder responder a su ataque, uno de los hombres que acompañaban la misión de liberación del barco recogió el fusil caído a escasos metros del herido, mientras éste gritaba pidiendo ayuda a sus compinches.
Fernando vió con perplejidad como un tiro acababa con la vida de uno de sus compañeros que estaba de pie en vez de esconderse detrás de las barcas de salvación, los tiros de los fusiles alemanes habían comenzado tras escuchar primero el disparo realizado por Fernando y los posteriores gritos del alemán herido. Estaban encerrados y acorralados ante los disparos alemanes, pero ahora tenían un fusil y dos pistolas y por desgracia un hombre menos. El capitán en un arrojo de valentía cogió entre sus manos el fusil y levantándose empezó a disparar consiguiendo herir de muerte a un alemán y levemente a otro antes de recibir un disparo en la cabeza cayéndose de espaldas hipso facto.
Mientras todos los pasajeros corrían hasta tierra muertos de miedo y sin mirar un solo segundo a lo que estaba sucediendo en la cubierta del barco. El intenso tiroteo continuó hasta que una ametralladora del ejercito británico bombardeo la cubierta acabando con la vida de los pocos alemanes que en la refriega con los valientes comandados por Fernando no se habían dado cuenta de la llegada de los efectivos militares desplegados en la isla, que en principio acudían a restablecer el orden en los disturbios del muelle.
No quedo un solo hombre alemán. Ninguno pudo hablar sobre él por qué del secuestro del barco. Nunca se sabrá por qué.
Al final, la vida de aquellos que la perdieron defendiendo el barco no fue en balde, quien sabe de las intenciones de aquellos alemanes...
Unos días más tarde se celebró el funeral por el capitán del barco en su cuidad natal. Fernando acudió a él y al dar su sentido pésame a la familia, le enseñaron una moneda de un penique del año 33 de Jersey. Fernando preguntó el por que le enseñaban una moneda y la mujer del recién fallecido capitán le contó lo siguiente...
"Desde que mi abuelo falleciese, es costumbre en la familia grabar la fecha de nacimiento y fallecimiento de los nuestros, a nuestro capitán la grabaremos aquí, pero a mi padre y a mi abuelo lo hicimos en las coronas de Jorge III puesto que padecieron locura igual que su mejestad"
Fernando regresó con los días a su Asturias natal y busco refugió en sus verdes montañas. Solo allí podría tratar de olvidar lo sucedido.
El penique de Jersey....