Hola a todos....
23 de diciembre de 1967, en Boston aquel día la nieve cubría las calles, el viento soplaba dando la bienvenida a las navidades y en la cafetería de Harry cerca de las siete de la noche se juntaban un grupo de amigos de la infancia que la mayoría ya estaban en la universidad, separados temporalmente de su Boston natal.
Thomas, el pequeño y revoltoso Thomas se había vuelto un joven inquieto y aventurero, pero a la vez una persona sensata, trabajadora y cumplidora se burlaban entre risas algunos de sus amigos.
Era curioso como en aquella reunión de amigos en las navidades de 1967 entre alguna que otra cerveza en la misma cafetería de siempre, en la cafetería de Harry, acabaran por decidir entre todos los jóvenes allí reunidos, que para octubre viajarían a México para animar a los atletas de los Estados Unidos en la celebración de los Juegos Olímpicos.
Thomas era el único de la pandilla que no cursaba estudios universitarios, siempre se le dieron mal éstos. En cambio, trabajaba de forma ejemplar en un taller dedicado a la fabricación de piezas para los coches Ford. Era el único de sus amigos que nunca había salido de Boston y la sola idea de poder ver otros lugares, le emocionaba tanto que cuando la reunión acabó la sonrisa ilusionante no se fue de su rostro hasta el primer bostezo de sueño.
Trabajó durante semanas mas horas de las que debía, para ahorrar todo lo posible, empezó a cortar el césped de los vecinos por una moneda de Kennedy a a la semana. Todo ello iba involucrado en la obtención del máximo dinero posible para poder acudir a los Juegos Olímpicos de México 68.
Mientras el trabajaba como un loco, su Boston era un auténtico caos, peleas entre los negros y los policías, disturbios provocados por grupos ultras de ambos colores de piel... Pero eso, que sera recordado por la lucha de derechos civiles y democráticos no iban con Thomas, él solo trabajaba.
10 de octubre de 1968, en la cafetería de Harry se volvieron a juntar todos los amigos. Era el día previo a coger el avión y viajar a México. Todos estaban ilusionados, contentos y emocionados.
Llegaron a México por la tarde del día 11. Aquello era un espectáculo soberbio, digno de ver. La ciudad se había engalanado con sus mejores carteles, sus mejores luces, su mejor animo y su mejor recibimiento a los visitantes de todos los países del mundo que acudían a ver el acontecimiento deportivo más importante celebrado en cuatro años.
Era increíble, bonito, emocionante, divertido y barato... El dolar estadounidense se cambiaba por muchos pesos mexicanos.
La tarde del día 18 de octubre no estuvieron en el estadio olímpico y los periódicos del día siguiente no paraban de dar noticias sobre el salto mas largo de la historia, 8,90 metros había hecho el americano Bob Beamon. Lo habían visto en una televisión y ante la sorpresa y la rabia por no haber asistido al estadio, decidieron que aquella tarde no se iban a quedar sin ir a éste.
Dicho y hecho, pagaron su entrada y se sentaron en la zona cercana a los saltadores de altura. Los muchachos y en especial Thomas, no paraban de insuflar ánimos a un joven universitario que representaba a EE.UU., era un larguilucho de más de 1,92 metros y muy flaco. Saltaba muy raro, demasiado raro. Saltaba de espaldas, eso era espectacular, pero todo el mundo cuando le veía hacer eso pensaba que se rompería la espalda.
Era curioso verle, de hecho los espectadores del estadio empezaron a agolparse en aquella zona cercana donde a los saltadores para verle, no para ver como los demás participantes saltaban con su estética perfeccionada del rodillo ventral, no, se agolpaban para ver como Richard Douglas Fosbury rompía todos los esquemas habidos y por haber en el mundo del salto de altura.
Los espectadores no paraban de gritarle ¡¡Andele, gringo!!, pero Thomas estaba perplejo, era consciente que estaba viendo una revolución, era consciente que ese joven americano cambiaría el curso de la historia en lo que a su disciplina acontecía.
Dick, como se le conocía cariñosamente a Fosbury, acabó ganando el oro saltando 2,24 metros con su peculiar estilo. Quizás esa revolución en la manera de saltar era también una manera de revolucionar las cosas del día a día que en los EE.UU. acontecían. Fosbury escuchando el himno en lo mas alto del cajón de vencedores, levanto su puño solidarizándose con el movimiento social que en aquélla época ocurría.
Thomas, el pequeño y revoltoso Thomas, se había convertido en un privilegiado que pudo contemplar el salto más famoso de la historia del atletismo a escasos metros.
Hoy 19 de octubre de 2018 hace 50 años que el abuelo vivió aquella gesta, le cuenta Thomas a su nieto Steven y para que nunca se me olvidara me compré esta moneda en una tienda llena de ellas que había en un barrio céntrico de Ciudad de México....
Hicieron 27.182.000 piezas de 25 pesos, pesa 22,5 gramos, 38 mm de diametro, plata de 0,720, en el canto la leyenda Independencia y libertad.
Espero que os guste...