La invasión de Grecia fue, para las fuerzas armadas alemanas, una distracción desagradable. Aquella guerra la había provocado su aliado italiano en el otoño de 1940, invadiendo el país balcánico desde Albania con la intención de derrotarlo en tan solo unos pocos días. Todo salió mal. La lluvia y el barro se aliaron con las montañas para detener a los invasores, y las tropas griegas contraatacaron y obligaron a los ejércitos de Mussolini a retirarse en desorden más allá de sus líneas de partida. Entonces, el Duce tuvo que pedir ayuda a Hitler y, el 6 de abril de 1941, los ejércitos germanos cruzaron la frontera de Yugoslavia y de Grecia para dirigirse hacia Belgrado y Atenas. En el sur, las tropas helenas tenían el apoyo de una fuerza expedicionaria formada por la 1.ª Brigada Acorazada, la 6.ª División Australiana y la 2.ª División Neozelandesa, que se había desplegado a ambos lados del río Haliacmón.
La historia se repite
La ofensiva germana no tardó en desbaratar el plan defensivo y en muy pocos días helenos y aliados decidieron retirarse y reembarcar hacia Creta, dando lugar a una de esas ocasiones en las que la historia se repite. El asalto alemán contra las Termópilas también repetiría en parte la leyenda. En el primer asalto las tropas germanas aparecieron casi de improviso sobre el flanco del 25.º Batallón neozelandés, que, gracias a un eficaz apoyo artillero, destruyó uno de los carros de combate y los obligó a retirarse. El segundo asalto tuvo lugar a las 14.00 horas, y esta vez la batalla la iniciaron, a modo de flechas, los bombarderos en picado Stuka. El resultado fue una nueva derrota alemana, pero algunos de los agresores habían conseguido internarse por la montaña para flanquear a los defensores. La tercera intentona tuvo lugar a las 18.00 horas y los neozelandeses hostigados, de frente y desde las alturas, tuvieron que ceder terreno. Para rematarlos, los alemanes decidieron enviar una veintena de Panzer hacia el interior del desfiladero pero, haciendo honor a los espartanos caídos en aquel mismo lugar, los defensores resistieron y, de nuevo gracias a una artillería eficaz, derrotaron a sus atacantes.
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